Solito — El Loro Patriota fue un artículo escrito por Julio F. Arteaga y publicado en la Revista Cuba y América en el Año de 1916. El caso parecerá raro, insólito si se quiere, mas no por eso deja de ser verídico: en nuestra lucha por el ideal nacional hubo un loro que prestó servicios tan importantes que bien puede ser considerado como un patriota.
Importa poco para nuestra tesis, que el animalito fuese irracional; lo importante es que prestó servicios aunque inconscientemente.
Allá por el año 1872, siendo la patriota Loreto Castillo de Duque Estrada encargada de mantener las comunicaciones entre el Gobierno Mambí, el Comité Revolucionario de la Habana, la Junta de New York y hasta con los emigrados patriotas residentes en París, y haciéndose cada vez más difícil poder llenar su cometido se le ocurrió poner en práctica el siguiente proyecto:
enviar periódicamente a la Habana y vía Nuevitas, desde Camaguey, una jaula con un loro valiéndose de los balaustres de la jaula para remitir dentro de ellos la correspondencia.
Había que conocer la intrepidez, decisión y amor a Cuba que aquella mujer poseía en grado superlativo, para comprender que aquel plan como otros muchos se llevó a cabo, sin importársele los obstáculos que tuvo que vencer.
Su primer paso fué tener una entrevista muy secreta con Don Encarnación Rodríguez (Chon Rodríguez), maestro hojalatero de Camaguey, que tenía de aprendiz precisamente a un hijo de doce años de Loretico, llamado Martín Duque Estrada y Castillo.
Convencer a Chon Rodríguez de que por patriotismo había que hacer el artefacto, no fué cosa fácil, pues el terror que infundía el gobierno colonial no era para que impunemente se jugara con los agentes del enemigo.
Mas por la persuasión, y por el cariño hacia la atrevida cubana, que por su lealtad, reconocida también hacia la causa de la libertad, consintió Don Chon a que el niño Martín hiciese la jaula comprometedora.
El segundo paso era encontrar quien estuviese dispuesto para ir y venir entre Camagüey y la Habana. Y aquí recurrió “Loretico” como se le llamaba cariñosamente, a que prestara su concurso, un joven distinguido y que estaba gustoso a servir: Manuel de Piña.
No vamos a relatar las mil peripecias que pasó Piña con la jaula. que además de contener siempre en sus veinticuatro balaustres, importantes comunicaciones, aparentemente alojaba a Solito, un hermoso y parlanchín lorito, que por sus viajes se dió a conocer en los vapores de Nuevitas a la Habana y viceversa.
La misión de Piña se limitaba, no sin dejar de arriesgar su vida, a recibir a Solito en Camaguey y entregarlo en la Habana al médico militar español pero de sentimientos cubanos Dr. Pedro Vázquez, padre del que después fué en nuestra guerra del 95, General Pedro Vázquez.
El Dr. Pedro Vázquez se encargaba de hacer llegar la correspondencia a Aldama en New York y a los demás a quienes iba dirigida la de la Habana y después con las que tuviese para la Revolución la introducía en los canutos de hoja de lata metiendo al famoso Solito en la jaula, y la entregaba al fiel Piña, quien a su vez se la daba a cuidar a la activa camagüeyana.
Muy interesante y no menos peligrosa, resultaba la operación de armar o desarmar la jaula de Solito cuando éste estaba en Camaguey. Con las precauciones del caso y en habitación apartada se realizaba la tarea, bajo la “dirección técnica” del niño Martín, auxiliado por sus hermanos especialmente por Herminia, la hermana mayor y brazo derecho de Loretico.
Tres años largos, del 72 al 75 fué esa la manera de comunicarse los cubanos de Cuba Libre con sus hermanos emigrados y del resto de la isla, quedando abandonada esa “vía”, por haber tenido que irse a la manigua Loretico con toda la familia, pues ya se había hecho muy sospechosa dentro de Camaguey, y para evitar una orden de prisión pasó a unirse con su esposo, el Teniente Coronel Esteban Duque Estrada.
Solito, el héroe inocente de estas aventuras murió años después, en la Habana, a pesar de los cuidados que le ofrecieron las hermanas Varona Pío.
Sirvan estas líneas de reconocimiento tardío, a los servicios de la gran patriota Loreto Castillo de Duque de Estrada, a los de sus valientes hijos Martín y Herminia, a los del buen Chon Rodríguez, a los del fiel Manuel de Piña, al Dr. Pedro Vázquez y por ultimo, pero no menos meritorio, a los de Solito, el loro patriota, que contribuyó a despistar a los enemigos de los mambises.
Bibliografía y notas.
- Arteaga, Julio F. “Solito, el Loro Patriota.” Revista Ilustrada Cuba y América, Sep. 1916.
- Artículos sobre la Guerra de Independencia en Cuba.
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