

Memorias de Rosa Cruz: Pergomar de Matanzas, utopía para un almuerzo inconcluso.
Llegando desde el mar la brisa acaricia las sienes de quienes disfrutan de la hermosa vista que nos ofrece la bahía de Matanzas (Cuba). Rosa Cruz salió temprano a tramitar, necesitaba gasolina y caminó hasta la estación de servicios Servi Cupet. Llegando una hoja de papel informaba en la puerta: Estamos en horario de almuerzo. No cabía duda de que custodiaban rodeando las bombas de gasolina un ejército de conos rojos. Su tanquecito era rojo también.
A dos pasos y adyacente al litoral existe un área de esparcimiento con lo que parece ser a su lado un depósito de combustibles delatado por las vistosas tapas, un poco más lejos se construye un pequeño centro comercial y a continuación se encuentra otro espacio llamado Pergomar.
La mulata no deja de pensar en el cartel ¡Qué clase de mala suerte tiene! Mira que llegar en plena hora de almuerzo a una gasolinera ¡Ná! que a ella ná má se le ocurre ir a esa hora. Pero si vuelve dentro de un rato seguro que alguien estará para atenderla. Para la casa ni loca y a pie con un sol que raja las piedras ni pensarlo, la keratina y el recién alisado de su cabello no se los jode nadie y menos el calor y la sudadera.
Pergomar la atrae con sus cuatro o cinco sombrillitas, todos los espacios están ocupados pero decide tentar su suerte a la espera del compañero del Servi-Cupet. Ella también podría comer algo:
—Buenas tardes ¿Qué tiene para comer?
—Buenas, todavía estamos cerrados.
—¿Cerrado?
¡Ay Rosa Cruz! los empleados cierran el negocio y almuerzan, a los clientes del negocio ni les abren ni almuerzan ¿Será una pesadilla tropical o hay una cámara escondida y la van a coger pá’ eso? ¿Tendrá que pedir de favor que la atiendan en el horario establecido?
—Pero, tiene personas sentadas que están consumiendo.
—Es la semana de receso escolar y tenemos un solo cocinero, además abrimos a las 12.
—Son más de las doce.
—Bueno, se va a demorar.
—No importa, me tomaré una Cerveza Mayabe de 18 CUP (pesos cubanos equivalente a unos 70 centavos en CUC) ¿Tiene todo lo que dice la carta?
—Solo pollo frito y escalope de cerdo.
—Un escalope y la cerveza.
Mira a su alrededor y todas las mesas están ocupadas, tienen unas 5 o 6 mesas con 4 sillas cada una. Sentadas, con todas las sillas llenas podrían tener 20 o 24 comensales ¿Dos cocineros para un lugar así? Vaya, a lo mejor tienen servicio al volante o se consume de pie. Se toma la cerveza y se sienta en una piedra para contemplar las azules aguas de la bahía.
Le duelen las nalgas de tenerlas encima del risco, se acabó el lager y está sudando, hay una mesa libre y se sienta, a su izquierda una mamá y su hija miran el pollo que les traen, se detienen a observar el pequeño cuarto trasero (muslo con contramuslo) no saben cómo le van a meter el diente. La madre toma el tenedor plástico como si fuera un arpón y lo ensarta graciosamente. Se lo lleva a la boca y a dentelladas termina con el pedazo, mirando nerviosamente a su alrededor lo deposita, nadie la conoce por allí.


Finalmente llega el escalope de cerdo a las 13:10, viene en un plato plástico acompañado de dos rodajas de pepino y unos cuadraditos de algo desconocido, quizás pedacitos de calabaza. Felizmente tenemos también un tenedor plástico. Ahora le parece muy claro y comprensible el comportamiento de la madre frente al pollo.
—Por favor ¿tendría un cuchillo?
—No tenemos.
—¿Y, ahora cómo me como esto? Si lo ensarto con el tenedor es a mordiscos, quizás lo agarro con las manos pero la grasa… ¿Tiene una servilleta de papel?
—No hay. Responde la mesera retirándose.
Ni pregunta por mostaza o ketchup. La gota de sudor cae en la mesa, se siente como un rehén del escalope de cerdo. Bueno, si le quito el empanizado quizás logre comérmelo. Como si fuera un cirujano extirpa la carne de su crisálida. El escalope es un corte de carne que se estira con un rodillo para que se cocine rápidamente, este más bien parece un escalope de cebolla. La fineza del corte denuncia la maestría del cocinero. Al empanizado no le falta volumen, es una obra de arte. La mosca que vigila el plato se deleita. Abandona sin tristeza su almuerzo y levantándose se dirige a la ventanilla.
—¿Cuánto le debo?
—Son veinte pesos ¿No le gustó la comida?
—Aquí tiene. Es complicado comer sin cuchillo y limpiarse sin servilleta. Traga en seco la bocanada de aire para no decirle que no quiere comerse una hoja de cebolla de cerdo aderezada de un gigantesco empanizado.
—No tenemos, en Pergomar se sirven comidas rápidas.
No replica y recoge su rojo tanque, engulle su frustración y mira la hermosa bahía. Se pregunta de qué sirve construir tanto si la calidad se ausenta ¿No podrían estos recursos dedicarse a la compra de cubiertos y servilletas de papel o quizás pagarle a un inspector para que el pueblo reciba servicios de calidad, para que se respete el peso de las porciones establecidas?
De lejos mira el hermoso y seductor cartelón y piensa que debería agregársele: Pergomar, traiga sus cubiertos y la servilleta o coma con los dedos y límpiese con su ropa. La opción es suya, usted escoge.
Bibliografía y Notas
- Este artículo es parte de las aventuras costumbristas de la mulata Rosa Cruz (17 abril 2017)
- No es una obra de ficción, cualquier parecido con la realidad es verídico.
- Pérez Betancourt Roberto. Al Día la Actualidad en Matanzas (26/12/16). Pergomar, nuevo parque frente a la bahía matancera. TV Yumurí [en línea]. [Fecha de consulta: 15 mayo 2017]. Disponible en: http://www.tvyumuri.icrt.cu/matanzas/al-dia-la-actualidad-en-matanzas-261216/
- Escritores y Poetas.
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