
Fray José Olallo Valdés el Padre de los pobres en Camagüey contado por Arturo Roca. Nació este santo varón en la Habana el año de 18161; allí estudió teología, ingresando á principios del 1835 en el convento hospital de San Juan de Dios en dicha ciudad, del que fué trasladado al que existía con ese mismo nombre en la ciudad de Camagüey, con motivo de ser necesarios en éste sus servicios por los muchos enfermos de cólera que en él habían.
Hizo su entrada en dicho benéfico establecimiento el Padre Olallo, como todos le llamaban, el 13 de abril del año 1835, con la resolución inquebrantable, que él mismo se impusiera, de cumplir una misión sagrada, que todo el pueblo es testigo de como la realizó.
Contaba sólo 19 años de edad cuando entró en el hospital de San Juan de Dios en Camagüey, y durante los 54 años que allí vivió, constantemente consagrado día y noche al cuidado de los enfermos, nadie lo vió una vez siquiera en la calle, no saliendo hasta la mañana del 10 de marzo de 1889, en que, conducido en hombros de cuatro pobres, vimos sacar su cadáver para ser llevado al cementerio general, por haber fallecido á las 9 y media de la noche del día 7 de dicho mes.
Pero, antes de tratar de la nobilísima misión que realizara en su destierro voluntario, daré algunas noticias del establecimiento benéfico en que pasó la casi totalidad de su vida.
El convento-hospital de San Juan de Dios de Camagüey fué fundado en 1728 por el capitán don Gaspar Alonso de Betancourt, fabricándose desde sus cimientos la Capilla mayor con sus bóvedas, después el cuerpo de la Iglesia con su coro y órgano y la torre con cuatro campanas.
A la vez le donó también una custodia dorada, ciriales de plata, así como las varas del palio, sillas tapizadas de damasco carmesí bordadas con hilo de oro, ornamentos completos de gran valor, dos imágenes que representan al Santo Patriarca con sus hábitos de terciopelo bordados de oro, teniendo una de ellas rosario y corona del propio metal.
También fabricó dicho señor dos enfermerías, los claustros altos y bajos en que vivían los religiosos, pozo, cocina y demás necesario, le amuralló el traspatio y dotó el hospital con todas las camas, ropas y útiles necesarios, regalándole un esclavo cocinero, y ayudándole con dinero efectivo para comprar otro y víveres.
Impuso también en favor de la institución la suma de 500 pesos para reparación de enfermerías y fábricas; después compró dos solares que agregó á los claustros y una casa que demolió para ensanchar la plaza que quedaba enfrente, calculándose que todo le costaría más de 25,000 pesos.
La caridad del pueblo camagüeyano impuso varias cantidades. para que con su interés ó canon se sostuviera el hospital, alcanzando un capital de 32.479 pesos 3 ¾ centavos.
En un principio fué servido el hospital por dos hermanos de la Orden, y en él eran asistidos también los presos enfermos, en unas celdas que había en forma de calabozos, por cuyo motivo tenían allí un cuerpo de guardia y alcaide; cada vez que se hallaba allí albergado algún enfermo grave, procuraba el fundador enviarle desde su casa el alimento adecuado. Siempre había allí de 60 á 90 enfermos pobres.
El templo es de una sola nave, que mide 45 varas de largo por 12 de ancho y tiene coro, sacristía y cinco altares. componiéndose en un principio su comunidad de un Prior y tres ó cuatro hermanos conventuales, que eran los que cuidaban de los enfermos.
En 1846 cayó un rayo en la cruz de la torre, la que agrietó hasta sus cimientos, rayando también las campanas. Enseguida se procedió á su reconstrucción con donativos que hizo el vecindario y 200 pesos que donó el Ayuntamiento.
Estando ya casi terminada la obra, se desplomó toda en la tarde del 27 de agosto de 1817, hiriendo de gravedad al Padre fray Juan Manuel de Torres, que estaba sobre los andamios presenciando los trabajos y á varios operarios, uno de los cuales falleció de tétanos por consecuencia de la herida. En 1818, costeada por el pueblo, se fabricó la que aún existe.
Este hospital fué administrado después por una Junta de Patrones, que desempeñaban el cargo gratuitamente, y el servicio del hospital lo desempeñaban enfermeros pagados de los fondos del mismo y con una pequeña subvención con que contribuía el Estado.
Recientemente fué refundido este hospital con los nombrados del “Carmen” y “San Lázaro”, quedando en el local de este último todos los enfermos bajo la administración de una sola Junta de Patronos, y con el nombre de “Asilo del Padre Valencia”, y lo que constituía verdaderamente el hospital de “San Juan de Dios” ahora está convertido en una gran casa de vecindad ó “ciudadela”, habitada por gentes que solo pueden pagar un módico alquiler.
En el descrito hospital, como ya antes había indicado, pasó el Padre Olallo casi 34 años, constantemente consagrado á cuidar personalmente á los pobres allí recluidos, soportando con inmensa resignación toda clase de trabajos y miserias humanas, no dándose jamás el caso de que nadie le viera nunca impaciente, ni molesto, ni oyera que se quejase del exceso de trabajo que á su cargo tenía, sino que, por el contrario, siempre mostrábase afable y cariñoso con sus enfermitos, como los llamaba á todos sin distinción.
Con esta práctica constante, adquirió muchos conocimientos médico-quirúrgicos, que prodigaba sin estipendio alguno á cuantos acudieran á su celda, bien en consulta ó para que les practicara alguna operación facultativa, motivo por el cual todo el pueblo sin distinción de posición social ni de raza llegó á conocerle, quererle y venerarle.
Aunque nunca hizo política, el Padre Olallo, tenía sentimientos y alma de patriota; su corazón grande y magnánimo no podía permanecer ajeno al sufrimiento moral, al ver á su patria humillada y á sus hermanos relegados á la triste condición de parias, y aunque á todos los enfermos trataba sin distinción, se le veía compadecer y tratar con verdadera lástima á los cubanos allí recluidos en prisión por el único delito de querer la independencia de su país, y en los cortos momentos que pudiera dedicar al descanso se le veía sacar hilas y preparar medicinas para los cubanos heridos en campaña.

Según me refirió un testigo presencial que todavía vive, el Reverendo Padre Manuel Martínez Saltage, que fué capellán de ese hospital en 1873, era de ver lo que sufrió aquel santo varón la mañana del 12 de mayo de ese año al enterarse que había sido muerto el Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz, y en medio de su dolor, la satisfacción que tuvo de ser el único cubano que pudo tocar su cadáver cuando atravesado en un caballo lo entraron en la galería primera del hospital, donde estuvo expuesto al público varias horas, sobre unas andas que se colocaron entre la escalera y la ventana que se ve en la fotografía que publicamos.
Allí fué depositado el cadáver de Agramonte, con la cabeza hacia ese ángulo y los pies hacia el pilar del patio; y de rodillas delante de él, el Padre Olallo, con el recogimiento y cariño que hubiera podido hacerlo si se tratara de Jesucristo, lavó cuidadosamente con una fina esponja, agua y alcohol la cara y manos de aquel mártir de su deber y después de arreglarle el cabello y colocarle en posición normal, hizo las preces del caso por su alma.
Y tanto él como su paisano y buen cubano el Padre Martínez, de cuando en cuando ya uno ya otro iba, con el pretexto de rezar, á hacer guardia de honor á aquel caudillo, situándose siempre en el lugar en que aparece fotografiado el Padre Martínez.
Todavía, por la tarde, cuando tenían que llevar el cadáver al cementerio, probablemente sospechando lo que pudiera suceder ó para evitar que fuera profanado durante el trayecto por los que tuvieran que cargarle, brindó y fué aceptado el que fuera conducido por los mismos negros encargados de llevar á aquel lugar á los pobres que morían en el hospital.
Dichos negros, al llegar con tan preciosa carga junto á la fosa, fueron despedidos por los allí congregados, sin duda para que no presenciaran lo que ocurrió después.
El día 10 de marzo de 1889 fui testigo del justo y espontáneo homenaje que todo el pueblo de Camagüey tributó á aquel que con razón llamaban el “Padre de los pobres”, y casi sin darme cuenta de ello, pues hacía pocos días que había llegado á aquella ciudad y ni siquiera de vista conocía al Padre Olallo, fui hacia donde se congregaban todos á la plaza de San Juan de Dios y desde allí ví sacar de la Iglesia el cadáver, le acompañé á la Iglesia Mayor, y es más, en el trayecto de este punto al cementerio, le cargué dos veces.
¿Porqué lo hice? No lo sé, una fuerza extraña que nacía del corazón me lo ordenaba. Todavía ignoraba los méritos de aquella persona que llevábamos á su último asilo; después, me relataron sus hechos, y más tarde, personalmente, por haber sido entonces miembro de dicha Junta de Patronos, pude comprobar cuanto hizo aquel ser privilegiado y comprendí lo que con su muerte había perdido, no sólo Camagüey, sino la humanidad entera.
Arturo Roca.
El 29 de noviembre del 2008 fue beatificado el Padre José Olallo Valdés, en una ceremonia que tuvo lugar en la Plaza de la Caridad, en Camagüey, Cuba. La ceremonia fue presidida por el Cardenal José Saraiva Martins.
Bibliografía y notas
- El padre José Olallo Valdés nació en la Habana el 12 de febrero de 1820 y siendo religioso de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios se trasladó a Camagüey donde obró hasta su muerte el 7 de marzo de 1889. ↩︎
- Roca, Arturo. “Fray José Olallo Valdés”. Revista Cuba en Europa. Año III, núm. 56, 30 de julio 1912, pp. 3-5.
- Misa de Beatificación del padre José Olallo Valdés. Homilía del Cardenal José Saraiva Martins. Plaza de la Caridad, Camagüey, 29 de noviembre 2008.
- Magliozzi Pirro, Giuseppe. “In Latino Eulalia, in Asturiano Olaya, in Galiziano Olalla”. Archivo Hospitalario. Revista de historia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Núm. 9, 2011, pp. 489-499.
- Puerto Príncipe – Cuba by Joseph Alden Springer U.S. Consular Clerk at Havana 1875. https://camagueycuba.org/puerto_principe.htm
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