
El Banco Español de la Isla de Cuba y los falsificadores del siglo XIX. Una historia verídica de papel moneda falso.
Andresito caminaba sin zapatos por las calles del barrio de Pueblo Nuevo en la ciudad de Matanzas, lo hacía con el pantalón remangado sostenido por tirantes que pasaban sobre los desnudos y azabaches hombros. Paseaba su carretilla por la década de 1970 desde la calle de Monserrate hacia la vuelta del río San Juan sin siquiera imaginar que unos cien años antes fueron las calles de este barrio uno de los escenarios en los que se desarrolló la trama del Banco Español de la Isla de Cuba y los falsificadores del siglo XIX.
A unas cuadras de distancia del lugar en que Andresito estaba, recibidas las órdenes desde la Habana se dirigieron las autoridades en la madrugada del día lunes doce de enero de 1874 hacia la tienda de ropas La Habanera para detener en ella a los señores Pablo Mata Rós, Juan José Gutiérrez y José Coll.1
A continuación Miguel de Casaleiz quien era Juez de Policía en Matanzas, el Inspector del Distrito Norte López Vidal y un brigada del cuerpo registraron la velería de Pedro Guardiola situada en la Calzada de San Luis esquina a San Juan de Dios.
Se ocuparon en esta acción billetes del banco Español y documentos y se arrestó a Martín Ligarde, Juan Rubiera Tulla, el joven Antonio Rubiera, un moreno esclavo de Guardiola y un asiático de nombre Magín.

Los arrestos y las operaciones en la ciudad no concluyeron continuándose al día siguiente con la captura de un antiguo dependiente de Guardiola llamado Salvador Masnet, quien para ese momento trabajaba como empleado en una bodega de la calle de Santa Rita en el mismo barrio.
Fueron enviados bajo custodia los arrestados a la Habana y apenas una semana después el encargado de la Instrucción Juez y Alcalde Mayor del Distrito de la Catedral Eduardo Orduña cursaba telegrama al Gobernador de Matanzas Brigadier Jaime O’Daly para que se presentara, cosa que hizo personalmente, en la vivienda de Pedro Guardiola para excavar en el patio encontrándose allí la suma de ciento ochenta y tres mil pesos del banco español.
La suma era extremadamente importante si se calcula que en aquellos días se alquilaba un chino cocinero por veinticinco pesos al mes y las lecciones de piano costaban diez.2
La operación llevada a cabo es simplemente parte de otra aún mayor que parece tener su origen en las cercanías de un poblado llamado Alacranes a unos treinta kilómetros de Matanzas.
En este lugar cercano a Unión de Reyes, importante empalme en aquel momento del tránsito ferroviario hacia la Habana, un encomendero de rastro3 menor acuerda a fines de 1873 una transacción de compra de ganado y la paga con billetes falsos.

Buscado y encauzado un tal Méndez por ese delito se envían para su captura al Inspector del sexto distrito Fermín Pérez y los celadores de Chávez y Peñalver, Silvestre Martín y José Moirón.
En el Rastro, lo que conocemos actualmente como Matadero, descubren que Méndez es en realidad un asturiano llamado Joaquín Menéndez Fernández vecino de Marianao.
Coincidiendo con los arrestos en Matanzas se revisa su vivienda hallándose dentro de una canasta de ropa una caja de cartón que contiene dieciocho billetes del Banco Español de a trescientos pesos cada uno pertenecientes a la quinta serie y al parecer falsos.
Para esta segunda semana de enero de 1874 todo indica que el asunto del pago de reses con papel moneda falso se investiga desde octubre de 1873 cuando al ser depositados por el vendedor los billetes se descubre el fraude.
Sucede que el asunto es más grave de lo que pudiera parecer porque de ello depende la credibilidad del Banco Español de la Isla de Cuba y de las autoridades de la Metrópoli que dirigen la colonia.
El país está en guerra desde el levantamiento independentista de 1868 y para entender de qué se trata y lo que está en juego nos remitimos a las palabras del Gobernador y Capitán General de la Isla Cándido Pieltain y Jove-Huergo para el periodo de su mando entre abril y octubre de 1873 que es el que nos interesa por preceder a los hechos, que de ello nos cuenta Don Pieltaín:4
“…la insurrección había tomado incremento con relación al que tenía en la primera mitad del año 72. Únicamente el departamento Occidental y el territorio de las Villas permanecían libres de enemigos, con excepción desde 1872 pequeñas partidas en el último.
A mi llegada el oro costaba de 32 a 34 de premio, los artículos de primera necesidad tenían, si eran comprados con billetes, un aumento de precio mayor aun que el que tenía el oro en la plaza, y en algunos puntos principiaba a rechazarse el billete de banco y el Ejército y los empleados en todos los ramos que ninguna otra moneda recibían en pago de sus haberes carecían de todo recurso para subvenir sus necesidades por no serles admitidos los billetes salían notablemente perjudicados.”
Y continúa: “Si grave era el estado de la guerra á mi llegada á la Habana, más grave era aun el de la Hacienda, por la perturbación que á todas partes llevaba el creciente descuento de los billetes del Banco español y la escasez de recursos para atender á los servicios públicos, y aliviar las penalidades del Ejército… la emisión de billetes, la que se hizo en varias ocasiones por la escasez de recursos y la necesidad de enfrentar la rebelión independentista.”
Vemos entonces que para el momento en que ocurren los hechos contados ya la Hacienda ha autorizado en abril de 1869, apenas seis meses después de comenzado el conflicto, la impresión de ocho millones de pesos en billetes y para julio de 1872 alcanzan los cincuenta y dos millones más los del banco haciendo uso de su privilegio.
Todo esto conlleva a la depreciación del valor del papel moneda con relación al oro y a la aparición de falsificadores de moneda.
La solución dada con la impresión de moneda sin respaldo para llevar adelante la guerra se tradujo en una distorsión de la economía, la devaluación de los billetes y la pérdida de confianza que se vió reflejada en los niveles alarmantes que tomaba de manera generalizada su no aceptación.
Además de la opinión de un Capitán General de la Isla también desde el campo de la oposición publica Francisco Javier Balmaseda en 1874 un interesante e irónico artículo5 que describe la situación:
“El Banco español de la Habana sigue apurado, mui apurado. Se halla, como dicen los médicos, en el periodo áljido, por lo que los tenedores de su papel están viendo activamente como lo echan léjos de sí: i todo el que lo recibe lo suelta con la misma precipitacion i compra lo primero que le venden. Este es el juego del palito de punticú….
¡Qué poco amiga de pagar es España, i qué inútiles son para los tontos las lecciones de la Historia! No basta a los negreros que su madre patria no haya querido hacer nacional la deuda del Banco. Hoi una letra sobre Inglaterra pagada en billetes, tiene en la Habana el 49 por ciento de premio i el oro se ha ocultado casi por completo, como sucede en estos casos.
En cambio, hai un diluvio de papel. En Nueva York i en Lóndres gimen las prensas falsificando billetes de ese banco, que se arrojan con gran facilidad a la circulacion, tan perfectamente hechos que sería imposible distinguirlos de los verdaderos.
No puede ni calcularse la suma total de millones de duros que circula en Cuba; ya el Gobierno español ni se ocupa de los billetes falsos; lo mismo son i lo mismo valen los falsos que los verdaderos. Gradúe, pues, el lector, cuál es la triste situación económica de la decrepita España en su último baluarte de América.”

Tenemos así el panorama que motiva los actuares del director del Banco de la Habana Juan del Valle Álvarez, de Pedro Ricart Castro administrador de la sucursal del Banco de Matanzas y del Coronel Ricardo Sánchez Gómez que se unen para rectificar y poner fin a la situación reinante luchando —al menos— contra los falsificadores de moneda.
La guerra pone a prueba los servicios de policía y Ricardo Sánchez el Jefe de Policía de la Habana lo sabe, como jefe de Orden Público ha hecho sus armas enfrentando la huelga de los Cocheros y Carretoneros y también la de los Tabaqueros.
Es él quien reforma el Cuerpo de Policía y crea una Secretaría junto al oficial Fernando Mesa Domínguez para recoger hechos y luchar contra el crimen y la insurrección.
Siendo Joaquín Jovellar y Soler Capitán General y Gobernador Político comienza la investigación en octubre de 1873. Por confidencia era sabido que se cambiaban billetes falsos del Banco Español con dos terceras partes de ganancias, es decir por tres falsos se pagaba uno legitimo.
Se destinó entonces a José Trujillo Monagas el Sub-Inspector del tercer Distrito a recopilar datos y vigilar a algunas personas. Enterados de una transacción en Matanzas el primero de noviembre de 1873 se dirigió este hacia allí en compañía del Jefe de la Policía para sorprender el negocio. La operación nunca se concretó acordándose otra en la Habana.
Esta vez tuvieron éxito cambiándose el veintiséis de noviembre los seis mil pesos que fueron traídos por un agente encubierto del banco nombrado Juan Bautista Royo.
El intercambio lo llevó a cabo Francisco Vidal y los dieciocho mil falsos pesos que aportó fueron entregados al director del banco Juan del Valle. Establecida una base de confianza acordaron llevar adelante una nueva operación para apoderarse de la mayor cantidad posible de papel contrahecho y capturar los delincuentes.

Francisco Vidal era un colorado catalán de regular estatura, algo picado de viruelas y envuelto en carnes con bigote y pera.
Conocido por muchos como Pancho estaba listo para cambiar cien mil falsos pesos por veinte mil legítimos y se dió cita el once de enero con los agentes encubiertos en la habitación trece del Hotel La Paz de la calle Egido.
Lo que no sabía Vidal era que en el cuarto contiguo al del corredor se esconderían José Trujillo Monagas, Francisco de Paula Gassós, Ramón J. Puebla y tres guardias más.
Al ver entrar tres individuos al cuarto y llegar otro que dejó un paquete pasaron a la acción los policías ocupando mientras eran contados ochenta y nueve mil ochocientos setenta y cinco pesos.
De los tres individuos uno era Francisco Moya el corredor que prestaba el cuarto, el otro el cambista Francisco Vidal y el tercero el agente encubierto del banco Juan Bautista Royo. Capturaron al que trajo la suma José Moreno Alcoba y a tres más que le acompañaban nombrados Francisco Rodríguez de Mesa, Francisco Navas Cornejo y José Ruiz del Árbol. A este último se le encontró un revólver de seis tiros.
Detenido Francisco Vidal quien era el principal cambista se concentró la policía en él y se presentó el Inspector Manuel Araujo en el número cinco la calle de la Cárcel donde pensaban que vivía, allí detuvieron a Pedro Guardiola —¿recuerdan que era propietario de una tienda en Matanzas y dueño del dinero enterrado? ocupándosele varios billetes del Banco Español, una máquina de troquelar para numerar billetes, tres sellos y pomos con líquidos de distintos colores y además de correspondencia un papel que parecía insignificante con el nombre de Cristóbal Carbonell y su dirección en Guanabacoa, calle de la Concepción cincuenta y nueve.

Esta última dirección volvía a aflorar visto que José Ruiz del Árbol el propietario del revólver aprehendido junto al portador del paquete de dinero en el hotel de La Paz había nombrado esta calle como lugar de residencia.
A las dos de la madrugada del domingo once se dieron cita en ella el activo José Trujillo Monagas, el Inspector Domingo Prado y tres Celadores. Abrió la puerta Cristóbal Carbonell y al darse cuenta de la sorpresa intentó sin lograrlo avisar a su esposa Mariana Hernández. En su desesperación Carbonell llegó hasta el punto de querer suicidarse con una bayoneta.
Fue aún peor cuando hallaron escondido un cajón de lata con su tapa y la señora Hernández echó mano a un revólver amenazando con matar a quien tocara la caja.
Con razón pues contenía cerca de doscientos mil pesos, un papel donde había una prueba del sello que se ponía a los billetes por el reverso y varios pomos con líquidos diferentes. También se encontró un aparato para hacer cuatro copias fotográficas de una vez.
Entre los papeles que se ocuparon en el registro a los detenidos del hotel La Paz apareció la dirección de la tienda de ropas La Sin Rival situada en la Calzada de Galiano, de ella era codueño José Coll quien para ese momento estaba en Matanzas siendo detenido allí junto a otros implicados. Otro de los nombres que salieron a la luz fue el de José Barata López vecino del cinco calle de los Oficios, lugar que se visitó prendiéndose al sospechoso y ocupándosele mil ciento cincuenta pesos en billetes de Banco.

La rapidez con que actuó la policía, las detenciones y todas las informaciones que pudieron obtener, la papelería y documentos confiscados así como la eficacidad del juez Eduardo Orduña Merry en la Instrucción ayudado por otros muchos permitió finalmente desenmascarar a los impresores.
Se supo de la existencia de una finca propiedad de Morales (Marqués de la Real Proclamación) nombrada Villa Real cerca de Guanabacoa y se conocieron los nombres del litógrafo Santiago Dumontil y de dos grabadores nombrados Luis Acosta y Manuel Escobar.
En la finca esperaban encontrar las planchas que servían al delito, las que podían ser muy pesadas por tener base de hierro o muy ligeras de las conocidas como autográficas pudiendo ser trasladadas estas por un solo hombre y puestas en una mesa para ser utilizadas cómodamente.

Inmediatamente comenzaron las pesquisas descubriéndose que el grabador Luis Acosta vivía en Guanabacoa, barrio de Cruz Verde, calle de Santa Ana veintidós antes de llegar a la de Bartemi, lugar en el que ocuparon un tren de grabador y litografía además de un Pantographe Carré de Adrien Gavard que servía para copiar, reducir o aumentar cualquier clase de dibujos, polvos, líquidos, troqueles, juegos de letras y buriles.
También se encontraron papeles y documentos relativos a la investigación, es decir a la falsificación de billetes.
El litógrafo Santiago Dumontel o Dumontil ya había fallecido en agosto de 1872.
Quedaba Manuel Escobar quien había trabajado en la litografía de Lamy y arrendaba la nombrada finca Villa Real, lugar al que en la madrugada del catorce de enero de 1874 se dirigieron las fuerzas del orden por la Calzada de Cojímar hasta llegar a las márgenes del río Las Lajas que cruzaba frente a la finca de once caballerías de tierra y rodeándolo tomaron una vereda hasta la casa de mampostería y teja que estaba en la falda de la loma del Polvorín.

Interrogado Manuel Escobar, su esposa Concepción Armenteros y sus hijos así como sus dependientes en la finca José de la Luz Quintana y Luis Fernández poco se obtuvo.
No es de extrañar la ausencia de elementos en ese momento pues Antonio Carbonell, bodeguero de la calle de Jesús María y primo de Cristóbal Carbonell, al conocer de su emprisionamiento había a pié cursado aviso a los ocupantes de la estancia.
Sabido esto se encargó al Sub-Inspector Trujillo de también cursar aviso para que el primo pudiera reunirse en prisión con los malhechores, lo que se cumplió aunque saliera absuelto al final.
En la casa se encontró una papeleta de la anteriormente mencionada tienda la Sin Rival de José Coll, un recibo por unos cuarenta y siete pesos por veintiún días de renta en el ciento cuarenta y cinco de la calle de La Estrella, algunos pesos totalizando trescientos veinticinco y detrás de la despensa en un cuarto oculto tres planchas, una de metal y dos de piedras autográficas, pomos con líquidos y pinturas finas de distintos colores, un bruñidor de mármol, pinceles y un rollo de papel sospechoso por su parecido con el utilizado en los billetes del banco Español.
Ya tenían al cambista, fotógrafo, dos grabadores, un sinnúmero de cómplices y las prensas litográficas, sin embargo faltaban los útiles más importantes de la empresa criminal y sin estos elementos el fraude y la falsificación podían continuar. La finca debía de recelar otros secretos y se envió el dieciséis al capitán Antonio Domínguez para que hiciera un croquis detallado de la Villa Real.
El sábado diecisiete de enero de 1874 en horas de la noche se presentó en la finca el Juez Eduardo de Orduña y a su orden se cavó para desenterrar unas cajas de hojalata que contenían las piedras matrices de los billetes de trescientos, cincuenta y veinticinco falsificados junto a otras preparadas para los de quinientos, foliadoras con las numeraciones correspondientes, papel para billetes y alguna cantidad de estos ya falsificados, tintas y otras herramientas.
De regreso el Juez a la Habana el botín fue presentado al Capitán General Joaquín Jovellar y Soler quien junto a los que en Palacio se encontraban quedó admirado ante la habilidad del artista y tan perfecto trabajo de falsificación, resultando de este que en las denominaciones de trescientos era casi imposible separar los billetes falsos de los verdaderos.
Tres días después el Gobernador Superior Político, el Juez de Primera Instancia y el Jefe de la Policía Ricardo Sanchéz presentaron al público el juego completo de piedras litográficas y las herramientas que servían para crear los falsos billetes del Banco Español.
Servida la muestra como una gran victoria permitió también apreciar la habilidad del “inteligente artista”, término que le fue otorgado por la prensa de la época aunque se deplorara el empleo de su talento en menesteres delictivos. No trascendió su nombre y probablemente jamás se conocerá ¿Quizás fue el fallecido y escurridizo litógrafo duMontel, Manuel Escobar, Luis Acosta o algún empleado de Lamy?

El Sub-Inspector José Trujillo Monagas quien por el jefe de la Policía Ricardo Sánchez fuera escogido para llevar a buen término la investigación se vió regalar por el Juez y Alcalde Mayor Eduardo Orduña un magnífico y valioso revólver.
De los tres se escribió igualmente que la Directiva del Banco como prueba de gratitud por los servicios prestados trataba de colocar sus retratos en un salón del establecimiento ¿Habrá sucedido tal cosa? No sabemos si sucedió, sin embargo el mismo José Trujillo publicó en 1882 un libro donde aparecían sus rostros.
Los delincuentes recibieron multas y presidio: para el cambista Francisco Vidal Bohigas fueron diez años de los que no cumplió ni la mitad pues falleció en 1878, Pedro Guardiola Casanova amigo de Vidal, propietario de una tienda en Matanzas y en el patio de quien se encontró enterrada una importante suma igualmente recibió diez años que expiraron a fines de 1886. Cristóbal Carbonell Capdet y Manuel Escobar Acosta al igual que Guardiola serían liberados en 1886.
José Moreno Alcoba portador del paquete de dinero en el Hotel La Paz heredó de ocho años con rebaja. Para el grabador Luis Acosta Martínez fueron ocho, los que no purgó completamente por fallecer en 1877. Otros implicados recibieron penas de entre seis y tres años como el comprador de reses nombrado Menéndez quien regresó a la vida civil en 1879.

La Voz de Cuba reportó que la cantidad de billetes ocupados sumaba cerca de setecientos mil pesos y después como siempre…. la vida retomó su curso.
De tiempo en tiempo resurgía algún que otro billete de buena hechura y calidad, de los que la cantidad de la falsa tirada casi alcanzó el millón para competir con los del banco Español de la Habana.
Por su parte el inspector Trujillo continuó su tarea incautando papel moneda y capturando delincuentes como los treinta estafadores de giros de la casa Raphel y Compañía.
La profesión que no era de todo reposo tenía también sus contratiempos.
El primero de enero de 1879 en la Plaza de Armas de Matanzas el Inspector Carlos de Castro Camó recibía el fuego de los revólveres de cuatro hombres a caballo y Trujillo Monagas abordaba al día siguiente el tren hacia la Ciudad de los Puentes para investigar el hecho.
No parece que haya estado alguna vez desocupado el activo inspector, sabiéndose que gusta a muchos esa frase que dice: “El que creó la ley inventó la trampa”.
Ahora, más de cien años después los bancos imprimen menos papel moneda prefiriendo las cartas de plástico y las cifras en pantallas, el crédito es legión y pululan los ejércitos de fraudes y las suplantaciones de identidad.
Aquel que sin zapatos pasaba por la calle de Monserrate no cruzó al Inspector Trujillo ni supo del botín de billetes enterrado en Pueblo Nuevo. Posiblemente nunca tuvo cuenta en banco, ni cartas de crédito, tampoco falsa moneda.
Sólo quería empujar aquella carretilla llena o vacía hacia un destino indefinido del que poco importaba la ubicación… de todas maneras: De los tiempos, como diría Andresito ¡Todo es más de lo mismo…!
A. Martínez. Dic. 19, 2021.
Bibliografía y Notas
- Trujillo y Monagas, José. Los Criminales de Cuba y D. José Trujillo. Barcelona, Establecimiento Tipográfico de Fidel Giró, 1882. p. 234. ↩︎
- “Avisos.” Diario de la Marina, Periódico Oficial del Apostadero de la Habana. Ene. 4, 1873, 4. ↩︎
- Diccionario General de la Lengua Castellana. Madrid: Imprenta de D. Ramón Campuzano, 1855, 1213. El Rastro en la época era un lugar destinado en las poblaciones para vender en ciertos días la carne al por mayor. Se llamaba Matadero al lugar donde se vendían ropas y cosas usadas. ↩︎
- Pieltaín y Jove-Huergo, Cándido. La Isla de Cuba desde mediados de abril á fines de octubre de 1873 por el Teniente General D. Cándido Pieltain. Madrid, La Universal, 1879. ↩︎
- Balmaseda, Francisco Javier. Obras de Francisco Javier Balmaseda. Cartagena de Colombia: Tipografía de Antonio Araújo, 1874, 392-393. [PDF] ↩︎
- “Falsificación de billetes en la Habana.” La Crónica de Cataluña. Feb. 10, 1874, 3-4.
- “Examen del origen y creación del billete del Banco Español de la Habana por concepto extraordinario de guerra.” Habana, Imprenta El Iris, 1875.
- Ormaechea, Fernando. Causa Célebre: Falsificación de billetes del banco Español de la Habana. Recopilación de los documentos oficiales y otros datos relativos á este asunto. Feb. 1874.
- Roldán de Montaud, Inés. “La Banca de Emisión en Cuba (1856-1898).” Estudios de Historia Económica, n.º 44. Imprenta del Banco de España, 2004.
- Banco Español de la Isla de Cuba
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