
El 27 de noviembre de 1871— Plegaria a la Justicia — por A Martínez.
Resuenan los pasos sobre la calle de San Rafael en la villa de la Habana y el silencio se hace omnipresente, las calzadas bulliciosas y animadas en las tardes están desiertas, huele a temor. En el usualmente concurrido Café del Louvre la vida social se ha paralizado, se oye desde aquí el ruido seco de una descarga de fusilería, de otra, otra y… otra más:
¡Preparen! ¡Apunten! ¡Fuego! sesgando el aire bajo el impacto de las balas parece el péndulo del tiempo detenerse en ese preciso instante, son las cuatro y veinte de la tarde del lunes veintisiete de noviembre de 1871.
Ocho cuerpos ensangrentados y sin vida prueban hasta donde pueden ser repulsados los límites de la decencia y verdad. Los vítores de victoria de los voluntarios mezclan la saliva con la sangre. Salpicado y feliz patalea el odio en el fango cebándose de almas inocentes.
Ocho estudiantes de medicina han sido fusilados. Alonso, Carlos Augusto, Pascual, Ángel, José, Eladio, Anacleto y Carlos están muertos, han sido asesinados.
Acto uno… la intransigencia engendrará desolación
Estruendos de la Guerra de Independencia estremecen la Isla de Cuba desde finales de 1868.
Transcurridos tres años del conflicto no parece en La Habana que el país estuviese en guerra: “los paseos animados, los cafés muy concurridos, los teatros llenos, los negocios en plena actividad y en el puerto multitud de barcos. Los periódicos mismos, si hablaban de la guerra. La alegría de la ciudad, claro es, no podía ser general. Había familias de luto, hogares en duelo y ojos llenos de lágrimas. Pero eso no se veía, no podíamos apreciarlo bien los que éramos extraños á la sociedad criolla”.1
Esta aparente calma que cubre el Occidente de la Isla es relatada por Nicolás Estévanez, digno oficial español desembarcado ese mismo noviembre quien horrorizado se insurge contra la injusticia cometida.
La capital desde hace tiempo es terreno de los desmanes de las Milicias de Voluntarios. La fuerza de choque fundada en 1855 se nutre de emigrantes peninsulares y elementos criollos leales a la Corona de España.2 Gran parte de estos se dedica a aterrorizar la población con el fin de evitar toda manifestación separatista.
El estado de exasperación y violencia no es nuevo, de un lado se quiere mantener el estatus colonial y del otro alcanzar la independencia, deseo este ultimo que cuando no se puede manifestar se expresa a sotto-voce y a veces, a gritos también.
El 21 de enero de 1869 en plena función del teatro Villanueva el mulato Jacinto Valdés grita ¡Viva Carlos Manuel de Céspedes!,3 las vivas son para quien se ha levantado en armas contra el orden colonial en el oriente cubano. A la representación del día siguiente asisten varias damas vestidas con los colores de la bandera cubana, con estrellas en el pelo y en sus vestidos.
Al repetirse esa noche la manifestación anti-española los voluntarios se abalanzan sobre el teatro saldándose el ataque con muertos y heridos. Los siguientes cuatro días son de violencias sin par, entre otras fechorías asaltan el café del Louvre y el Palacio de Aldama.
Cuando Domingo Dulce y Garay asume por segunda vez el mando de Cuba el 4 de enero de 1869 implementa una política de pacificación, conoce la Isla y está casado con María Elena Martín de Medina, criolla nacida en Matanzas y viuda del segundo conde de Santovenia.
Dulce quien se encuentra enfermo (fallece el 23 nov. de 1869) decreta la libertad de prensa y ofrece una amnistía para quienes rindan las armas. Su gestión fracasa asediada por dos frentes antagónicos, con los independentistas de un lado y los pro-españoles del otro, con una Habana en manos de los Voluntarios estimados en unos 11.000.4
El primero de junio se congrega una multitud gritando ¡Muerte a Dulce! y los comandantes de los batallones de Voluntarios exigen su dimisión, detenido es enviado a España. Sucumben de esta manera sus tentativas de paz y la esperanza de resolver pacíficamente un conflicto que durará varios años más causando miles de muertes.
Acto dos… Las cascadas de tinta encauzarán un mar de sangre
La escalada que desemboca en la política de exterminio va en crescendo. El fuego devorador es avivado por la Voz de Cuba, el periódico fundado por Gonzalo Castañón Escarano. Considerado un ídolo por los integristas y los elementos más reaccionarios entre los Voluntarios será Castañón con sus cascadas de tinta quien encauzará un mar de sangre que no tardará en clamar vidas inocentes.
A principios de 1870, en cuatro partes publica en enero el artículo “Reconstrucción, repoblación”, en este propone repoblar la Isla con elementos exclusivamente españoles a la manera que el labrador cuida de sembrar un grano bueno en el sitio que ocupaba antes la cizaña.5 Precursor a las agitaciones y los asaltos el año anterior ha publicado otro con el sugestivo nombre de “Ingratitud”. Sus letras no necesitan comentarios.
Los cubanos radicados en Cayo Hueso poseen el periódico El Republicano desde este promueven su causa y responden a los ataques de Castañón. El editor José María Reyes así lo hace el sábado quince de enero de 1870 fecha en la que defiende a las mujeres cubanas llamadas prostitutas por el dueño de la Voz de Cuba.6
Prosigue un intercambio de publicaciones, cartas y telegramas. El español a su vez se dice insultado y el director del Republicano sostiene sus palabras. Castañón buscando el desafío para realzar las ventas de su periódico7 se dirige a Cayo Hueso el 28 de enero de 1870, no sin antes hacerse fotografiar en el negocio del que fuera propietario Samuel Cohner asesinado un año antes por los Voluntarios durante los disturbios del teatro Villanueva. La ironía de la vida toma extraños caminos.
Acompañado de dos padrinos y un médico se aloja en el Hotel Russell House de la calle Duval, frente a la redacción e imprenta del periódico El Republicano. Detrás han quedado sus palabras al recibir Voluntarios Catalanes: contribuiréis, á la completa pacificación de esta provincia, que hijos ingratos y desnaturalizados intentan desmembrar del suelo patrio, para venderla luego al estranjero… y su carta despedida.
Enviado recado a Reyes este se presenta y es golpeado por Castañón, liberado este último mediando una fianza de doscientos pesos morirá baleado durante un altercado con Mateo Orozco el treinta y uno de enero de 1870.8 Su cadáver es enviado ese mismo día a La Habana a bordo del vapor Lavaca.
Su muerte calificada de vil asesinato por las autoridades españolas y su entierro lleno de furia reaccionaria el dos de febrero en uno de los nichos del Cementerio de Espada sembrarán la semilla del próximo acto.
La rabia y la sed de venganza se cobran varias vidas en esos días, entre ellos Vicente Daumy fusilado en la calle de San José por encontrarse en Cayo Hueso el día de la muerte de Castañón y declarar que había sido un duelo, Luis Luna yerno de Juan Poey, el norteamericano Isaac Greenwald por pasearse con una corbata azul. En Matanzas entre descargas cerradas y toques a degüello asaltan los voluntarios la casa de Benigno Gener.
Acto tres… Del odio se cebará el sufrimiento de los inocentes

Veintitrés de noviembre del año 1871, los alumnos de la cátedra de medicina del primer año esperan al maestro que se ha retrasado en el anfiteatro anatómico de San Dionisio, sigue después un curso de Disección.
El edificio donde se encuentran es el otrora Asilo de Dementes, contiguo al desaparecido en la actualidad Cementerio de Espada, antiguamente ubicado en el perímetro que ahora conforman las calles habaneras de Aramburu, San Francisco, Vapor y San Lázaro.
Saliendo del anfiteatro ven el carro que se utiliza para transportar los cadáveres destinados al estudio y sin pensarlo Anacleto, Ángel, José y Pascual se suben a este y dan varias vueltas por la plaza delante del cementerio. Alonso arranca una flor. Terminada la clase regresan a sus hogares ignorando que esa tarde de jueves sellará el destino de varios de ellos.
Ese mismo día Vicente Coba Quiza, celador del lugar, informa a las cuatro de la tarde al presbítero y capellán del camposanto Mariano Rodríguez Armenteros que al llegar hacia las dos y treinta vió algunos estudiantes saliendo por el pórtico del cementerio, que al inspeccionar el lugar constata pisoteados los jardines frente a los nichos de Castañón y Ricardo Guzmán el Bueno y que además se ha rayado el cristal de la puerta que cierra el nicho del primero.
El capellán a su vez verifica y nota unos arañazos en el cristal pero no da parte porque —según él— no lo estima de importancia, ignora cuando se hicieron y quien los hizo.
En el cementerio también trabaja el conserje Felipe Perera encargado de cerrar la puerta del lugar entre doce y tres de la tarde ¿Hicieron algún discurso patriótico frente al nicho de Castañón alabando la independencia?
Quien dirigió la ejecución unos días después nos proporciona un indicio con sus palabras: quedó plenamente demostrado en el proceso que los estudiantes de medicina, reunidos tumultuariamente en el cementerio, profirieron gritos subversivos contra España, ultrajando al mismo tiempo los sepulcros de Castañón y otros españoles distinguidos.
Queda descubrir la certeza de esta afirmación, la que en caso que de palabra se haya ultrajado no justifica la pena capital y en el de ultraje a los sepulcros, el propio hijo de Castañón lo negó refiriéndose al de su padre.
Temprano en la mañana del sábado veinticinco se presentan en el cementerio el Gobernador Político Dionisio López Roberts y Felipe Alonso Fierro Capitán de Voluntarios y acompañante de Castañón en su fatídico viaje a Cayo Hueso. Por comunicación de López a Valmaseda sabemos que no lo hace antes porque “la noticia no llegó a mi conocimiento hasta la noche del viernes, porque el Capellán del Cementerio temió dar parte”.[9]
El supuesto delito cometido por los estudiantes es el de haber rayado el cristal del nicho donde reposa el que fuera propietario de La Voz de Cuba, Gonzalo Castañón. Decidido en su empeño López Roberts acusa de profanadores a los estudiantes del segundo curso de medicina e intenta enviarlos a prisión, lo que enérgicamente impide su maestro el Dr. Sánchez Bustamante.
A las doce del día regresan al cementerio López Roberts y Alonso Fierro con el Comisario Nicolas Araújo. Esta vez son los estudiantes de primer año los que son acusados de conducta criminal y profanación de tumbas, contrariamente al doctor Bustamante su maestro Pablo Valencia asiste impávido a la escena, para él allí está el culpable y otros son dignos… se busca al autor de un atentado al honor.
Ni la declaración del Capellán detuvo la sarta de imputaciones, los estudiantes rompieron el cristal, tiraron las coronas de siemprevivas y sacaron los huesos del ataúd. Allí mismo Felipe Alonso el Capitán espeta al joven de dieciséis años Alonso Álvarez de la Campa: ¡Ay, Alonsito, ni los millones de tu padre te han de valer para que no te vuelen los sesos!
¿Para qué tanto odio cebándose de inocentes? ¿Por qué cegarse ante la realidad de los hechos y de la evidencia? los más de cuarenta estudiantes son puestos entre dos filas de voluntarios y conducidos entre los insultos de las turbas a la cárcel. Detenido por defenderlos también resultará el catedrático de disección, Dr. Domingo Fernández Cubas.
A las ocho de la noche del veinticinco estaban en prisión. Los que declararon haber jugado con el carro y Alonsito el de la flor fueron separados del grupo. Al día siguiente, en horas de la tarde del domingo veintiséis parece ser que Dionisio López Roberts no ha dado el parte de la situación al General Segundo Cabo Romualdo Crespo quien como suplente del Conde de Valmaseda ocupa la Capitanía General.
Los voluntarios desfilan ese día a las cuatro, hay gran parada y gritos en la línea formada ¡Viva España! ¡Mueran los traidores! es el Quinto batallón y la compañía de Felipe Alonso los que desatan la jauría de los diez mil voluntarios que asisten a la parada.
Al terminar esta se van reuniendo frente a la cárcel y a las dos horas son más de mil que entre cornetas y tambores claman sangre pidiendo castigo para los estudiantes. Anochece y por la Habana cabalga el espanto, las campanas tocan a rebato.
Otro grupo de frenética multitud se dirige a la Capitanía General. Las autodenominadas Comisiones de Voluntarios del quinto y séptimo batallones exigen la constitución de un Consejo de Guerra permanente y el fusilamiento inmediato de todos los estudiantes detenidos.

Memorias á todos mis amigos y que me dispensen en todo lo que les he hecho. Me he confesado como cristiano con el Padre Miguel de San Felipe, que les vá á hacer una visita. Tu hijo que te quiere mucho y el último adios que doy.
Alonso Álvarez de la Campa
Romualdo Crespo, el suplente de Valmaseda no controla la situación, las pocas tropas regulares que posee no son suficientes para restablecer el orden y accede a crear un Consejo de Guerra presidido por un Coronel Presidente, seis Capitanes Vocales, un Fiscal y cuarenta y cuatro defensores Oficiales del Ejército. A ellos se entrega el sumario del caso hecho por López Roberts sin pruebas ni testigos.
Cerca de las nueve de la noche comienza el Consejo de Guerra verbal. La cárcel se encuentra cercada por Voluntarios amotinados que con gritos desaforados piden que mueran los estudiantes, los desterrados en Isla de Pinos y cualquier otra persona sospechosa de simpatizar con la insurrección.
El estado de excitación de los voluntarios está casi al borde de dar comienzo a una purga dentro de la población civil.
Nombrado de oficio, junto a otros oficiales de ejército, incumbe al Capitán del Ejército Federico Capdevila Miñano defender a los estudiantes. Su alegato habrá de quedar registrado en la historia como prueba del pundonor, rectitud e integridad con que obraban algunos oficiales españoles.

Llamado traidor y mambí por uno de los voluntarios que desarmados habían sido autorizados a asistir al Consejo Capdevila no pudo contenerse y le golpea. El Capitán a punta de espada tiene que ponerse a salvo ayudado por los Coroneles Alejandro Jaquetot presidente del Consejo y por Ramón Herrera Sancibrián, jefe del Quinto de Voluntarios.
Sin obtener fallo Romualdo Crespo presionado por las Comisiones y por indicación del Presidente aumenta el número de vocales con nueve capitanes de los cuerpos de Voluntarios. A las tres de la mañana López Roberts se persona en la cárcel para intentar calmar los ánimos y es retenido hasta el amanecer como garantía de que se fusilaría a los presos. Los generales Venenc y Clavijo serán también a punta de bayoneta obligados a permanecer allí hasta el fin del Consejo.

Mis queridos padres y hermanos: hoy que es el último momento de mi vida me despido de ustedes, y que se consuelen pronto. Les recomiendo en particular á mi Lola y que ella guarda mi sortija, y que la leontina que tiene mi hermano la entregue á Lola. Sin más echénme la bendición y no olviden mi recomendación. Lola: acuérdate de mí, tu Anacleto.
Anacleto Bermúdez Piñera
Cuenta Fermín Valdés Domínguez,[10] uno de los estudiantes encausados, que ese mediodía del veintisiete poco antes de que se dictara la malévola sentencia un mulato y dos negros frente a la Plaza de la Cárcel dispararon sus armas contra los Voluntarios e hiriendo un Alférez murieron al ser perseguidos.
Las versiones varían, son cinco los que perseguidos mueren, son dos voluntarios heridos, en otra el moreno Álvarez de la Campa hermano de leche de uno de los fusilados se abalanza cuchillo en mano sobre el piquete[11] y hasta un celador del barrio La Punta informa de cinco hombres de color muertos por heridas de arma de fuego y bayoneta en diferentes calles.
Rebelión, intento de rescate, auto-defensa o excesos de los voluntarios caben en este escenario, si dispararon tan cerca de la cárcel existen posibilidades razonables de que hayan intentado atraer a los voluntarios lejos del lugar, el rescate siendo una lejana opción ante el agrupamiento de tropas. Será este el único gesto armado del que se tenga noticia durante el cautiverio de los jóvenes estudiantes.

Papá: muero conforme y esperando que Dios recibirá mi alma en su Santa Gracia pues soy inocente: Dios es muy justo y como tal me prestará la resignacion. Tula: Consuélate y tén la resignacion necésaria como yo la tengo: no creí verme en éste caso porque bien sabes que he sido hombre de órden. Dios lo ha permitido; sus juicios son inescrutables. Adorémoslos, y allí nos veremos, como lo espera quien siempre te ha querido y te quiere.
Pascual Rodríguez Pérez
La farsa del Consejo de Guerra casi estaba terminada, en un informe ulterior el General Venenc siendo testigo presencial describe lo que sucedió:

La Primer Autoridad (Romualdo Crespo – Capitán General Suplente) me mandó a decir con el Comandante Isidro Gutiérrez Campoamor que dijese al Presidente del Consejo que la salud y tranquilidad de La Habana dependían del fallo del Consejo. Hice venir al Presidente para que repitiera Gutiérrez lo que me acababa de decir. Me preguntó el Presidente qué hacía y respondí que obrara en justicia y actividad, me aseguró que terminaría a las dos de la tarde pues estábamos persuadidos que la noche traería mas desórdenes (Le Roy, 1978, p.54)…
Todo estaba emplazado para que se emitiera el horrible veredicto del Consejo, las autoridades militares de la plaza habían decidido plegarse a las demandas del populacho, anunciado con ocho toques de corneta serían pasados por las armas ocho estudiantes:

Por la flor Alonso Álvarez de la Campa, por jugar con el carro Anacleto Bermúdez, José de Marcos Medina, Ángel Laborde y Pascual Rodríguez Pérez, los tres restantes Carlos Augusto de La Torre, Eladio González Toledo y Carlos Verdugo fueron sorteados. Este último no estaba presente el veintitrés pues había llegado de Matanzas el sábado día del arresto, lo sabían pero poco importaba, sería uno de los ocho, quinto de la totalidad, que debía perecer.
De los otros treinta y cinco, sin contar los dos que habían sido ya exentados: uno por norteamericano y el otro por peninsular voluntario, fueron sentenciados doce a seis años de presidio, diecinueve a cuatro años y cuatro a seis meses de encierro menor.

El Presidente del Consejo entregó la sentencia al Capitán General Crespo, quien con dictamen de su Auditor de la Guerra Fernando Fernández de Rodas, la firmó y ordenó que se cumpliera antes del anochecer. Desde uno de los balcones del Gobierno el Capitán José Gener leyó la sentencia a la muchedumbre.
De regreso a la cárcel José Gener llamó a los tres condenados designados por sorteo que todavía estaban entre sus compañeros, uniéndolos antes de las cuatro a los otros cinco en Capilla para que pudieran confesarse con los sacerdotes.
Tuvieron media hora y el tambor repicó, entre sus manos esposadas llevaban una cruz ¡Sonó una descarga! otra, otra y… otra más.

Los fusiló de espaldas y de rodillas el piquete mandado por la voz de Ramón López de Ayala. Lamiéndose las fauces se regocijó la muerte y respiró con fétido aliento la multitud de voluntarios saboreándose de la juventud que se había cobrado. Los militares vestidos de sucias casacas miraron hacia el suelo y la venganza señoreó. Estaban muertos.
Se llevaron los cadáveres al cementerio provisional San Antonio Chiquito, los otros jóvenes condenados fueron enviados a las canteras y los periódicos ¡Ay, los escritores! derrocharon sacrílegos elogios a los desbordantes y henchidos pechos del peninsular patriotismo que fusiló a los ocho estudiantes.

A aquellos muertos y a los que sufrieron encierro el tiempo les juzgó ¡Inocentes! Los que sobrevivieron fueron indultados por el gobierno de la metrópoli y sin embargo, debieron de abandonar la Isla. Uno de ellos, Fermín Valdés Domínguez publicó en 1873 un libro titulado “El 27 de Noviembre de 1871”. La obra que detalla los hechos y demuestra la inocencia de los estudiantes será reeditada varias veces.
De los implicados en esta triste historia, el celador jardinero del cementerio dijo que solamente había informado al Pbro. Mariano Rodríguez (separado de su cargo por tres meses a raíz de los hechos) y este interrogado a su vez años después respondió que nada había dicho, pues nada lo ameritaba agregando que al ser interrogado por el Gobernador Político este le había confirmado que fue el Celador Vicente Coba quien dijo que los estudiantes habían rayado el cristal
¿Quién miente? ¿Fué el conserje Felipe Perera o un visitante que vió las rayas y dió parte? pues no se supo hasta tarde el viernes. Reyes Zamora, uno de los estudiantes, contará que todo partió de una batalla de piedras vista por el Cura y propalado el hecho por el Celador llegó el rumor al Gobernador. Si soplón hubo, lo que es muy probable, debe de haber vivido el resto de sus días recordando las vidas que con su cobardía y complicidad sacrificó.
El Gobernador Político Dionisio López Roberts quién planeó la farsa y la acusación había sido destituido de su cargo por Real Orden del 13 de noviembre de 1871, unos días antes de los siniestros hechos. Sabiendo su poder mermado es muy posible que haya intentado un ultimo golpe a fin de enriquecerse.
Varias fuentes apuntan[12] a su adicción al dinero y a la posibilidad de que con lo tramado trataba de extorsionar a los padres de los jóvenes. El Tocho, tío de Álvarez de La Campa ofrecerá una enorme suma por salvarlo. Tiempo después será demostrado que en 1884 vendió un texto diplomático comercial a un periódico, el Tratado de comercio Foster-Albacete.[13]
Al utilizar una tropa de voluntarios para detener y llevar a cabo su plan no calculó el estado de efervescencia política en el que se encontraban aquellos, ni que el domingo habría un gran desfile de estas mismas tropas irregulares, con su lote de borrachos y testosterona.

Quedan el inspector de policía Araujo y Felipe Alonso el Voluntario ¿No sabían lo que realmente sucedió en el cementerio? como años más tarde el hijo de Gonzalo Castañón declaró: Ni la tumba de mi padre ni su cadáver han sido profanados.
Romualdo Crespo el Capitán General suplente, recién llegado a la Habana, optó por plegarse a las exigencias de los voluntarios y consideró que sacrificando ocho vidas aplacaría la jauría que se cernía sobre la ciudad.
Cabe destacar que no todos actuaron deshonrosamente, los que custodiaban la cárcel y otros, voluntarios también, no permitieron que se masacraran los estudiantes allí detenidos.
Quedan entre muchos más el azuzador Francisco F. Conte director del periódico La Voz de Cuba y Ramón López de Ayala quien dirigió los fusiles que terminaron con la vida de los ocho jóvenes y por lo cual fue apodado Mata Ocho.[14]
El nueve de marzo de 1887 se procedió a la exhumación de los restos, los que fueron en una caja de plomo trasladados al panteón de la familia Álvarez de la Campa, a través de los periódicos se inició una suscripción popular con el fin de construir un monumento a los estudiantes.
El escultor cubano José Vilalta de Saavedra fue el encargado de la obra que se inauguró en noviembre de 1899. En el monumento figuran tres figuras femeninas, “La Inocencia” que lleva una banda donde se inscribe en latín “Innocentia Immunnis”, abriendo las puertas sale a la luz la verdad, la “Conciencia Pública” sosteniendo un libro y “La Justicia” con la balanza de la ley inclinada y los ojos sin vendar, en alegoría a la falta de transparencia del Consejo de Guerra.
Aquí reposan los ocho estudiantes fusilados, el digno oficial español que asumió la defensa Federico Capdevila, el doctor y catedrático que se negó a secundar la acusación Domingo Fernández Cubas y Fermín Valdés Domínguez juzgado en la misma causa y condenado a presidio, promotor del mausoleo y vindicador sin descanso de la inocencia de los jóvenes estudiantes.
La tumba de los estudiantes se levantará, nó para concitar odios, nó como testimonio de venganza, sino como un recuerdo para todos los que quieran medrar con la injusticia y la mentira; siendo ella al mismo tiempo una prueba de que vindicados están los que murieron como profanadores, y, por lo tanto, ante ella puede jurarse la unión verdadera de los que aman la justicia y la libertad!
Fermín Valdés Domínguez
Sírvannos estos hechos de memoria histórica, de advertencia y alarma cada vez que el caudillismo extremista incite al odio, de ayuda para descubrir cuando los odios se disfracen de patriotismo exacerbado y político, para no dejar que la razón calle bajo los golpes de la intransigencia.
Sírvannos de tributo a la vida y al amor.

Deseando que sus almas reposen en paz y que no se repitan, fueron los sucesos de esta historia compilados por A. Martínez (Mtl. octubre 21, 2018) en un esfuerzo por rendir justo homenaje a los jóvenes que perdieron su vida en la explanada de la Punta hace casi 147 años. Van las gracias a todos los que con sus escritos hicieron posible esclarecer la verdad y a los investigadores que aún tratan de hacerlo, a los que con entereza les defendieron aún arriesgando sus propias vidas. Puedan descansar todos en paz.
Citas y referencias:
[1] Estévanez Murphy, N. (1903). Fragmentos de mis memorias. Madrid: Establecimiento Tipográfico de los hijos de R. Álvarez.
[2] Padilla, F. J. (2016). El Cuerpo de Voluntarios de Cuba (1855-1898). University of Nottingham: Centre for Research on Cuba: Annual Conference. Recuperado de: http://www.academia.edu/28685841/El_Cuerpo_de_Voluntarios_de_Cuba_1855-1898_
[3] Marchante, C. M. (2008). De los sucesos del teatro Villanueva: Una fuente oral inédita. Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, 3-4, Recuperado de http://revistas.bnjm.cu/index.php/revista-bncjm/issue/view/26
[4] Gott, R.(2007). Cuba una Nueva Historia. Madrid: Ediciones Akal, p. 118. Recuperado de https://books.google.ca/books
[5] Le Roy, L. F. (1970). La Muerte de Castañón, raíz de los sucesos de noviembre de 1871. Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, 2, p. 41
[6] Castañón, G. (15 de enero de 1870). La Voz de Cuba. Artículo no consultado. Véase Gerardo Castellanos, (1935), Motivos de Cayo Hueso. Habana, p. 217
[7] Zaragoza, J. (1873). Las Insurrecciones en Cuba. Madrid: Manuel G. Hernández, pp.524-525. Disponible en: https://almaryucayo.test/Las-insurrecciones-en-Cuba-Volume-2.pdf [Consultado 18 Oct. 2018].
[8] De Armas, J. I. (1938). Combate de Russell House, Cayo Hueso 1870, Muerte de Castañón. (Editorial Alpha, 1938).
[9] Le Roy, L. F. (1978). Documentos Desconocidos sobre el proceso de los estudiantes del 27 de noviembre de 1871. Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, Sep. Dic. 3, pp. 33-73
[10] Valdés Domínguez, F. (1887). El 27 de Noviembre de 1871. Habana: Imprenta La Correspondencia de Cuba.
[11] Quiñones, T. (1998). Historia y tradición oral en los sucesos del 27 de noviembre de 1871. UNEAC Gaceta de Cuba (No. 5, septiembre) Recuperado de: https://www.afrocubaweb.com/coneg/desdelaceiba23nov12.htm#Historia_y_tradici%C3%B3n
[12] Reyes Zamora, A. (1920) Episodios en la vida de un estudiante del 68 hasta 30 años después. Santiago de Cuba, p.24. Recuperado de: https://library.harvard.edu/[PDF]
[13] Castillo, J. A. (1887) Dos Palabras acerca de la obra publicada por el Sr. Don Fermín Valdés y Domínguez con el título de El 27 de Noviembre de 1871. Habana, p.15. Recuperado de: https://library.harvard.edu/ [PDF]
[14] Le Roy, L. F. (1971). Personajes Nobles y figuras viles del 27 de noviembre de 1871. Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, Sep. Dic. 3, pp. 5-33
Otros Artículos de interés:
- Andueza, J.M. (1841). El Cementerio de Espada. Isla de Cuba: pintoresca, histórica política, literaria, mercantil é industrial. Recuerdos, apuntes, impresiones de dos épocas. Madrid: Boix, pp. 25-31
- Federico Capdevila, defensa de los estudiantes en 1871.
- V. (24 de mayo 1872). La Tumba de Castañón. La Ilustración Española y Americana. (20) pp. 316-318
Caridad Álvarez de la Campa dice
Qué horror. Un pasaje de la historia que aún sentimos en nuestros corazón
andres pons dice
Ni unos fueron tan buenos, ni los otros fueron tan malos
Andrés Pons dice
Haciendo gala a Campoamor dijo: En este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo se ve a traves del color del cristal con que se mira