
El martes cuatro de noviembre de 1930 el periódico The New York Times titulaba una triste noticia relacionada con la playa de Buey Vaca, sitio cercano a la ciudad de Matanzas. El suceso se ha ido olvidando y en la actualidad el sitio en el verano sigue siendo centro de atracción para los que buscan un baño de playa, en los meses invernales es un lugar más bien desolado y visitado por pocos. Decían aquellas letras: Cubanos hallan cuerpo de mujer ahogada, dando otros detalles a continuación con: Búsqueda en la Bahía de Matanzas por los del Cónsul Americano y su ayudante, perdidos en un intento de rescate.
Un mes después el Periódico del Servicio Americano rindió homenaje a los fallecidos con unas estrofas de Fitz-Greene Halleck: Solo le conocieron para amarle, solo se le nombró para ser alabado. Pero ¿qué sucedió el dos de noviembre de 1930 en las aguas de la bahía de Matanzas?
Era domingo el dos, el Cónsul Americano en la Habana William I. Jackson junto a su señora Lillian Jackson of Englewood, los Vice Cónsul Sherburne Dillingham y Sydney Gest además de la esposa de este último, viajaron en automóvil hasta Matanzas, llegando al mediodía para reunirse con el también Vice Cónsul de esta ciudad John Tillotson Wainwright y su señora Alice Cutts Wainwright los que se encontraban hospedados en el Hotel París. Jackson cumplía misión para el servicio consular norteamericano en Cuba desde marzo de 1930, apenas unos meses, y Wainwright igualmente desde junio del mismo año.
En dos automóviles bordeó el grupo la costa de la bahía de Matanzas para detenerse a almorzar en la pequeña caleta de Buey Vaca. Antes del Picnic todos fueron a darse un chapuzón, el oleaje era el más fuerte que habían visto hasta ese momento en Cuba. No se quedaron mucho y el tiempo que lo hicieron fue en aguas poco profundas. Se vistieron y fueron a almorzar.
Hacia las cuatro y treinta de la tarde algunos volvieron a enfilar sus bañadores y se sentaron sobre una especie de saliente rocoso rociado por el rompiente que se desataba sobre la costa. Era aquel punto escarpado y rocoso. Jackson, Wainwright y Gest quedaron conversando en una cabina mientras que Lillian Jackson, la señora de Gest y Dillingham fueron hacia la costa.
Una media hora después al intentar reunirse con los que ya habían partido se asombraron de no poder encontrarlos. De pronto apareció la señora Gest que llegaba a la carrera gritando que Lillian había caído al agua. Corrieron hasta el borde y vieron su cuerpo flotando muy cerca de los riscos. Dillingham casi instantáneamente había saltado al agua y recuperando a la señora Jackson había intentado subirla por la escarpada orilla, valiente intento que fracasó por la violencia de las aguas y las dificultades que esto implicaba, exhausto apenas se agarraba él mismo a las rocas.
Al ver la escena y Lillian Jackson que se alejaba mar adentro entre las gigantescas olas, Jackson, Wainwright y Gest saltaron al agua desde una altura de entre tres y cuatro metros. Gest logró llegar a ella pero no pudo traerla de vuelta a la orilla. Entre la confusión se veía al Cónsul y su esposa, el cansancio de la lucha y la violencia del mar que con cada nueva ola les hacía cambiar de posición. Desde donde estaban por la corriente y la distancia les era imposible alcanzar alguno de los puntos por los que hubiesen podido escapar fácilmente.
Solo quedaba la escarpada orilla por la que en tiempos normales hubiera sido difícil escalar, unido a esto la fuerza de la ola y el cansancio. En ese punto ya se trataba de sobrevivir a la violencia de los elementos. Casi incapaz de mantenerse a flote Gest fue propulsado por una ola y agarrándose al pañuelo que su esposa le tendió sobre el borde logró escapar haciéndose tirar por ella hasta que se sujetó a una roca. Con Dillingham repitió la misma operación salvando a los dos la vida. Por esas cosas del destino tuvo ella el espíritu de no lanzarse al mar y tener el pañuelo así como la fuerza de voluntad para hacer lo correcto en momentos de peligro.
La señora de Wainwright quien estaba en su auto ajena a lo que sucedía solo fue informada a la llegada de los sobrevivientes que su esposo estaba bien y esperaba por los socorros, temían que se lanzara en su búsqueda al agua. Inmediatamente condujo hacia Matanzas. Por su lado Gest, su esposa y Dillingham se dirigieron hacia la casa más cercana que haciéndole frente al mar se veía desde el lugar de la tragedia pidiendo ayuda o que les fuera prestado un bote que poseían. Ni lo uno ni lo otro obtuvieron bajo la alegación de que el pequeño bote sería volcado por la violencia del mar. Sin Dillingham que se encontraba desvalido en el auto Gest ni aunque hubiera deseado forzar la situación habría podido apoderarse del bote por la fuerza o arrastrarlo.
Solo quedó de regreso dirigirse a la estación de policía en Matanzas donde explicaron la tragedia y pidieron fuera despachada una embarcación a Buey Vaquita, cosa que se intentó desde la Aduana siendo imposible la navegación por las horribles condiciones atmosféricas. Para ese momento ya había anochecido.
En la misma Estación de Policía los tres declararon al Juez de Instrucción sobre los hechos ocurridos. Hacia las nueve de la noche Dillingham y Gest fueron tratados en Emergencias por las abrasiones y cortaduras que sufrieron al ser golpeados contra las rocas de coral y supieron que la Sra. Wainwright había llegado de vuelta al Hotel París, lugar en el que pernoctaban desde su llegada a la ciudad.
Allí, en el Hotel París se reunieron los cuatro sobrevivientes de la tragedia de la Playa de Buey Vaca en aquel fatídico día dos de noviembre de 1930 a las seis de la tarde, ese día en el que soplaba un fuerte viento y las olas con furia chocaban contra las rocas cerca de la playa. La enorme ola que arrebató Lillian Jackson of Englewood le devolvió al día siguiente a unos seis kilómetros de aquel lugar. Unos pescadores recogieron su cuerpo. Puedan sus almas reposar en paz.
A. Martínez [Ene. 31, 2021]
Bibliografía y notas
- Agradecimientos a Boris Rodríguez por su ayuda con los documentos que han servido para la confección del texto. Como el hecho ocurrió en 1930 existen derechos de copia sobre estos documentos, pues entonces enterémonos por el relato de ellos…
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