

Los parques de la Habana vistos por Raimundo Cabrera desde la Revista Cuba y América en 1910. La capital de la República cubana, no puede jactarse de tener un buen sistema de parques, ni siquiera mediano, no por falta de terrenos apropiados y accesibles para su población, sino por deficiencia y descuido de sus administradores.
El defecto viene de lejos, como todo lo que acusa el atraso en nuestro país. Basta observar que la ciudad vieja, lo que se llamaba y aún llaman los ancianos extramuros, porqué fue la edificación, primitiva cercada por una muralla, no tuvo en su trazado más plazas que las raquíticas del Cristo la de Armas y el mezquino paseo ó malecón de Paula, —de cuyos espacios estrechos el ingeniero y jardinero modernos no han podido sacar gran provecho aun intentando su embellecimiento.
La Habana trazada y construida con calles estrechas á la usanza de las ciudades de la antigua metrópoli, estuvo ocupada por clases ricas que no sintieren la necesidad ni apreciaron el bien de tener campos abiertos y arbolados que saneasen el aire de sus habitaciones.
Al derribarse las murallas, obra comenzada en 1861 por su inutilidad y por haberse extendido considerablemente el radio urbanizado, los ingenieros de la colonia en el municipio no planearon en el trazado de las nuevas calles abiertas sobre los terrenos de recintos, fosas, y zona militar urbanizadas, un solo cuadrado destinado á parques.


Los lotes se repartieron prontamente haciéndose remates y adjudicaciones privilegiadas que favorecieron á los influyentes de la época y si afortunadamente surgieren nuevas avenidas de amplitud y porvenir como la de Zulueta, nadie indicó la conveniencia de dedicarlos al ensanche del parquecito de Isabel II, hoy de Martí construyendo un verdadero Parque Central con extensión suficiente para dar recreo é higiene á la población como los tienen plazas de menos pretensiones.
Los habaneros administrados desde hace cincuenta años por Ayuntamientos poco celosos ó incompetentes, vieron abandonar y decaer hasta su completa ruina le avenida arbolada que desde el antiguo Campo de Marte hasta la Quinta de los Molinos (dedicada á habitación exclusiva de los Capitanes Generales) constituyó el paseo de sus predecesores y fue obra recomendable de los gobernantes ó Ayuntamientos anteriores inspirados por los elementos cultos del país que á principios del siglo pasado se distinguieron por estas y otras cívicas acometividades.
Aparte del esfuerzo siempre digno de loa de D. Segundo Álvarez, alcalde de la Habana, de transformar en jardines abiertos al público el Campo de Marte no recordamos que en materia de parques hiciera nada de provecho y recomendable el Ayuntamiento de la Habana pues más censuras que celebraciones merece haber autorizado los nuevos repartos, como el de Arámburo, fijándoles espacio reducidísimo para parques de la misma medida y clase que los de la ciudad vieja y de que es un ejemplo el que lleva por nombre el de uno de los concejales: Trillo.
Cuando ha llegado á intentarse algo que valga la pena de encomiarlo en materia de parques y paseos, ha sido durante el período de la primera ocupación militar de los Estados Unidos.
El siegue, terraplén y construcción del parque de la Punta y del litoral convertido en una amplia y hermosa avenida, es la más gráfica demostración de lo que afirmamos y la prontitud, previsión y energía con que se llevó á cabo, contrastó con el abandono, ignorancia ó malicia de las administraciones anteriores que consideraban esa empresa obra de romanos é insuficientes para su ejecución, los recursos del erario.


Los que vimos surgir como por encanto ese magnífico paseo en menos de dos año-; dando empleo á nuestros obreros y constructores y aplicación útil a las existencias del tesoro propio, bien recordábamos que España, no podía haberlo intentado nunca porque el tesoro cubano era poco para enriquecer á sus generales, soldados y empleados…
El sistema de parques de la Habana iniciado de esa manera brillante por los americanos, ¿no debiera continuarse y hermosearse por el gobierno cubano?
La administración del Honorable Estrada Palma nada, hizo en este respecto.
Corresponde acometer la obra con gloria al General José Miguel Gómez.
Algún amigo celoso de sus éxitos le ha comunicado hace poco un proyecto de ejecución fácil y de costos relativamente escasos para hacer en el corazón de la Habana y de cómodo acceso á sus moradores, un parque semejante á los de Cádiz, Barcelona, Lucerna, Bruselas y otras ciudades de importancia, que contenga en dimensiones bastantes cuanto es propio de esa clase de atractivos campestres, en el mismo centro urbano: jardines, bosquecillos, puentes, lagos, kioscos, colinas, parterres, museos y todo lo demás que pueda dar expansión, refugio, descanso, alegría y salud á las familias y al proletariado.
El proyecto consiste en dedicar á parque todo el terreno de las antiguas murallas comprendido entre la calle de Monserrate (antiguo recinto) la calle de Empedrado en su prolongación frente á la plaza del Mercado de Alamillas y el hotel “Sevilla”, la calle de Morro hasta la de Colón, avenida de Palmas, segunda vía, y el frente de la Cárcel, demoliéndose los viejos é inútiles barracones de los fosos municipales y trasladándose el Necrocomio á lugar más lejano y adecuado.
El terreno así demarcado formará con los de los antiguos parquecillos desde la Punta, de los Estudiantes y el Malecón un perímetro extenso, suficiente para el objeto indicado y contendrá afortunadamente para Museo el viejo y pintoresco castillo de la Punta.


Una verja que cierre el ancho espacio con puertas que den acceso y paso á los vehículos y marquen las grandes entradas al paseo circulará el más apropiado y fácil sitio de recreo de la ciudad. Su costo es escaso porque el terreno es del Estado ó del Municipio así como lo que hay que demoler ó sean los depósitos Municipales.
Una asignación anual modesta durante cuatro ó cinco años no recargará el presupuesto y permitirá la construcción del parque con estudio, previsión y economía.
Este proyecto que el Presidente General Gómez pasó á estudio del Secretario de Obras Públicas, Sr. Chalons, de realizarse hará de la Habana una capital envidiable por su sistema de Parques, pues estos comprenderán los terrenos indicados que tendrán sus prolongaciones por la calle del Prado ó Monte hasta el Campo de Marte y aun hasta Carlos III, arbolando la Calzada de la Reina y por el litoral ó sea la hermosa Avenida del Golfo hasta San Lázaro.
No olviden los gobernantes, los concejales y los vecinos de Ja Habana, que no basta poseer una república que produce azúcar y tabaco por millones de toneladas, sino embellecer sus ciudades, tanto para los habitantes como para hacerlas atractivas á los extranjeros, convidándolos á imponer en el país sus capitales.
Bibliografía y notas
- Cabrera, Raimundo. “Los Parques de la Habana”. Revista Cuba y América. Año XIV, Vol. 31, núm. 2, Febrero 1910, pp. 7-12
- González del Real, Alfonso. “Por esas calles… (Críticas de un técnico aburrido).” El Fígaro, Periódico Artístico y Literario. (Enero 20, 1924).
- Personalidades y negocios de la Habana
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