La Torre del Ingenio Manaca Iznaga. Acurrucadas entre parcelas de historia y retazos de popular imaginación nacen las historias, la ficción cobra vida y supera la realidad despejando el camino a bellas leyendas, las que con el tiempo —aunque no lo sean— parecieran creíbles.
La hermosa villa colonial de la Santísima Trinidad de Cuba que conocemos hoy con sus palacetes y sus tejas criollas, con los enjambres de turistas que recorren sus adoquines y sus museos, atesora varias de estas historias.
Las tierras ricas de aborígenes y los ríos que se antojan poblados de oro atraen al conquistador desde el lejano 1514, fecha en la cual Diego Velázquez1 traslada el primitivo núcleo fundacional hasta el emplazamiento actual de Trinidad, próxima al río Guaurabo y cerca de la Bahía de Casilda.
En 1795 Pedro Iznaga y Pérez de Vargas compra2 un ingenio en tierras del corral Manacas. Él y su esposa María del Carmen Borrell y Padrón provienen de prominentes familias. Los Borrell desde Mataró (Cataluña) se establecen en Trinidad a principios del siglo XVIII, en el mismo período llega a la Habana el primero de los Vizcaínos Yznaga3, de su nombre Antonio de Iznaga y Albiz.
El matrimonio de Pedro Iznaga y María del Carmen Borrell tuvo varios hijos, entre ellos los dos hermanos que forman parte de la leyenda de la Torre del Ingenio Manaca, Pedro José bautizado el 3 de mayo de 1789 y Alejo en julio de 1807.
Cuenta la leyenda que al canto de los tomeguines en la campiña cubana comenzó la rivalidad de los hermanos, enamorados de la misma mujer disputaron su amor tratando de impresionarla para ganar su corazón. La meta era encontrar agua, el que primero lo lograra obtendría junto a su amada la bendición del otro.
Pedro buscó hacia la tierra cavando un pozo, Alejo miró al cielo construyendo una torre. Uno lo logró divisando desde su atalaya el inmenso mar, también el otro saciando la sed del caminante. Nunca se supo si la bella de la discordia prefirió la brisa marina o la dulce sombra de la poceta.
Una vez la torre en pie, con su campana marcó el ritmo de la vida en el ingenio, la hora de rezar el Ave María, la jornada del esclavo en el valle humeante de sudor y sangre azucarada. Algunos cuentan que Alejo, loco de celos al encontrar a su mujer con el amante, levantó la torre para encerrar la infiel esposa y retó al amante a duelo.
En el penúltimo piso, donde las únicas aberturas eran estrechos vanos circulares por los que a duras penas podía contemplar el verde valle y soñar evadirse, la prisionera perdió la razón con los años y el aislamiento, así vivió enclaustrada hasta el día en que la muerte liberadora se presentó para colectar su alma.
En noches de luna llena se dice que en la Torre del Ingenio Manaca Iznaga aparece el espectro de una dama blanca4, plañidera y sollozante deja caer lágrimas de perlas desde lo alto de su encierro para desaparecer con la madrugada en la neblina del valle de los ingenios.
¿Y qué de cierto? en esta historia, la verdad es que Alejo Iznaga Borrell Alférez Mayor y Regidor perpetuo de Trinidad administraba el ingenio antes de heredarlo de su viuda madre María del Carmen Borrell, fallecida en 1831.
En 1826 pide un préstamo para construir la Torre y, el tres de julio de ese mismo año el mozo contrae matrimonio con la dama Juana Hernández de Rivera e Iznaga. De esta unión nacieron cinco hijos nombrándose uno de ellos como su hermano Pedro José. Alejo decede en 1845 y pasa el ingenio a la propiedad de su viuda Juana Hernández.
En 1857 encontramos una reseña del Ingenio Manacas Iznaga en el libro Los Ingenios de Justo Cantero. Parece casi improbable la traición de la esposa, heredera5 de sus bienes y aún menos la disputa con su hermano, del cual el nombre es portado por uno de sus propios hijos bautizado en noviembre de 1830.
La bonanza económica del siglo XIX permitió la aparición de grandes fortunas sacarócratas y la construcción de la Torre Manaca Iznaga con sus más de cuarenta y tres metros de altura y sus siete niveles. Atalaya para vigilar piratas e incendios, antiguo marcador del ritmo de trabajo esclavo ahora soporta el embate de tropas de turistas .
Una maravilla que sobrevivió a las guerras de Independencia y al paso de los años, al velo de olvido que cubrió la región. La que hoy se conoce como la Torre de Pisa cubana ha sido restaurada y vuelve a ofrecernos su mirador para que disfrutemos del maravilloso campo cubano.
Versión escrita por: A. Martínez
Bibliografía y notas:
- Pichardo, H. (1986). La fundación de las primeras villas de la Isla de Cuba. Habana: Editorial de Ciencias Sociales. p. 24. ↩︎
- García, A. (2010). Un don del cielo: Trinidad de Cuba. Guatemala: Ediciones Polymita S.A. p. 207. ↩︎
- Santa Cruz y Mallen, F. (1942). Historia de Familias Cubanas. Habana, Cuba: Editorial Hércules. (3, 228-229). ↩︎
- Lagunilla Martínez, M. (2006). Trinidad de Cuba: tradiciones, mitos y leyendas. Sancti Spíritus, Cuba: Ediciones Luminaria. ↩︎
- Calzadilla Rodríguez, I. (2009, 5 febrero). Trinidad, la verdad por encima de la leyenda | Isla al Sur. Recuperado 9 febrero, 2019, de http://islalsur.blogia.com/2009/020507-trinidad-la-verdad-por-encima-de-la-leyenda.php ↩︎
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