Arribada Recordable: Desembarco de José Martí y Máximo Gómez por El Capitán Nemo para El Fígaro. Piadosa leyenda nacional inglesa cuenta el modo con que San Jorge venció al Dragón infernal e invencible. Herido y casi vencido por el monstruo replegóse tras el tronco de un naranjo cargado de azahares bendecidos.
Esto, no sólo le curó y prestó nuevas fuerzas, sino que le invulnerabilizó. Las albas y santificadas flores constituían el magno antídoto contra las potestades demoniacas del hasta entonces invencido Dragón.
Diz que siempre que San Jorge necesitaba robustecerse, curarse y mejorarse, acudía, presuroso, desde las lejanas tierras de Escitia y Capadocia, a interpenetrarse de los santos y fortalecedores efluvios emanados del famoso e inmortalizado naranjo.
Ocúrreme con las altas, nobles, bravías y salutíferas comarcas de Oriente, lo que a San Jorge con el naranjo reconfortante y blindador. Cada tres meses a lo sumo escapo de esta ciudad y voy a ver aquello.
En trabajos que me competen, cabalgo, durante semanas, navego, subo cerros, bajo a pozos de minas, recibo sol desde el amanecer hasta la puesta de dicho astro, soporto la lluvia, laboro, en fin, hasta lo sumo; y, al cabo de quince días, regreso a esta ciudad pleno de fuerzas, rebosante de vigor como Brand, el héroe escandinavo citado por Ibsen, que aseguraba hallarse siempre como el abeto de las praderas y como el pino de las montañas, lleno de salud y de potencia.
Si esto me ocurre en el orden físico, en el moral me robustezco mucho más. En Oriente son las palmas más altas, dijo José Martí, lo cual además de simbólico es por demás elocuente.
Viendo lo que aquí, en la capital de la república, se ve en el orden patriótico y austero, es indispensable celebrar al personaje de una obra de Víctor Hugo, “al cual la vista de las poblaciones aumentaba en él el amor a las selvas, a las malezas, a las espinas, a los cerros y a los agujeros de las peñas”.
Baracoa, asiento de nuestro primer municipio; la playa de Duaba en que desembarcó Antonio Maceo el primero de abril de 1895; Las Playitas, en la costa sur de la misma provincia, teatro del desembarco de José Martí y Máximo Gómez el 11 de abril del mismo año; los Mangos de Baraguá, (que debieran ser considerados reliquias nacionales, como consideraban sagrados los polacos los campos de Maciejowice y las llanuras de Ostrolenka);
Bayamo, sitio en que fué dado el decreto de abolición de la esclavitud en 27 de diciembre de 1868, y cuna de Carlos Manuel de Céspedes; Yara, a cuyo lugar fuí a caballo hace pocos días; Peralejo, Sao del Indio, Jiguaní y otros lugares más, no menos dignos de veneración por todos los cubanos conscientes, constituyen escalas de mis campicursiones y recorridos.
Cumpliendo mis deberes de hombre consagrado al trabajo aún los días de fiesta, doyme el honesto placer, ya que no de pasear, al menos de pasar, por los lugares citados.
Casi siempre recojo impresiones y anoto hechos que me sirven para apuntes históricos imparciales y fieles cual este. No escribo por lo que oigo decir a distancia; sino por lo que sé en el mismo lugar en que los hechos históricos acaecieron; me baso, además, en testigos presenciales eficientes e intachables.
El 30 del próximo pasado septiembre (1918), a las seis de la mañana, llegué a Las Playitas, lugar en el cual desembarcaron a las diez de la noche del 11 de abril de 1895, “José Martí, Máximo Gómez, Paco Borrero, Ángel Guerra, Marcos el asistente y un ciudadano bajito, blanco y, al parecer, ayudante”.
Las Playitas están entre Cajobabo y Jauco en la costa sur de Baracoa. No están cerca del puertecito de Baitiquirí1, como erróneamente dice cierta historita de Cuba en que han debido aprender niños cubanos.
De Baitiquirí a Las Playitas hay no muy corta distancia, y, se encuentran, entre otros los embarcaderos de Imias, Tacre, Jojó Abajo, y Cajobabo.
La historita en cuestión no puede ser “la maestra de la vida”, como llamara Cicerón a la verdadera Historia. Cierto es que cuando hay Geografías sustentativas de que Islandia (confundida con Groenlandia) pertenece a América y cuando afamados conferencistas dicen, escriben y publican que los Cárpatos se encuentran en Siberia, no hay que ser muy severo por cercanía más ni por distancia menos.
No saber lo que ningún cubano debiera ignorar es una de las peculiaridades de los más de los criollos. Así me explico que, hace poco, al obsequiar yo al doctor Aróstegui, secretario de Instrucción Pública, con una piedrecita del lugar en que desembarcaron Martí y Gómez, alguien, muy notable y prominente, me interrogara así:
—¿Con que la piedrecita que acaba de dar al doctor es del lugar en que desembarcó Martí? ¿De Dos Ríos, verdad?
A lo que respondí:
—No, señor. En Las Playitas, y no en Dos Ríos, fué en donde desembarcó Martí. En Dos Ríos, lugar de la confluencia del Cauto y el Contramaestre, fué donde murió, el 19 de mayo de 1895.
Me acompañaron a “Las Playitas” el día que he dicho, los señores Manuel Darío Rubio, culto maestro de escuela de Cajobabo, el Sr. Paulino Barbón, comerciante y propietario y Marcos Rivera Ramírez. Este, por orden de Máximo Gómez, acompañado por Manuel Martínez, dió fuego al bote de los expedicionarios para borrar las huellas del desembarco.
Guardaron tres horquillas galvanizadas del bote quemado. En ellas se apoyaban remos. Rivera Ramírez me obsequió dos de dichas horquillas. Barbón otra. Las acepté jubiloso prometiéndome regalarlas a la Sección de Ciencias Históricas del Ateneo de esta capital.
Hice entrega de ellas a los señores Segura Cabrera y Salvador Salazar el 6 de octubre, a las cuatro de la tarde. Pedí que no se olvidasen los nombres de Rivera Ramírez y Barbón que durante tantos años guardaron con unción patriótica esas reliquias históricas, y que si se dispusieron a dármelas desinteresadamente fué por que les constaba que yo procuraría honrarlas y que las honrasen.
De Las Playitas fueron los próceres revolucionarios a casa de Gonzalo Leyva, que los relacionó con Silvestre Martínez, cuñado de Rivera Ramírez. De casa de Gonzalo Leyva fueron a Tacre y de este punto a “Juan Ramírez” por dentro del río para no hacer rastro. En “Juan Ramírez”, en una cueva, acamparon.
José González, vecino de “Jojó”, que vive actualmente en el “Paso del Ocuje”, los llevó a “El Najezial”. Ahí se incorporaron a las fuerzas que desde Baracoa les envió el coronel Félix Ruenes. Pedro Rubio, hermano del excelente maestro de escuela citado, vino con esa fuerza. Los remos y una argolla de cobre están aún por allá, según me dijeron. La argolla se encuentra en una chalanita de Rivera.
Máximo Gómez dió una pieza de oro de diez pesos a Zoila Rodríguez. Alguien, al verla, como no la conocía, dijo ser falsa. Apropiósela, no obstante, por presta providencia. Mostróla en Baracoa; denunció el desembarco e hizo ir soldados españoles contra los expedicionarios y sus auxiliares.
De Guantánamo también salieron tropas hispanas. Gracias a la pericia de José González, gracias a su pleno conocimiento de las selvas y las sierras aquellas, no fueron copados los expedicionarios, como casi lo fueron los hermanos Maceo y los suyos después de desembarcar en Duaba. El General Flor Crombet pagó con su vida los trabajos informativos que rindieron los espías y traidores a la buena causa de Cuba.
Cinco días después del desembarco de Martí y Gómez en Las Playitas, desembarcó Martínez Campos en La Caimanera, en la misma costa sur del extremo oriental de Cuba. La persecución se intensificó. No obstante ella, Martí, Gómez y Maceo conferenciaron en La Mejorana el 5 de mayo, acordando el plan de guerra seguible. Por tal acuerdo la caída de Martí no determinó la caída de la revolución libertadora.
Cierto es que la chispa no encontró elementos adecuados para generar luz y calor en la totalidad de la isla. Las “fuerzas retardatarias” eran y aún siguen siendo, poderosas y profundas.
Pero la semilla conducida por el bote ,que hizo aquella “arribada recordable”, germinó como un granito de palmiche genera una palma real, reina de la floresta, pese a las malas yerbas que suelen crecer en su base y a los rayos eléctricos que, como un homenaje de lo que brilla a lo que se destaca, conturban su penacho, verde como la esperanza y simbólico como el signo de los mártires oferentes de su vida en aras de ideales de dignidad, fraternidad e igualdad entre todos los componentes de la gran familia humana.
El Capitán Nemo2
Habana, 1919.
Diario de José Martí, 11 de abril, 18953
Abril 11. —bote. Salimos a las 11. Pasamos (4) rozando a Maisí, y vemos la farola. Yo en el puente. A las 7 1/2, oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán conmovido. Bajan el bote.
Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el General ayudan de popa.
Nos ceñimos los revólvers. Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una plaja de piedras, La Playita, (al pié de Cajobabo.) Me quedo en el bote el último vaciándolo.
Salto. Dicha grande. Viramos el bote, y el garrafón de agua. Bebemos Málaga. Arriba por piedras, espinas y cenegal. Oímos ruido, y preparamos, cerca de una talanquera. Ladeando un sitio, llegamos a una casa. Dormimos cerca, por el suelo.
Diario de Máximo Gómez, 11 de abril, 1895
Día 11. Hemos amanecido en Inagua. El trabajo de echar los trabajadores a tierra se hizo en seguida, y se embarcó a bordo un bote que hemos comprado en 100 pesos.
A las 2 de la tarde se levantó ancla y sigue el vapor su rumbo. Dos horas después las montañas de Cuba se presentan a nuestra vista ansiosa. Seguimos sin novedad.
Son las ocho de la noche, nos encontramos a 3 millas de la costa Sur de Cuba, no muy lejos del Puerto de Guantánamo. La noche es tenebrosa, el mar se siente agitado, la obscuridad
es tal que el mar parece un negro manto funerario donde nos debemos envolver para siempre. Ni una estrella alumbra el firmamento.
El chubasco se afirma. El vapor se detiene un momento y rápidamente se descuelga un bote, se carga de armas y pertrechos y caen dentro de él seis hombres; que cualquiera diría que eran seis locos.
Se va en el acto el vapor y quedamos desamparados, envueltos en aquella pavura atroz. Ninguno de los seis somos marinos, y con todo, echamos manos a los remos. Martí y César a proa, reman muy mal, pero a la desesperada; los demás al centro, yo he agarrado el timón que apenas lo entiendo que al fin se zafa y se pierde.
La obscuridad es profunda y el chubasco arrecia. Hemos perdido el rumbo y no podemos divisar bien la tierra. Dos hombres en tierra, que nos figuramos pueden ser guardias españolas, nos marcan nuestro rumbo, y para allí con trabajos y fatigas inauditas nos dirigimos.
La Providencia no nos desampara; el chubasco calma, la noche se aclara y la luna empieza a alzarse por Oriente. Ya seguimos bogando con más maestría. Yo y el Brigadier Borrero, de un remo hemos hecho de timón y ayudamos, empujando, a dirigir la embarcación con muy buenos resultados.
Ya son las 10 de la noche y nos hemos podido pegar a tierra —pero el desembarco no nos fué posible, pues son peñas cortadas a cantos que se elevan de manera brusca y donde el mar combate con furia— y seguimos costeando un poco.
La fortuna nos depara un recodo, “La Playita”. Allí dirigimos nuestra embarcación, y como por encanto nos encontramos en tierra; casi de la misma embarcación pasamos a la orilla de Cuba, a las 10 y media de la noche del día 11 de Abril.
Bibliografía y notas
- García Vergara, M. “Arribada Recordable.” El Fígaro Periódico Artístico y Literario, Año XXXVII, núm. 1 y 8, 1920, p. 81.
- Probable referencia del autor a Morales Morales, Vidal. “Desembarco de Martí y Máximo Gómez.” Nociones de Historia de Cuba, Adaptadas a la enseñanza por Carlos de la Torre y Huerta, La Moderna Poesía, 1904, p. 230. Donde dice el texto: Desembarco de Martí y Máximo Gómez. —El
15de abril arribó felizmente á Las Playitas, cerca del pequeño puerto de Baitiquirí… Nótese que el autor del artículo “Arribada Recordable” en esta página, Capitán Nemo o García Vergara si prefiere, no menciona el error en la fecha del desembarco que aparece en el mismo texto al que apunta refiriéndose al error geográfico, tampoco menciona el nombre del libro. Fue el desembarco el 11 de abril de 1895 a las diez y media de la noche. (N. del E). ↩︎ - Era El Capitán Nemo el seudónimo utilizado por M. García Vergara quien trabajó para el Heraldo de Cuba (1916-1922), Diario de la Marina (1917), El Fígaro (1921) y La Discusión (1922). Véase Domingo Figarola Caneda. ↩︎
- “Diario de Campaña del Mayor General Máximo Gómez.” Talleres del Centro Superior Tecnológico Ceiba del Agua, 1940, 289, 327. ↩︎
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