El Perro Invisible una leyenda matancera. Doña Ramonita Oramas, viuda de Solís, vivía al comienzo del año 1770, honestamente pobre y sola en una pequeña casa alejada de la Plaza de Armas (hoy de la Vigía, en Matanzas) Pero Ramonita tenía un fiel compañero de soledad en su enorme perro de blanco pelaje, al que ella llamaba Capitán.
Ramonita cosía primorosamente, hacía dulces y favores, y era recibida, por estar emparentada lejanamente con familias distinguidas, en todas las buenas casas de la población.
Con lluvia sofocante o calor mortificador todo vecino curioso podía ver a Ramonita, acompañada de Capitán, camino de la iglesia todos los días del año. Ella entraba y el perro se echaba a la puerta del templo en espera de su ama. Misa diaria y comunión frecuente eran el consuelo y sostén del valeroso corazón de la viuda cincuentona y hacendosa.
Ramonita tenía un curioso secreto: ella le había pedido a la Santísima Virgen que le diera mucha vida a su perro, para que Capitán, su ónico compañero, pudiera estar con ella hasta que la muerte la llamara.
Así que Ramonita se emocionó mucho cuando una mañana vio, desde su banco, que Capitán, rompiendo la costumbre de esperarla en la puerta, entraba a la iglesia y se detenía frente a un altar lateral donde estaba la imagen de la Virgen Santísima y, después mirar largamente la imagen, se echaba frente a ella.
En la casi desierta iglesia nadie vio a Capitán echado a los pies de la Virgen María. Y este episodio insólito de la vida de Capitán no tuvo más testigo que su ama, la que lo interpretó como una respuesta de la Santísima Virgen a su ruego de larga vida para Capitán.
Nadie pudo explicar cómo había ocurrido el hecho: Capitán, el enorme perro blanco de Doña Ramonita, estaba muerto en la calle, frente a la iglesia, con la cabeza rota. Ramonita lloró a Capitán y rezó por él diariamente ante el altar de la Virgen María.
Tres semanas después de la muerte de Capitán, sintió Ramonita que en el patio de su casita ladraba un perro con el ladrido, inconfundible para ella, de su desaparecido Capitán.
Ante la insistencia del ladrido, Ramonita se asomó al patio… Y vió a Capitán… Sí, era Capitán, pero transformado: tenía el pelo blanco como si estuviera hecho de luna, y los ojos se le habían vuelto azules y luminosos. Ramonita, sin miedo llamó al perro… Y éste vino a ella meneando la cola, jubiloso, y le lamió las manos… Después se hizo invisible, desapareció…
Llegó el mes de enero de 1771, Ramonita, en su lecho de muerte, reveló que todos los días veía a Capitán transfigurado en un ser protector y que era capaz de estar junto a ella, pero invisible… Y Ramonita aseguró que ella sabía que la Virgen le había concedido vida eterna a su perro, que había hecho de Capitán un invisible amigo de Matanzas, para ayudar a los buenos…
Ramonita murió… Y los amigos de Ramonita pensaron que la historia que ella contó, poco antes de morir, no era más que un delirio de enfermo que se muere.
Una noche de marzo de 1771, el maestro Don Pablo García (quien había sido traído de La Habana por el Regidor Waldo García de Oramas, lejano pariente de Ramonita) vio un perro enorme de pelambre como hecho de luna y ojos luminosamente azules… Pero que, ante sus ojos, se hizo invisible…
Y el maestro Don Pablo habló mucho del perro que se hacía invisible. Y el Regidor Don Waldo García de Oramas, oyendo al maestro, llegó a pensar que ese perro era Capitán… Y recordó lo que decían que había contado Doña Ramonita Oramas el día en que se murió.
En el año 1779 vio al perro que se hacía invisible, el Teniente de Infantería e Ingeniero Don Dionisio Baldenoche. Y lo vio el Alcalde de Matanzas, Don Ignacio de Lamar, en el año 1801. Y también lo vio, en el año 1815, el primer Gobernador de Matanzas: el Brigadier Don Juan Tirry.
Pero todos estos testigos de la vida invisible y al parecer eterna del perro de lunar pelaje y ojos azules y luminosos, en su oportunidad quitaron importancia a sus respectivos encuentros con el Perro Invisible de Matanzas, y terminaron afirmando que tal vez lo que cada uno de ellos vio, fue una sombra en la noche llena de luna que confundieron con un perro.
En Europa, en Niza, un matancero: Alejandro Odero (nació en 1827), pintó al Perro Invisible de Matanzas, y el cuadro de tema tan absurdo, años después se perdió. El poeta José Jacinto Milanés y Fuentes, afirmaba en febrero de 1863; que él conocía al Perro Invisible…
Y que sabía que casi siempre, era el consuelo de los solitarios, amigo de los artistas y poetas, y fiel protector del alma inmortal de la ciudad de Matanzas. El Poeta Nacional Bonifacio Byrne escribió un soneto al Perro Invisible. ¿Lo vió…? Nadie sabe si lo vió alguna vez.
El Perro Invisible sigue cumpliendo su misión misteriosa por las calles de la ciudad de Matanzas y , los que pueden verlo, saben que es aquel mismo perro que describió Doña Ramonita Oramas , viuda de Solís, en su lecho de muerte, en el apenas recordado año de 1771.
Deja una respuesta