Jesús Matalobos y Albino Matalobos propietarios de la peletería La Princesa de la Habana. Una de las cosas que ha convertido a la Habana en una gran ciudad ha sido, evidentemente, la nueva manera de construir la mayor parte de sus casas.
A la antigua arquitectura colonial desigual, uniforme, sin adaptarse a ningún estilo, con sus ventanas enormes, su zaguán convertido —¡qué horror!— en la cochera de la casa, y los techos sin artesonados ni cielos rasos, sucede una arquitectura que obedece a leyes especiales, y en la cual se ve la mano de los arquitectos titulados que han anulado al fin a los que nuestros antepasados llamaban “maestros de obras”.
Por lo pronto en un gran número de las residencias se encuentran las paredes decoradas, pero no como hacían los antiguos, con una pintura más o menos grotesca, sino con una fina labor hecha por los artistas en la misma piedra o dejando que la más lozana fantasía les sugiera admirables panneaux decorativos.
Junto a esto ya ha comenzado a surgir también la costumbre, muy generalizada en Europa y Estados Unidos, de usar el linóleum, espléndido hule para piso, pero, desde luego más consistente y más grueso que el hule usado para las mesas. La comodidad para la limpieza, y además la belleza, hacen que sea lo preferido para ciertas piezas de la casa destinadas a la intimidad, como en los hall, por ejemplo.
Conviene decir, ya que de esta innovación hablamos, que como es lógico suponer existen varias clases de linóleum. Pero los arquitectos de todas partes prefieren el de marca Potter que reúne excepcionales condiciones de duración.
Una peletería que desde hace más de 50 años (1868) goza de un gran crédito en Cuba, La Princesa, celosa, como siempre, de importar los mejores artículos, porque quiere, antes que nada, darlos a conocer para que el público se de cuenta de su calidad y de las ventajas que reportan a todo dueño de casa es la que importa el linóleum en gran escala.
Los hermanos Matalobos invitan a sus favorecedores a una visita a dicha casa, que sin temor a equivocaciones es un espécimen en su clase. Las vitrinas de “La Princesa” son verdaderas obras de arte y únicas en cuanto a su forma y decorado.
Tal revolución no pueden llevarla á cabo, indudablemente, más que casas de la importancia y el arraigo de La Princesa que, situada en la calle de Muralla esquina a Habana, ha batido el récord de antigüedad entre los establecimientos de su clase en la Habana.
Pertenecía dicha casa al Sr. Calixto Torres y fué, en efecto, una princesa, porque dictó normas de elegancia y dirigió el buen gusto de los habaneros. Su importancia no decayó nunca.
Y como si esto no fuera bastante, adquirida recientemente por los señores Jesús y Albino Matalobos, reformaron sus vitrinas, una excepción en su género, y han dado un nuevo impulso al establecimiento. Reformaron el aspecto del local, dieron mayor vuelo al comercio y comenzaron a importar el famoso linóleum Potter.
Todo esto ha culminado en el mayor de los éxitos, pues han logrado acaparar las mejores marcas de calzado para señoras, caballeros y niños, aunando en una armonía provechosa la belleza, la economía y la solidez: tres cosas que pocas veces suelen ir unidas en esta clase de objetos. Los estilos más elegantes allí se encuentran.
No es de extrañar, por tanto, que La Princesa sea hoy, casi puede decirse, la peletería preferida por las personas de buen gusto, quienes allí no solo encuentran cuanto en estas líneas se enumera, sino todos aquellos artículos que puedan comprarse en las peleterías y que los hermanos Matalobos, fieles a su propósito, importan de primera calidad.
Por todo esto son acreedores los hermanos Matalobos no solo al aprecio de que disfrutan, sino a las más calurosas felicitaciones, pues van a realizar con el linóleum que importan una verdadera revolución en el difícil arte de organizar la ensemble de una casa moderna.
Bibliografía y notas
- Mercurio. “Nueva vida, nueva sabia”. Revista El Fígaro. Año XXXV, núm. 2, 13 de enero 1918, p. 46.
- Personalidades y negocios de la Habana.
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