La Habanera una dulcería en Obispo 89. La Habana se halla en pleno período de transformación. En ella, rápidamente todo va cambiando, modificándose, resurgiendo sobre lo mismo que hasta ahora se alzaba a uno y otro lado de sus calles y avenidas.
Lugares hay que, transcurrido un breve plazo, los que por allí pasaron, si ahora vuelven a cruzar, apenas si los reconocen, siéndoles difícil creer lo que sus ojos ven y nunca pudieron imaginar.
Y no son tan sólo los edificios los que cambian de aspecto hermoseándose siempre, ni los que desaparecen, levantándose sobre nuevos cimientos otros elegantes, construidos conforme al gusto y a las exigencias del presente, a veces de artística apariencia, bellos, a veces majestuoso; a los comercios, a los establecimientos de distintas clases ocúrreles otro tanto, trócanse sus departamentos en salas espaciosas, decoradas con gusto, luciendo hermosas anaquelerías ornamentadas con arte y lujoso moblaje.
Uno de estos establecimientos a los que nos referimos, lo es indudablemente la dulcería por excelencia, La Habanera, de Obispo 89, afamada desde hace fecha y justamente celebrada en todo tiempo, donde acaban de realizarse tan importantes reformas, que la colocan en primer lugar entre todas las de la capital de la República.
Presenta La Habanera, después de realizadas esas reformas, un golpe de vista brillantísimo, tal aspecto de peregrino encanto, tal conjunto de exquisitismos en todos los detalles y tal belleza y elegancia, que no hay quien ante ese cuadro deslumbrador no se sienta atraído, seducido de un todo.
El gran salón para familias es una preciosidad, una verdadera obra de arte digna de ser admirada. Luce un mobiliario del más refinado gusto, valioso y que completa a maravilla el bellísimo conjunto que forman los objetos allí reunidos. En él, en ese suntuoso salón, al mismo tiempo que la vista se recrea, el paladar deléitase con los exquisitos dulces y helados que en dicha casa se confeccionan.
Hablar de esos dulces y de esos helados, de tan variadas clases y elaborados a la perfección en moderna maquinaria, última expresión ésta, de los adelantos de esa industria, sería casi imposible, pues estando como está al frente del Obrador el maestro en esta materia más competente de cuantos existen en Cuba, comprenderáse cuál habrá de ser el mérito y calidad de esos bocados deliciosos.
No es posible hablar de ellos, hemos dicho, y en efecto, por rara coincidencia, en este caso, a la palabra más elocuente sobrepondríase el paladar; porque, cuando de los dulces y helados de La Habanera se trata, sólo un paladar educado y refinado, puede ser juez en ese asunto.
Un observador curioso, asíduo concurrente, como buen sibarita que es, a La Habanera, nos ha confesado que son muchas las personas, sobre todo las bellas damitas, que cada vez que se llevan a los labios una cucharadita de helado o un dulce —de esos de La Habanera, se entiende— sin poderlo remediar vuelven los ojos al cielo encantadas.
Nos lo explicamos. Fuera de toda duda está que esos dulces y helados son los mejores que se saborean en la Habana.
No hemos concluido, ni concluiríamos nunca tratando un tema tan socorrido, inagotable y grato, como lo es el de reseñar, aunque sea ligeramente, las excelencias y todos los encantos, deleites y atractivos que brinda al público la famosa dulcería La Habanera, de Obispo 89, teléfono A 4823: fáltanos dedicar una frase justa y bien merecida en verdad, a los empleados de la casa: el servicio no puede ser más esmerado, ni más amable tampoco.
Y para terminar diremos que la dulcería La Habanera es una especialidad, es lo excepcional, lo no visto en parte alguna, en lo que se refiere a esas preciosas combinaciones propias para regalos.
Ténganlo muy presente la juventud galante y los galantes todos, aunque no pertenezcan ya a la juventud.
Chroniqueur, Marzo 1914.
Bibliografía y notas
- “Visitas de El Fígaro. La Habanera”. Revista El Fígaro. Año XXX, núm. 12, 22 de marzo 1914, p. 143.
- Personalidades y negocios de la Habana
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