

17 de junio de 1905. Muere el Generalísimo Máximo Gómez contado por el Coronel Dr. Gustavo Pérez Abreu (Del Estado Mayor del Generalísimo). En la tarde fatídica del 17 de Junio de 1905 se extinguía, para fijar fecha imborrable en la nacionalidad cubana, Máximo Gómez, General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba.
El genio de la guerra, el general invencible, el estadista de firmes convicciones, el libertador de los cubanos, a las seis de esa tarde melancólica y triste, pasó de la vida llena de heroicidades y grandezas a la rigidez de la materia inerte, a la muerte. Su espíritu noble y generoso se acogió a lo dispuesto por Dios y junto a El descansa eternamente.
En una habitación de la casa donde residía en la calle 5ta. y D, en el Vedado, sobre sencillo y blanquísimo lecho, esperaba el momento fatal de alejarse para siempre de sus seres queridos. A su lado, su esposa, su compañera de sufrimientos y angustias desde los campos sangrientos de Cuba Libre.


Su “Manana” soporta en ese trágico día, con resignación cristiana, el dolor inmenso que oprime su garganta y con ella sus hijos que le rodean, dándose cabal cuenta de la enormidad que los anonada y con firmeza sobrellevan irremediablemente el huracán que los azota.
Más allá, en el salón inmediato, amigos y compañeros de armas con los brazos cruzados, contraídas las facciones en silencio profundo, se han despedido con miradas de guerreros, del jefe que los condujo a la victoria en cien combates.
En un supremo esfuerzo de voluntad, ya en la incoherencia de la vida que se escapa, con voz de jefe exclama: “Yo reclamo, si estoy muerto, enterradme caballeros”. A poco una amplia expiración fué el final de expresión del sol de llamas, que apagó sus destellos luminosos, para surgir en la historia con el nombre augusto de Máximo Gómez, el Libertador de Cuba.


No murió el generalísimo como lo deseaba, en las cargas aciclonadas, en las jornadas estupendas, en los épicos combates de la guerra de independencia.
Más de una vez le oímos proclamar, bajo su tienda de campaña, en alta voz, para que todos recogieran su pensamiento que “era preferible morir de un balazo en el corazón en el campo de batalla, que en una cama con fiebre, lleno de quebrantos y sufrimientos”.
Bien pudo haber caído en una de sus bravas acometidas como en “Mal Tiempo” el 15 de diciembre de 1895, en que personalmente rompe a machetazos los cuadros de la infantería enemiga. El 13 de enero de 1896 al atacar el pueblo de Bejucal, guerrilleros apostados en una de las casas de la población hacen fuego sobre el Estado Mayor, siendo herido en un brazo el práctico que estaba a su lado.
Al siguiente día, 14 de enero, en un combate en la jurisdicción de San Antonio de los Baños, lo hieren leve en una pierna. En distintas acciones le matan el caballo. Tal parece que la muerte lo acechaba.
La emoción más intensa que experimentamos jefes y oficiales que le seguíamos, lo fué el 9 de marzo de 1897 en el combate de Santa Teresa, en donde encontró la muerte ideal, rápida, de un balazo en la carótida, Charles Crosby, americano, corresponsal de la Prensa Asociada.


Estábamos en la campaña de Weyler; todos los días se combatía y el General tenía ganas de darle machete a una columna con la finalidad de contener al enemigo. En ese 9 de marzo en dura pelea, el general, machete en alto, inicia el avance a la vez que descargas cerradas detienen su empuje, cayendo súbitamente jinete y caballo a tierra y quedando el General aprisionado por el animal inmóvil.
Los más inmediatos se desmontan, lo sacan de debajo del caballo que lo comprime e irguiéndose reclama el machete que en la caída se le escapó de la mano. El muerto lo fué el caballo. El regocijo, por supuesto, fué intenso.
Después de ese incidente, que pudo ser el desastre de la revolución, la retirada se realiza y ya acampados, como siempre, los comentarios se sucedían, pretendiendo los compañeros que yo me acercara al General y lo disuadiera para que dominase sus arrestos bélicos en esa forma y no se expusiera, tan a menudo como lo hacía, a una muerte inevitable.
Medité sobre ese encargo y no me atreví a realizarlo. Seguramente hubiese contestado: “Los que tal piensan, que no me sigan, tienen miedo.” Todo quedó como estaba. Las acometidas continuaron sucediéndose. En la carga de “Juan Criollo” se introduce entre los soldados, saliendo ileso milagrosamente.
El destino le fué adverso en su deseo de morir combatiendo; por suerte para Cuba, conservó su intensa y necesaria vida hasta hacerla nación libre y soberana, falleciendo en la paz en el disfrute del hogar, rodeado de sus familiares y del pueblo cubano que le recuerda lleno de respeto y admiración.
Máximo Gómez mora en la gloria, y hasta él llegarán las oraciones y agradecimientos de Cuba a quien dió su libertad.
Habana, junio de 1944


No tuve la suerte de contarme entre sus íntimos; pero me me honró con el título de amigo y le traté lo bastante para formar de él este juicio: Máximo Gómez era un carácter: era un alma templada para las cosas grandes: era un espíritu inquieto siempre en busca de un más allá á quien lo real poco satisfacía: era un gran bienhechor oculto bajo los pliegues de la más extremada modestia: era un soldado nacido para general: era un héroe digno de los tiempos heroicos.
¿A qué extrañar que con estas condiciones tuviera la gloria, á muy pocos concedida, de ser Libertador de un pueblo? Ha muerto, sí, hay que llorarlo siempre como el primero de nuestros muertos, pero de él puede decirse lo que alguien dijo del gran Maceo:
Los muertos como tú, son inmortales.
Luis ESTEVEZ Y ROMERO.


La muerte del general Máximo Gómez
El sábado (17 de junio 1905), tan pronto como se difundió por la ciudad la noticia del fallecimiento del general Máximo Gómez, invadieron su residencia del Vedado numerosas personas, con objeto de dar el pésame á los familiares. Embalsamado el cadáver, fué tendido en la sala principal de la casa, donde se le hicieron las primeras guardias de honor.1
Los escultores don Fernando Adelantado y don Miguel Meleros fueron comisionados para hacer, cada uno, una mascarilla del general, habiendo comenzado sus trabajos en la misma noche. El sarcófago en que ha sido depositado el cadáver es de terciopelo negro, completamente igual al que guarda los restos del Presidente de los Estados Unidos, Mr. Mc Kinley.
A las once y media de la noche se reunió el Senado, en sesión extraordinaria, aprobando por unanimidad el siguiente proyecto de ley. Los Senadores que suscriben, deseando cumplir en lo posible los deberes de excepcional gratitud y reconocimiento que la patria ha contraído con el Mayor General Máximo Gómez, proponen al Senado l a aprobación de la siguiente Ley:
- Artículo primero: Se declaran días de luto nacional, el 18, 19 y 20 de Junio del corriente año, vacando en ellos los Cuerpos Colegisladores y las oficinas administrativas del Estado, las provincias y los municipios.
- Artículo segundo: Se tributarán al cadáver del Mayor General Máximo Gómez los honores militares que corresponderían á un Presidente de la República conforme á las disposiciones vigentes.
- Artículo tercero: Los funerales y sepelio del cadáver del Mayor General Máximo Gómez tendrán carácter nacional y serán satisfechos por el Estado, invirtiéndose en ellos hasta la suma máxima de quince mil pesos en moneda oficial con cargo á los sobrantes existentes en Tesorería.
- Artículo cuarto: Los cuerpos armados de la República llevarán luto oficial durante nueve días.
- Artículo quinto: El cadáver del Mayor General Máximo Gómez se depositará en el Salón Rojo del Palacio Presidencial, señalándose para la conducción de sus restos al Cementerio de Colón el martes 20 del actual, á las tres de la tarde.
- Artículo sexto: El Poder Ejecutivo queda encargado de la ejecución de la presente Ley en todas sus partes.
- Artículo séptimo: La presente Ley empezará á regir desde su publicación en la Gaceta Oficial de la República.
Palacio del Senado, Junio 17 de 1905.
Domingo Méndez Capote. —Alfredo Zayas. —Antonio S. de Bustamante. —Salvador Cisneros.
En Palacio
A las siete de la mañana de ayer (18 junio 1905) fué trasladado á Palacio en el coche “Reina Victoria”, de la funeraria de Infanzón, el cadáver del general Máximo Gómez, escoltado por un piquete de la Guardia Rural y otro de la policía urbana.
Acompañaban el cadáver los hijos del general, Urbano y Andrés; el Secretario de Gobernación, señor Freire de Andrade; el Gobernador de la provincia de la Habana, señor Núñez; el Alcalde Municipal, doctor Juan Ramón O’Farrill; el Jefe de la Guardia Rural, general Rodríguez; el Dr. la Torre y otras personas.
El Jefe del Estado esperaba en Palacio la llegada del cadáver del caudillo, que fué tendido en el Salón Rojo, colocándose el ataúd sobre dos trípodes, rodeado de cuatro blandones, de á nueve luces cada uno, y ocho candelabros dorados.
Los espejos del salón están cubiertos con lienzos blancos y á la cabecera del sarcófago se ha levantado un altar, adornado con profusión de flores y en el que se destaca un hermoso crucifijo. Cumpliéndose la voluntad del General, expresada á sus familiares, el féretro ha sido completamente cubierto para que no se pudiera observar el rostro del caudillo.
Las banderas de Cuba y Santo Domingo cubren la caja y al pie de ésta se ha depositado una hermosa corona de flores naturales de la señora doña María Luisa R. de Silveira.
La primera guardia de honor en Palacio, la montaron los generales Javier Vega, Bernabé Boza, Rogelio Castillo y Fernando Freire de Andrade. Después siguiéronse haciendo guardias de honor, por los Veteranos, autoridades, Senadores, Representantes, Consejeros, Concejales, Empleados y cuerpos armados de la República, etc., etc.
El público y la ciudad


Durante el día y la noche de ayer (18 junio 1905) ha desfilado por la Cámara mortuoria un público inmenso, perteneciente á todas las clases sociales. Hubo momentos en que era tanta la aglomeración de personas que se hizo necesario contenerlas para dar lugar á que los salones se despejasen.
El público penetra por la puerta principal de Palacio y sin detenerse desfila ante el féretro, saliendo por la del Ayuntamiento. El servicio de orden en el interior de Palacio está á cargo de individuos de los cuerpos de la policía y artillería.
El palacio Presidencial, el Senado, la Cámara, la Aduana, el Gobierno Provincial, el Ayuntamiento, las Secretarías, el Tribunal Supremo, la Audiencia y demás edificios públicos ostentan colgaduras negras y banderas á media asta.
El Casino Español y las Sociedades Regionales Españolas pusieron sus banderas á media asta, como también el Obispado que enlutó además sus balcones. La mayor parte de las casas de esta ciudad ostentan banderas con crespones negros.
El Castillo del Morro y demás fortalezas de la plaza tienen puesta la bandera nacional á media asta. La fortaleza de la Cabaña dispara desde ayer un cañonazo cada media hora, rindiendo así los honores militares que se tributan al difunto.
Las campanas de las iglesias parroquiales de la ciudad tocan á muerto cada media hora.
El presidente Estrada Palma
A las dos de la tarde llegó ayer 20 de junio 1905 á Palacio el presidente de la República, acompañado de su distinguida esposa, que como saben nuestros lectores se habían ausentado la noche anterior para su residencia veraniega del Campamento de Columbia.
Triste escena
Pocos momentos antes de la hora anunciada para la salida del entierro, la viuda, hijos y hermana del general Gómez penetraron en la cámara mortuoria y después de orar de rodillas ante el féretro, se desarrolló una dolorosa escena, que conmovió profundamente á las personas que allí se hallaban, al despedirse aquellos por última vez del difunto.
Los amigos y compañeros del desaparecido, que se encontraban en Palacio, á duras penas lograron sacar á los familiares del general Gómez de la cámara mortuoria.
Guardia de honor
La última guardia de honor que se hizo al cadáver la montaron los generales Boza, Vega y Sánchez Agramonte (Eugenio y Armando).
El Féretro
El sarcófago de terciopelo negro que contenía el cadáver estaba cubierto con las banderas de Cuba y Santo Domingo, encima de las cuales fué colocado el machete de campaña del generalísimo, con un crespón negro en el puño.
Para el Mausoleo
El Presbítero señor Saiz entregó en la tarde de ayer antes del entierro, al Secretario de Gobernación un oficio del Obispado de esta Diócesis, comunicándole la donación á la familia del general Gómez de una parcela de terreno en el Cementerio para la erección del mausoleo que perpetuará la memoria del generalísimo.
El entierro
A las tres en punto de la tarde salió el cortejo de Palacio, siendo sacado en hombros de los jóvenes Urbano, Máximo, Andrés y Bernardo Gómez Toro; del Encargado de Negocios de Santo Domingo, D . José Pérez Román; del general dominicano D . Francisco Efres; y del coronel del ejército cubano don Lorenzo Despradel.
La Banda de Artillería, que se hallaba situada en los portales de Palacio, tocó una marcha fúnebre al aparecer el féretro que fué colocado sobre un armón tirado por cuatro parejas de mulos, y que se encontraba á la puerta de entrada.
Las fuerzas de los cuerpos de artillería y guardia rural que ocupaban en cuadro todo el frente de la Casa Presidencial para evitar que el pueblo se aglomerase á la entrada, presentaron sus armas al salir el cortejo, en cuyos momentos la fortaleza de la Cabaña hizo una salva de veinte y un cañonazos.
Acto continuo desfilaron por delante del cadáver, presentando sus armas y clubs varias fuerzas. Detrás de las fuerzas armadas, el armón, custodiado á derecha é izquierda por individuos que pertenecieron al Estado Mayor y escolta del General en Jefe.
Seguía al armón el caballo que usó durante la campaña el general Gómez, conducido por su asistente Morón.
Después iban los cuatro hijos, anteriormente citados, del difunto, el Encargado de Negocios de Santo Domingo, los doctores Pereda y Ortega y el señor Silveira ( D . Manuel ). A continuación de los dolientes marchaban el Presidente de la República con sus ayudantes y Secretario particular, los Secretarios del Despacho, el Cuerpo Diplomático, el Congreso Nacional, el Poder Judicial, los Veteranos de la Independencia, los Gobernadores Provinciales, el Alcalde de la Habana…
EL Itinerario
Se acordó el itinerario siguiente para los funerales del general Gómez: El cortejo saldrá de Palacio tomando por Obispo, Zulueta á la derecha, Neptuno, Prado á la izquierda, San Rafael, Galiano, Reina, Carlos III hasta la Necrópolis de Colón.
En el cementerio


En la portada de la necrópolis de Colón, recibirá los restos mortales del General, el clero con cruz alzada, presidido por el señor Provisor del Obispado. En la capilla central se cantará un solemne responso á gran orquesta en el cual oficiará el señor Obispo de la Habana.
El Obispo de esta Diócesis, señor González Estrada, esperó en el Cementerio de Colón la llegada del cortejo, lo que se efectuó á las seis menos cuarto. Las fuerzas de Artillería y de la Guardia Rural de infantería, se quedaron fuera, penetrando el armón hasta la Capilla con fuerzas de la Guardia Rural de caballería y de la policía.
El armón iba seguido del Clero con cruz alzada, oficiando de Preste, el Provisor del Obispado, Padre Avin, y de Diácono y Subdiácono, respectivamente, los Padres Espinosa y Gómez.
Depositado el féretro en la Capilla, cantó el señor Obispo un solemne responso, acompañado de los padres Doval, Abascal, Hoyos, Castañeda, Álvarez, Arregui, Saiz, y otros, á toda orquesta.
Terminada esta ceremonia religiosa, fué llevado el cadáver del General Gómez en hombros de sus hijos Máximo y Urbano, de los generales Banderas, Díaz, Núñez, Vega, Boza y comandante Castro, á la bóveda provisional situada en el Cuartel N . O. cuadro no. 4, donde recibió cristiana sepultura.
El Presidente de la República y el Secretario de Gobernación presenciaron la inhumación del cadáver, en cuyos momentos so hicieron las tres descargas de ordenanza por las fuerzas de Artillería y de la Guardia Rural, que estaban á la puerta del cementerio.
Para el Mausoleo
El Presbítero señor Saiz entregó en la tarde de ayer antes del entierro, al Secretario de Gobernación un oficio del Obispado de esta Diócesis, comunicándole la donación á la familia del general Gómez de una parcela de terreno en el Cementerio para la erección del mausoleo que perpetuará la memoria del generalísimo.
Bibliografía y notas
- Pérez Abreu, Gustavo. “17 de junio de 1905. Muere el Generalísimo Máximo Gómez”. El Fígaro. Año II, núm. 6, junio 1944.
- “Máximo Gómez”. El Fígaro. Año XXI, núm. 26, 25 de junio 1905.
- “La muerte del general Máximo Gómez”. Diario de La Marina. Año LXVI, núm. 143, lunes 19 de junio 1905, p. 4 ↩︎
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