
Juan Gundlach Apuntes Biográficos (Trabajo presentados en la Academia de Ciencias de la Habana, en su sesión del 14 de marzo de 1913, por el Dr. Federico Torralbas.) La Academia de Ciencias de la Habana, cumpliendo con un deber de gratitud y de justicia, enriquece su galería de retratos incluyendo en ella el cuadro que reproduce la figura austera del sabio naturalista Dr. Juan Gundlach1;
Ofreciendo de ese modo un homenaje a la memoria de quien con su intensa y productiva labor supo elevar, de manera tan efectiva como brillante y generosa, el prestigio de esta institución y enlazar, una vez más, la historia de la misma con la de todas las manifestaciones que se relacionan con el bienestar, progreso, cultura y civilización de nuestra patria.
No soy yo, ciertamente, el llamado a ocuparme de la vida meritísima del eximio profesor, ni mucho menos a intentar una crítica severa de los trabajos minuciosos por él legados a la ciencia y a nuestro país, puesto que en mi modesta entidad no se encuentran las aptitudes para ello, ni tampoco estoy revestido de la preparación científica y de los prestigios sancionados que reclaman esa clase de empeños, ineficaces y estériles si no guardan armonía con el valer y los méritos de los hombres e ideas que los inspiran.
Consecuente con este criterio, no debiera acometer la difícil empresa si no hallara como motivo excusable ante mí mismo, la asociación que mantienen entre sí, en el transcurso de mi vida, la tan sencilla cuanto ilustre personalidad del Dr. Gundlach y la del autor de mis días, entrelazadas con recuerdos imborrables de una época en que como simple espectador presenciaba los trabajos que simultáneamente, y en distintos derroteros, llevaban a cabo, en el local que es hoy Museo Botánico del Instituto de Segunda Enseñanza de la Habana, aquellos dos hombres de bien cuya desaparición a diario lamentamos.
Por lo tanto, os ruego que en estas notas sólo veáis el aprovechamiento de la oportunidad que se me presenta para evocar públicamente la memoria del maestro esclarecido que despertó en el adolescente de entonces el más espontáneo afecto, la admiración más respetuosa.
Además, no debo silenciar la íntima complacencia que experimento en contribuir a la divulgación de hechos de una vida fecunda, considerada en todo tiempo como ejemplar y capaz por sí sola de llevar a nuestra mente aquellas otras descritas por Taine, esto es:
que permiten concebir y apreciar esas situaciones generales que extienden su imperio sobre siglos y naciones, para convencernos de que ellas dependen de momentos anteriores; que mantienen entre sí el movimiento de la historia y que después de cierto tiempo pierden su forma abstracta, concretándose en fuerzas físicas asociadas a todas las cosas; siempre presentes, constantemente activas, extendiendo su mano a todos los elementos que las circundan, para formar conjuntamente, el corazón invisible de que hablan los poetas y que circula a través de los tiempos palpitando en el Universo eterno.
De tal especie fué el papel que representó en este mundo el Dr. Juan Cristóbal Gundlach, nacido el 17 de julio de 1810 en Malburgo, Hessen Cassel, Alemania; allí, bajo la sombra siempre hospitalaria de un centro de educación superior, empezó a formarse el que en días por venir había de escribir capítulos enteros sobre la fauna cubana e inscribir su nombre ilustre en el libro imperecedero de las ciencias naturales.
Su devoción al estudio, la perseverancia que nunca le abandonó, su feliz manera de interpretar los fenómenos y leyes que rigen el mundo animal, y la disciplina mental característica de la raza de donde procedía, le llevaron bien pronto a ocupar un puesto en la Universidad de Hessen Cassel.
Más tarde, ya conocidas sus excepcionales aptitudes y en posesión de un caudal ele conocimientos nada común entre los hombres que a esta clase de estudios se dedican, aquella misma Universidad le designó para trasladarse a estas latitudes con el fin de obtener especies no conocidas y datos nuevos con que aumentar el valioso arsenal científico de esa institución.
En cumplimiento de tan honorífica misión, llegó a Cuba el Dr. Gundlach, el 5 de enero ele 1839, con las hermosas credenciales que le acreditaban como embajador científico de un Centro Universitario, acompañado de dos ilustres compatriotas suyos que pasaron por nuestras comarcas rápidamente, y autores de producciones valiosísimas para la Ciencia; eran ellos el profesor Luis Pfeiffer, que publicó la clásica obra Pneu monoporum, en cuyas páginas brota constantemente el nombre de Gundlach, y el Dr. Eduards Otto, que se dirigió a Sud América.
Investigador consciente, observador sereno y fiel cumplidor de las leyes más primordiales en el estudio de la naturaleza, buscó y encontró sin esfuerzo alguno la estrella que guía al marino, que lo orienta y que determina el rumbo definitivo de su ruta, representado aquí por aquel astro de primera magnitud cuyos rayos de brillante y fecunda luz iluminan esplendorosamente el campo de las ciencias naturales en Cuba, el Maestro, don Felipe Poey, quien al estrecharlo en sus brazos dándole su bienvenida, sintetizó, en sentencia latina, “Dimidiae pars animae meae”, el papel que en Cuba había de llenar el Dr. Gundlach.
Terminada la misión al Dr. Gundlach encomendada, cumplido en todos sus extremos el mandato que le mantenía en estas regiones, disponíase nuestro benemérito amigo a emprender el viaje de regreso al país donde vió la luz primera, pero recordó que al abandonar su cátedra había sido substituido, pro tempora, por su hermano, jefe de familia numerosa y sin grandes recursos económicos; ante la perspectiva de verle en situación difícil para el sostenimiento de los suyos, se respondió a sí mismo, sin vacilaciones, sin dudas, en estos o parecidos términos:
“Soy solo, nadie depende de mi trabajo; adopto a Cuba por segunda patria y me dedicaré al estudio de su bella naturaleza”.
¡Hermoso gesto, capaz él solo, como siempre ocurre con las demostraciones del verdadero carácter, de revelar la personalidad que le diera origen! Sí, señores académicos; no son únicamente las producciones más o menos numerosas, más o menos brillantes de una intelectualidad, las que nos muestran en toda su amplitud las virtudes y superioridades mentales de un individuo, sino que, además, nos es indispensable tratar de cerca aquella personalidad para sorprender allí, en la íntima comunidad de la conciencia, las manifestaciones espontáneas de esa fuerza a que nos referimos, llamada Carácter por Emerson, y que, según su feliz expresión, actúa siempre directamente, por presencia, sin estímulo ajeno, sin excitación extraña a su propia naturaleza.
Son rasgos esos casi inconcebibles en la época presente, caracterizada por los más desenfrenados empeños, por el egoísmo ilimitado de los más, por las prácticas de la moral más elástica y acomodaticia, y donde predominan, con medio tan apropiado, los representantes del grupo «sato», que, al decir de su autor, ajustan su existencia a »vivir por la alegría de vivir, adquirir por el placer de poseer; acumular por la dicha que pueda producir la riqueza, que según ellos es la única fuente de felicidad y bienandanza.2
Por esas tristes y dolorosas razones, al evocar la memoria de un grande hombre, pródigo en bienes para esta tierra, he querido hacer un llamamiento a la conciencia de nuestra sociedad, para hacerla fijar su atención en ejemplos como el que nos ocupa y desviarla de un camino cuya continuación nos conduciría, respondiendo a las leyes inmutables de la biología, a la extinción de la especie y con ella la familia que integra.
Excusad esta desviación del tema que ha solicitado vuestra benévola atención, el Dr. Juan Gundlach, y volvamos al punto donde le dejamos.
Resuelta definitivamente su permanencia en Cuba, el Dr. Gundlach inició el trabajo que se había propuesto, empleando en ello, como dice uno de sus biógrafos, “una dedicación completa, una constancia ejemplar, inimitable, que le hizo vivir alejado de todo otro pensamiento; y su espíritu, absorto en todos los momentos en la contemplación de la obra grandiosa del Creador, llegó a elevarse sobre el de los demás, cerniéndose en las alturas y olvidándose de cuanto le rodeaba”.3
Los frutos riquísimos de esta vida tan pura como virginal, se hacen bien visibles en los trabajos que vieron la luz en distintas publicaciones, y especialmente en los Anales de esta Academia, a la que le cupo la gloria de obtener el privilegio de contarlo entre sus miembros.
Base y complemento de esa valiosísima producción, fué el Museo Zoológico cubano que lleva su nombre y se guarda como tesoro inapreciable en el Instituto ele Segunda Enseñanza de esta capital. No es posible fijar nuestra atención en el Museo Gundlach, sin referirnos al artículo que con su sencillez habitual y pintoresco lenguaje publicó su ilustre autor en los Anales del Instituto, bajo el título de Caliptae Helenae (Gundlach) Pájaro mosca cubano, y a propósito de cual se consigna en la misma revista la siguiente nota:
La descripción de esta especie se encuentra también en la obra de Ornitología Cubana que el mismo Dr. Gundlach viene publicando por pliegos en los Archivos de la Policlínica del Dr. E. López, obra que cuando esté terminada vendrá a formar parte de la valiosa colección de volúmenes referentes a la Fauna Cubana que editados por la Real Academia de Ciencias de la Habana unos y por este Instituto otros, vienen a completar el selecto y bien clasificado Museo Gundlach, constituyendo en conjunto el más valioso recuerdo que a este país pudiera legar un extranjero en pago de la hospitalidad que en él haya recibido, siquiera ésta fuese la más cordial y generosa.4
He aquí algunas palabras del citado artículo, cuyo texto es suficiente a mostrar la importancia que para nuestro objeto representa:5
Esta es la especie de las aves cubanas que para mí tiene más interés que ninguna otra, pues, además de ser especie que yo dí a conocer a la ciencia, resulta ser la especie de aves más chicas del mundo y el primer ejemplar que yo maté en Marzo de 1844 reservándolo para mí y siendo así el fundador del Museo Gundlach que he formado en años posteriores.
Este Museo, constituido por los tipos de su clasificación y donde figuran hasta los nidos de las aves guardadas y conservadas por él en el ingenio “Fermina”, sufrió una serie de vicisitudes a través de la epopeya gloriosa de 1868, sin que nada, ni nadie, lograra detener su marcha progresiva, como tampoco desviar a su ilustre autor del deseo reiteradamente expresado de que no se sacara de Cuba, incluso las solicitaciones de un colegio de esta ciudad, que por todos los medios intentaba obtenerlo para su uso…
hasta que la acción eficaz de alguien a quien me unen lazos de amor eterno, logró hacer conocer al Dr. Fernando Reynoso las aspiraciones de don Juan respecto a su Museo, y aquél, que merece por ese concepto la gratitud de los cubanos, puso en juego las influencias de su puesto, Director del Instituto, y sus relaciones con los elementos gubernamentales de aquella época, para obtener la autorización que le permitiera adquirir para nuestro Instituto ese monumento que guarda en sus componentes la sabiduría y la generosidad del Dr. Gundlach.
Al reproducir a continuación las cartas que marcan tan fausto acontecimiento, cumplimos gustosos con el deber de dedicar un recuerdo al funcionario celoso de sus deberes y amigo leal, a cuya feliz gestión debe la enseñanza universitaria ese importantísimo servicio; y en justo homenaje a tan laudable acción, así como por el valor histórico que encierran, reproducimos las siguientes cartas:
Habana, agosto de 1895.
Sr. Dr. José I. Torralbas.
Mi muy estimado amigo:
Cuando la gratitud de una persona queda empeñada, como sucede cuando un médico le salva la vida, ó un abogado la honra ó la fortuna, suele manifestarse el sentimiento que anima al salvado publicando en los periódicos de mayor circulación un artículo, que á la vez que sirva para dar las gracias al que con su talento ó sus conocimientos verificó el bien, dé á conocer al público el hecho que lo enaltece.
En este concepto, yo me encuentro en la condición antes expresada respecto al Dr. Fernando Reynoso, Director del Instituto de la Habana, y deseo que quede consignado en los Anales que usted dirige y que registran los hechos que tienen lugar en este Establecimiento docente, mi agradecimiento al ya nombrado Señor Reynoso, que con su valiosa y eficaz ayuda, hizo lograr mi anhelada aspiración de tantos años, que no era otra que ver reunidas en una instalación convenientemente dispuesta las colecciones del Museo Zoológico cubano, con tanto cuidado por mí reunidas.
Habiendo concluído de arreglar el citado Museo el día 16 de julio del corriente año, resolví celebrar mis natales en aquel local para mí tan estimado, en que al cumplir 85 años veía terminarse mi deseo, y al efecto cité para el acto mi familia adoptiva de Cuba, la mayor parte de ella acudió.
Once años hacía que ellos no veían las colecciones, —desde que se retiraron de la “Fermina”. Se admiraron del estado en que se conservan, y todos reconocieron con placer la hermosura de la instalación y el lucimiento que en ella han adquirido las colecciones.
Este rato para mí tan grato se hizo aún más agradable, por la intervención del Dr. D. Fernando, que siempre con su habitual cortesía, tuvo cuidado ele obsequiar con delicadeza mis visitas.
Yo he escrito una carta al Sr. Dr. D. Fernando, que desearía que usted publicara en los Anales del Instituto, para así dejar consignado mi agradecimiento á dicho señor, por todo el bien que ha hecho en favor de ese Museo que yo formé y que hoy pertenece al Instituto de la Habana, cumpliéndose así mi deseo de que no salga de Cuba.
De usted su agradecido amigo q. s. m. b.
Juan Gundlach
Habana 25 de agosto de 1895.
Sr. Dr. D. Fernando Reynoso.
Mi muy estimado amigo:
Días de verdadera angustia fueron para mí aquellos en que, demolido el ingenio “Fermina” y arrendado para potrero, se hizo imposible la permanencia en él del Museo que con tanto cuidado y en tantos años yo había formado. No sabía qué hacerme. Trasladar las colecciones á la Habana no me era posible, dónde llevarlas que no me ocasionaran gastos que me eran imposible pagar, porque yo carezco de bienes y no tenía ningún sueldo. No sabía cómo salir del apuro. Temía que las colecciones fuesen vendidas por separado, ó que las comprase alguno que se las llevara de Cuba, siendo mi deseo que de aquí no salieran, y que pudieran servir para estudios de naturalistas y de aficionados.
Por fortuna, usted había visto mi Museo en la “Fermina”, y como siempre encuentra bueno llevar mejoras al Instituto, me había encargado algunas colecciones para el Establecimiento, eso nos puso en relaciones, y por eso tuvo usted noticia de la situación en que yo me encontraba.
Desde este día empezó usted una verdadera lucha: primero para proporcionarme un local que no me costara dinero, y donde mis colecciones pudieran estar arregladas y no expuestas á descomponerse, las que fueran colocadas en unos cuartos donde estaban resguardadas. También usted me propuso comprarlo para el Instituto, y yo me alegré de esta proposición.
Todas las cosas que usted tuvo que hacer desde que quedamos convenidos hasta que se hizo la compra, hacen una historia muy larga, porque presentaba muchas dificultades que usted con paciencia y perseverante voluntad supo hacer desaparecer, y mientras conseguía la aprobación del Rectorado, de la Junta Superior de Instrucción, del Gobierno General, y mientras el expediente iba á Madrid, todo esto necesitó mucho tiempo, como usted lo había previsto, y por eso proporcionó local interinamente á mis colecciones, si el Gobierno no hubiera aceptado, ellas quedaban en mi poder sin sufrir descomposición.
Todavía hizo más en favor del Museo Zoológico: después de autorizado y celebrado el contrato de la venta á favor del Instituto, pensó en darle mejor colocación, y volviendo á trabajar con constancia conseguí autorización para construir, además del salón para la nueva Biblioteca, otro igual tan hermoso, sobre aquél, para el Museo.
Así por el esfuerzo de su buena voluntad, mi trabajo de 50 años se ha salvado, y hoy se encuentra muy bien, en un salón hermoso, con armarios también preciosos, cubiertos de grandes cristales que permiten ver las especies allí contenidas y servir para el estudio, como era mi deseo cuando lo formé.
Yo le estoy muy agradecido por sus bondades, y deseo le dé esta carta a nuestro amigo el Dr. José I. Torralbas, á quien escribí otra para que con ésta la publique en los Anales del Instituto.
Repito que mi ánimo no podía quedar sin manifestar a usted mi agradecimiento por lo que ha hecho para que esas colecciones queden enteras y siempre en la Isla ele Cuba, mi segunda patria.
Quedo siempre su muy agradecido amigo q. s. m. b.
Juan Gundlach
De su paciente y no interrumpida labor, dan fe, con toda la elocuencia de su gran valer, las producciones que nos proponemos señalar a continuación: La Mamalogía Cubana, obra extensa y rica en enseñanzas, que vino a llenar el vacío hasta entonces existente en nuestra bibliografía científica nacional, sobre tan interesantes estudios; tanto más sentida esa falta cuanto que sólo se disponía, según él mismo señalaba, de las notas consignadas en los diarios de Colón y en las Crónicas sobre esta Antilla en los tiempos más remotos, y posteriormente, el artículo del sabio don Felipe Poey, publicado en el periódico El Artista y en sus Memorias sobre la Historia Natural de la Isla de Cuba.
Este trabajo que vió la luz pública con el título de Contribución á la Mamalogía Cubana y con el modesto subtítulo de “notas según observaciones propias durante más de treinta y seis años”, comprende la descripción de las especies conocidas hasta entonces, agrupándolas en los cuatro órdenes de Chiroptera, Insectívora, Glires y Cetacea.
Refiriéndose este asunto a un capítulo interesantísimo de la Historia Natural de Cuba, estimamos que también debemos detenernos un momento a considerar otro aspecto de la cuestión, relacionada igualmente con la personalidad científica de nuestro país;
ello es la ratificación y el reconocimiento que el mundo científico contemporáneo ha otorgado, sancionándolas de modo indubitable, a las declaraciones finales, hechas hace algunos años, por un ilustre compatriota nuestro acerca de la existencia de fósiles mamíferos cubanos, el Megalonix, que no solamente enriquecen la Mamalogía Cubana, sino también han servido para abrir nuevas orientaciones, igualmente hijas del Profesor a que nos referimos, robustecidas con sus mismos descubrimientos, sobre la formación geológica de Cuba y la determinación de la época prehistórica que nuestro suelo señala en la evolución del globo terráqueo.
Estoy seguro de que no tengo necesidad de pronunciar su nombre insigne, Carlos de la Torre, para llevarlo a vuestra mente, y que conmigo os sentiréis felices al repetir, una vez más, los triunfos de nuestra ciencia en la personalidad del Dr. la Torre.
Con el mismo título que el anterior, pero dedicado a la Erpetología Cubana, amplía, hasta completarlo, su artículo, Revista y Catálogo de los Reptiles Cubanos, publicado en el Repertorio físico-natural, de Poey, haciendo una historia bibliográfica de ese capítulo de la historia natural cubana, dando a conocer las razones y los fundamentos que ha tenido para establecer nuevas clasificaciones e introducir modificaciones a las ya existentes.
La Contribución á la Ornitología Cubana, publicada, como las anteriores, en los Anales de esta Academia, fué completamente renovada y ampliada, más tarde, en el volumen Ornitología Cubana, dado a la publicidad por los Archivos de la Policlínica, que dirigía y sostenía aquel cubano puro y oculista eminente que se llamó Enrique López; esta nueva edición aumentada, o más bien nueva, conserva el sistema, y muchas veces el mismo texto de la contribución.
La Entomología Cubana, voluminosa obra que por sí sola es suficiente a perpetuar la memoria de su autor, revelando una vastísima y admirable extensión de conocimientos y precisión en las descripciones, que la convierten en fuente abundante de investigaciones, es sin duda la base fundamental de todos esos estudios que tan de cerca, y con resultados de positivo beneficio para la humanidad, se refieren a la transmisión de las enfermedades por los seres organizados pertenecientes a esa clase de la escala zoológica.
Los Apuntes para la fauna puerto-riqueña, la lista de reptiles, batracios, peces, moluscos, crustáceos, miriápodos e insectos de Puerto Rico, donde estuvo en tres épocas distintas (1873, 1875 y 1876) ; las notas sobre Ornitología portorriqueña; su célebre y notable, así como combatido, pero más tarde sancionado, trabajo acerca del Hylodes martinicensis, mostrando a la ciencia una interesantísima especie de batracios sin metamorfosis;
y multitud de folletos y artículos en revistas alemanas, norteamericanas, inglesas, ,españolas y cubanas, ofrecen material para escribir un volumen, rico en páginas, que de manera ligera reflejara la intensidad de aquella mentalidad y los beneficios incuestionables que a la ciencia ha ofrecido. Pero no ha sido ése nuestro objeto, sino hacer a grandes rasgos las líneas que perfilan el conjunto del académico ilustre que, gracias al pincel afortunado de Sulroca, nos es dable contemplar, enalteciendo nuestra casa, y en el que, hasta lo que en cualquier otro pudiera aparecer como un defecto físico:
la inclinación de su cabeza sobre uno de los hombros, contribuía a completar la personalidad que albergaba un genio, dispuesta siempre a percibir los latidos del cosmos en sus tonos más finos y delicados, como si su oído estuviera aplicado a la región toráxica o precordial de la madre naturaleza.
Aun tengo que señalar otro trabajo del Dr. Gundlach dedicado a la Academia; su obra póstuma, no publicada en los Anales bajo su sabia y directa intervención, los Crustáceos de Cuba, por las razones —que copio a continuación— expuestas por el Dr. José I. Torralbas en el prólogo de esa obra que la desgracia de la desaparición de su continuador no permitió llevar a su fin. He aquí sus palabras:
Al Lector.
En los últimos días de su vida y desde el lecho que ya le era imposible abandonar, me envió el sabio naturalista Gundlach, un paquete que contenía las notas que hacía tiempo venía escribiendo sobre los crustáceos de Cuba, y que tenía ya terminadas; al enviármelas, encargó me dijesen que yo las publicara; pero a pesar de haber cumplido con exactitud el portador la misión que se le confirió, no pudo el que suscribe satisfacer por entonces el deseo de aquel apreciado amigo.
Los acontecimientos políticos que agitaban por entonces el país asumieron la más alta gravedad, y en aquellos solemnes momentos en que los deberes patrióticos tenían que sobreponerse a toda otra consideración, cada uno pensó en situarse en el lugar en que creía poder prestar algún servicio.
Razones tan poderosas como las que dejo señaladas, fueron causa de que, abandonados mis libros y papeles durante los años de mi permanencia en los Estados Unidos, casi incomunicado con ésta, se retardara hasta hoy el cumplimiento de un mandato, para mí ineludible.
Empero, no es esto todo: de retorno en la Habana, busco las notas inútilmente; y cuando ya había perdido la esperanza de hallarlas, las encuentro entre una multitud de papeles que existían en el Instituto de Segunda Enseñanza, que se iban a arrojar como inútiles y que registré, porque se me dijo habían pertenecido a D. Juan (Dr. Gundlach), y esto me hizo pensar que entre ellos habría algo útil.
Así sucedió, y no fueron las notas lo único que allí había, sino varias monografías y publicaciones de importancia científica.
En aquel confuso montón de papeles estaba el para mí preciado manuscrito, desglosado, incompleto, truncado, tanto en el texto como en las láminas; desde entonces me propuse reconstruir la obra de mi ilustre amigo, y, como creo haberlo conseguido, la doy a la estampa, mas no sin antes cumplir con el deber de manifestar que todo error o deficiencia que en esta obrita se note, me corresponde exclusiva y personalmente, y de ninguna manera al conocido y sabio naturalista de quien por accidente resulto colaborador, y a cuya venerable memoria dedico la parte que en este trabajo me toque, por lo mismo que, no habiendo sido este ramo y sí otro de las ciencias naturales el objeto de mis especiales atenciones, tiene que resultar más laboriosa la tarea que para cumplir su encargo me impongo.
J. I. T.
He querido limitarme a los trabajos anteriores, no solamente porque ellos guardan relación con esta Academia, a la cual dedico la presente contribución, sino también para no molestar por más tiempo vuestra bondadosa atención, habida cuenta de que no todos los Sres. Académicos cultivan esta clase de estudios, así como que la investigación de los asuntos relacionados con las ciencias naturales, no es objeto de sus especiales dedicaciones.
Además, me ha inspirado el deseo, que he intentado llenar en la adjunta bibliografía, de dar a conocer, agrupándolos en una relación detallada, los trabajos que, por su singular importancia, revisten interés para los naturalistas, que buscan los originales de los autores del mérito de nuestro biografiado. En ellos observaréis que el Dr. Gundlach ha cubierto todos los capítulos de la zoología cubana, a excepción de la Ictiología, que se encontraba en manos del maestro Poey, quien como sabéis, sostiene con el Dr. Gundlach todo el edificio de las ciencias naturales de Cuba.
No obstante ese deseo de no prolongar demasiado los límites que me había propuesto, no debo dejar de daros a conocer dos cartas, cuyos autógrafos poseo, mostrando la modestia del sabio naturalista y relacionada una de ellas con el nombramiento de Académico de Mérito del Dr. Gundlach. He aquí las copias de esas cartas:
Srs. Presidente y Secretario de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales.
He recibido la atenta comunicación de V. V. S. S. de cinco del corriente mes por la que se sirven participarme que á propuesta del Sr. Presidente, he sido nombrado Académico de mérito en Junta celebrada por la Real Academia de ciencias médicas, físicas y naturales, el 26 de mayo último, precisamente el día en que dió principio á sus importantes tareas.
Profundamente reconocido á esta distinguida honra, la acepto como una de las más hermosas satisfacciones de mi vida y me apresuro á dar las gracias á la Real Academia, así como á su Sr. Presidente á cuya propuesta recayó mi elección, y muy particularmente á V. V. S. S. por las espreciones lisonjeras con que se han servido participármelo y que llenarían mi corazón del más legítimo orgullo, si mi natural modestia n0 me hiciese conocer que más que á mis escasos méritos, son debidas á la bondad é indulgencia de V. V. S. S.
Al ser llamado á formar parte de la Academia, humilde obrero que obscuramente trabaja en el edificio de la ciencia, al recibir esta distinción en el momento mismo en que con tanta justicia fué llamado á la Academia el eminente y querido patricio cubano Sr. Dn. José de la Luz y Caballero, el exceso de la honra recibida, por ese doble motivo, me impone grandes deberes, y para llenarlos ofrezco una voluntad decidida, una constante aplicación y mis humildes servicios.
Esta tierra de Cuba me abrió sus brazos; y mis afecciones y mi agradecimiento me identifican con ella. Más de 23 años hace que á ella dedico mis observaciones y mis estudios; y cuando al inaugurarse en Cuba la primera Academia de Ciencias, se me llama á su seno, y se me coloca entre sus más eminentes hijos, mi gratitud no tiene limites, y esa honra que á mis escasos méritos se dispensa, me liga para siempre al firme propósito que hace tiempo formé, de dedicar mi vida al adelanto de las ciencias naturales en ésta mi segunda patria.
Ruego á V. V. S. S. se sirvan ser los intérpretes de estos mis verdaderos sentimientos para con los distinguidos Señores que componen esta Real Academia de Ciencias médicas, físicas y naturales.
Dios guarde á V. V. S. S. muchos años.
Habana y Junio 22 de 1861.
(f.) Juan Gundlach
Doctor en filosofía
Junta Directiva del Círculo de Hacendados de la isla de Cuba.
Recibí ahora el Oficio mandado por la Junta Directiva del Círculo de hacendados de la isla de Cuba con fecha 23 de Agosto 1878. Por él veo que la distinguida Asociación me ha nombrado Socio de mérito del Círculo de hacendados de la isla de Cuba, y acepto con sumo agrado esta honorífica distinción aunque ignoro qué méritos pueda yo tener para merecer este honor, pues soy solamente un naturalista y no hacendado.
Dando á la Junta Directiva las gracias digo que si en algo puedo servir, lo haré á gusto para ser más digno de este honor.
Con sumo respeto, suscribo en el ingenio Fermina (Jovellanos) 30 octubre 1878.
(f.) Juan Gundlach
Doctor en filosofía
¿ Cómo pudo el Dr. Gundlach llevar a cabo toda esa labor sin contar con elementos económicos suficientes y sin el concurso eficaz de una institución que velara por personalidad tan útil como virtuosa? Pues bien, la clásica hospitalidad cubana, el espíritu abierto y generoso de ese tipo de familias nuestras dispuestas en todos los momentos a realizar el bien y cooperar en toda obra elevada, se hizo presente, sin ostentaciones ni ridículos exhibicionismos, en la de los Diago, que recibió en su seno al extranjero errante, rodeándolo de cariño, atendiendo a todas sus necesidades y dispensándole los cuidados que se conceden a familiares predilectos.
El reconocimiento de don Juan por tales altruísmos, lo hacía público en cuantas oportunidades se le presentaban; entre ellas, y como ejemplo, se encuentran las cartas que hemos dado a conocer anteriormente, aunque, con su habitual modestia, silencia los detalles de una escena que merece consignarse.
Cuando percibió la cantidad convenida por el traspaso del Museo al Instituto de Segunda Enseñanza, dirigió sus pasos a la casa de la Sra. Cecilia de Cárdenas, poniendo en manos de tan distinguida dama las monedas que recibiera, mientras le decía:
“Esto no me pertenece, es de ustedes, y aquí lo dejo en la seguridad de que sabrán emplearlo con la misma elevación de miras e idéntica generosidad a la que habéis otorgado a este obrero de la ciencia, que se siente eternamente unido a ustedes por los lazos de la gratitud más sentida y del cariño más sincero.”
Por esta ligerísima reseña que he tenido el honor de presentar, habréis podido apreciar cuáles son los títulos que hacen acreedor al Dr. Gundlach a nuestra gratitud, y cuán grande y fecunda fué para la ciencia en general, y para nuestra historia científica en particular, la no interrumpida producción del Académico de Mérito, cuyos restos se guardan en el panteón de nuestro actual Presidente, que lo cediera para tan piadoso objeto.
Debo terminar; pero antes de hacerlo, séame permitido utilizar mi humilde voz para dedicar en nombre de la Academia, y en el propio, este pequeño homenaje a la memoria esclarecida de un insigne hombre de ciencia, cuya existencia fué deslizándose suavemente hasta caer en la tumba el 17 de marzo de 1896, día en el que manteniendo su fidelidad inquebrantable a la naturaleza, fué apagándose su voz, tan llena siempre de enseñanzas, balbuceando palabras que a mi se me ocurren, dado el momento solemne y supremo de abrirse para él las puertas de la eternidad, que pudieran ser similares a las que nos legó su compatriota ilustre, Goethe, que nos decía:
“La naturaleza me ha hecho entrar y también me hará salir”.
Die Natur hat mich hereingestelbel, sie wird mich auch herausfuhren. Ich vertraue nich ihr. Sie mag mit mir schaltcn; sie wird ihr Werk nich hassen, Ich sprach nich von ihr; nein, was wahr ist, und was fahsh ist, Alles hat sie gesprochen. Alles ist ihre Schuld, Alles ist ihr Verdienst.
“Yo a ella me confío, ella puede disponer de mí; ella no aborrecerá su obra. Yo no hablaba de ella; no; lo que es verdad y lo que es falso, todo ella lo ha dicho. De todo tiene la culpa, de todo tiene el mérito.”
Bibliografía de Gundlach:
- Gundlach und Pfeiffer. Auszug einen Bericht uber die zoologischen Beobachtungen während der Reise von Hamburg nach Havannah. (1838) Cassel. Jahresber. III, 1839, pp. 9-12.
- – Zur Molluskenfauna der Insel Cuba. Malakozool. Blatt. VII., pp. 9-32.
- Beschreibung von vier auf Cuba gefangenen Eledermäusen. Wiegmann. Arch. VL, 1840, pp. 356-358
- Ueber zwei von mir gesammelte Boen, [Boa Pardalis -?], Wiegmann. Archiv. VL., 1840, pp. 259-361.
- […]
Nos distingue el Dr. Federico Torrralbas con este valioso trabajo que en parte leyó en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana, de la que es Individuo de Número, con motivo de la colocación del retrato del insigne Dr. Gundlach en dicha Academia, trabajo que ha enriquecido ahora con una muy útil bibliografía.
El Dr. Torralbas, médico graduado en las universidades de Filadelfia y la Habana, lui desempeñado importantes comisiones oficiales y fué auxiliar facultativo de la Dirección del Laboratorio Nacional; es miembro de la American Public Health Association, Secretario de la Asociación de Estudios Biológicos y de la Sociedad de Estudios Clínicos de la Habana;
pertenece a otras muchas instituciones nacionales y extranjeras, y en varias publicaciones científicas de Cuba y de los Estados Unidos del Norte de América ha dado a luz trabajos notables relacionados con su profesión, siendo, además, autor de las siguientes obras: Principios generales de Sanidad (Habana, 1904), Concepto sanitario de las enfermedades cuarentenables (1905), Bibliografía del Dr. José I. Torralbas (1910) y Manual de práctica sanitaria, ahora en prensa.
Bibliografía y notas
- Doctor en Filosofía de la Universidad Literaria de Malburgo, Alemania. ↩︎
- Los grupos satos en las razas humanas, por el Dr. José I. Torralbas, 1887, Habana. ↩︎
- Don Juan Gundlach por el Dr. José I. Torralbas. Anales del Instituto de Segunda Enseñanza de la Habana, abril de 1896. ↩︎
- Anales del Instituto de Segunda Enseñanza de la Habana. T. I, p. 24. ↩︎
- Loco. cito. ↩︎
- Torrralbas, F. (1913, Mayo). El doctor Juan Gundlach, Apuntes Biográficos. Cuba Contemporánea, II(1), pp. 48–64.
- Zenea, J. C. (1864, August 12). Un naturalista en la Isla de Cuba: Juan Gundlach. La América: Crónica Hispano-Americana, Año VIII(15), 9–10.
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