Georges Claude el científico francés que regaló una piscina a Matanzas. El Apagón es entre los invitados inoportunos de estos tiempos el que más se pasea de boca en boca y de barrio en barrio. Cuando llega la noche movemos el interruptor y mágicamente, si no hemos sido desconectados del circuito, se enciende el bombillo que claro está requiere de energía.
Y por supuesto, debe de crearse esta energía para su utilización. Pensar en estas fuerzas presentes en la naturaleza hace imaginar el asombro de nuestros antepasados ante los rayos y descargas eléctricas que iluminaban el cielo, la contemplación de las auroras boreales, las piedras imanes y el magnetismo del que Pedro Peregrino de Maricourt publicaba en el siglo XIII un tratado. Pero no se trata aquí de la historia de la electricidad y el progreso que le acompañó.
Más cercano a nuestra época fue otro francés quien escogió la bahía de Matanzas para realizar un experimento que buscaba producir energía utilizando la diferencia de temperatura entre la superficie y el fondo de los mares tropicales. De aquella aventura quedó en la costa cercana a la ciudad de Matanzas una enorme poceta conocida como la piscina de Míster Claudi, norteamericanización del nombre del científico francés Georges Claude.
La idea de utilizar una pequeña diferencia de temperaturas para producir fuerza motriz no era nueva. Arsonval en 1881 pensaba bajo presión vaporizar ácido sulfúrico líquido con agua tibia de superficie y utilizar el gas en un motor. La idea fue retomada en 1910 por Campbell en los Estados Unidos.
El francés de nuestra historia, Georges Claude en compañía de Paul Boucherot desarrolló un estudio sobre la utilización de la energía térmica de los mares y tuvo la audacia de llevar a cabo el experimento empleando solamente agua. El 15 de noviembre de 1926 ofreció en la Academia de Ciencias de Francia una conferencia explicando el procedimiento nombrado Claude-Boucherot.
Su primera prueba la hizo en Bélgica donde por medio del vapor obtenido por ebullición de agua caliente, bajo presión reducida y condensada en agua fría, hizo funcionar, acoplada a un generador eléctrico industrial, una turbina de unos ochenta caballos girando a cinco mil vueltas por minuto.
Aunque se creyó en un principio que se haría en Cojímar, zona cercana a la Habana, el próximo paso de Monsieur Claude fue transportar sus aparatos a la bahía de Matanzas en Cuba, lugar escogido para extraer el agua fría desde el fondo por medio de un tubo de dos metros de diámetro y dos mil metros de largo.
A finales de febrero 1929 los trabajos de la fábrica Claude-Boucherot habían comenzado de la mano de la compañía Frederick Snare Corporation en el Uvero Alto, lugar situado a menos de un kilómetro de donde se encuentra actualmente la termoeléctrica Antonio Guiteras. Una zona digamos que predestinada a la producción de electricidad.
En el paraje, por aquella época desolado, se vió la construcción de una gran nave de madera y teja, donde se instalaron las oficinas, botiquín, cocina y anexos. También se levantaron cinco grandes tiendas de campaña para el personal técnico, carpinteros, mecánicos y obreros además de emplazarse seis grandes tanques para el servicio de agua y su red de tuberías que llegaban cerca de la orilla del mar.
Para guardar los explosivos utilizados en las excavaciones se habilitó una cueva próxima. Una línea de ferrocarril llegó desde los muelles de la Munson Line y no faltaron grúas y maquinarias en el proyecto que al costo de unos trescientos mil pesos debía de completarse en unos cuatro meses.
El 28 de marzo 1929 está en Matanzas Claude, precisamente en la calle de Magdalena 9, y con su energía propia impulsando los trabajos de la planta solicita al secretario de Estado, doctor Rafael Martínez Ortiz, la libre importación de la tubería destinada a sus experimentos.
La tubería conformada de varios elementos, cada uno de una longitud de veintidós metros, debía de ensamblarse en el fondo de la bahía y flotando ser conducida hasta el sitio de inmersión. Cuenta el científico que en el verano de 1929 las aguas de la bahía se encontraban anormalmente agitadas y habiendo perdido un pedazo del tubo optó por construir una barrera de quinientos metros constituida por una doble fila de boyas de acero. Esfuerzo perdido porque el 12 de julio otro pedazo del tubo sufrió daños.
Decidido a unir las secciones del tubo en las tranquilas aguas del río Canímar, debieron de dragar la barra de arena existente en su desembocadura. Desde el yate Jamaica, anclado en la boca del Canímar, supervisaba Georges Claude la obra. Un mes necesitó el ensamblaje de las secciones siendo llevado el conducto flotante a la desembocadura el 29 de agosto 1929.
Con fuerte marejada y anuncio de mal tiempo para los próximos días, de los cuarenta amarres quedando cinco y de ocho remolcadores solo cuatro presentes partieron a pesar de los riesgos casi oscureciendo.
Debido a su extensión y a la ausencia de varios remolcadores quedó el tubo parcialmente varado en la barra de arena no dragada lo que hizo que se doblara al continuar su avance las otras secciones. Aunque lograron desencallarlo con la marea montante y continuar camino, el tubo, fuertemente dañado, naufragó en la bahía unos dos kilómetros más lejos.
Este percance lejos de amilanar y desanimar al francés en su misión le hizo declarar a la prensa en septiembre: “En experimentos de esta naturaleza los contratiempos deben ser descontados, la perseverancia y la experiencia adquirida llevan al éxito definitivo… La experimentación sigue su curso y el tubo será reemplazado por otro. La planta experimental se haya completamente acabada en el litoral de la bahía de Matanzas.” Ese mismo mes colocaba en la planta un pedazo recuperado del tubo para observar su comportamiento en los meses de invierno.
Mientras tanto no perdía el Ayuntamiento de Matanzas la oportunidad de crear empleos solicitando la contratación en las obras de trabajadores cubanos. Resultado de esta gestión fueron contratados ciento cincuenta obreros matanceros. Para facilitar la labor de la empresa Claude Boucherot por decreto presidencial número 638 de 1929 se otorgaron beneficios y facilidades a todas maquinarias, instrumentos y materiales importados.
El nuevo plan implicaba que para el tubo se fabricaran tramos de cincuenta metros en un taller cercano y se depositaran sobre pequeños vagones alineados en una línea ferroviaria de mil ochocientos metros construida para esta tarea. Debían de sumergirse dos tramos de tubería, una de ciento cincuenta metros conectada a un pozo y otra de mil seiscientos que en un segundo tiempo se sumergía y se conectaba a la primera. Aunque esta se instaló correctamente el ocho de junio 1930 al intentar sumergirse la segunda y más extensa un error humano hizo que se perdiera por segunda vez el tubo en las profundidades. Era el veinticinco de junio.
En cuarenta y cinco días construyeron un tercer tubo. En septiembre de 1930 la población entera seguía con interés la aventura del lanzamiento del gigantesco tubo y el experimento de Georges Claude. El gobierno facilitó personal de marina y se esperaba el anuncio de que todo estaba listo para traer las aguas heladas a la superficie.
Finalmente ocurrió la delicada sumersión de aquel tubo que se alargaba por casi dos kilómetros el 7 de septiembre 1930. Comenzó la operación a las 5 y 35 de la madrugada y a las 6 y media entró la boca del tubo en el mar completándose la maniobra cuatro horas más tarde. Cuando el extremo final del tubo conducido por remolcadores abandonó la tierra y cayó sobre la superficie del mar el público, que invadía la planta, las autoridades locales, periodistas y obreros aplaudieron atronadoramente, congratulando al profesor Claude, al ingeniero Benito García Vázquez y al teniente de navío Eusebio Alba.
Se abrieron las válvulas de los flotadores y el tubo, colocado rectamente a nivel de otro tubo ya hundido con anterioridad y sujeto a la costa, se precipitó hacia el fondo. Los remolcadores hicieron sonar sus sirenas y los voladores estallaron en el cielo. Todos deliraban de emoción. El tubo de 1800 metros se acopló mediante un niple a otro de 150 metros. Finalmente el 15 de septiembre se completó la conexión submarina.
Casi un mes después de la inmersión del tubo, el seis de octubre, concluido en el hotel Velasco un almuerzo dedicado al señor Claude, se dirigieron los miembros de la Academia de Ciencias, de la Sociedad de Ingenieros, autoridades civiles y militares, además de otros excursionistas a la planta de Monsieur Georges Claude.
Se pusieron en movimiento los motores y segundos más tarde, mediante el funcionamiento de un pequeño y delicado mecanismo, conectado con la turbina destinada al bombeo del agua que va a los condensadores de vapor, se obtuvo una potencia de aproximadamente 15 kW. Aunque algunos exageraron el resultado informando que encendió cuarenta focos de mil watts cada uno distaban estos datos de la realidad.
El ingeniero Juan Manuel Planas obsequió a los presentes con un esperanzador discurso en el que destacaba la importancia de la utilización ilimitada de la electricidad a módico precio y al día siguiente el presidente Gerardo Machado felicitó en nombre del pueblo y gobierno de Cuba al científico francés.
El día aniversario de la ciudad de Matanzas, sábado 12 de octubre 1930, Georges ofreció a sus colaboradores un ponche en su residencia de la Avenida general Betancourt. El joven mecánico Luis Felipe Samper agradeció el gesto en nombre de sus compañeros.
Por supuesto que los detractores aseguraron que el costo de la energía producida por este sistema lo hacía imposible de implantar. Existían dudas de que Claude pudiera producir más energía de la que necesitó para bombear agua desde las profundidades y aplicado el método a grandes ciudades, la planta sería costosa y complicada como proyecto.
Un año después, M. Schideler ayudante de Georges Claude declaraba en una conferencia que:
“El hecho de que el tubo de dos metros de diámetro pudiera remontar diez veces más agua de la que era capaz de procesar la pequeña instalación utilizada en Bélgica, fue la razón, entre otras, por la que la instalación en Cuba debió gastar más energía de la que era capaz de producir. Sin embargo, el conjunto permitió un experimento gigantesco que sentó las bases de futuras fábricas.”
Claude por su parte confesó a un reportero que la planta de Matanzas no sería utilizada para la producción de energía comercial. Que era, de hecho, la misma planta de 50 Kilowatts utilizada en Bélgica para experimentar y que una vez terminados sus ensayos sería abandonada para construir una nueva fábrica en otra localidad cubana.
El intento quedó en las buenas intenciones, consumió una pequeña fortuna y el tiempo hizo su trabajo. Desapareció la fábrica y donde estuvo quedaron las huellas en el duro risco de la costa. En septiembre de 1938, ocho años después y casualmente fecha aniversario del exitoso lanzamiento del tubo, se reunía el Club Rotario de Matanzas para almorzar en el hotelito que nombrado Chez Tundidor se había construido frente a la demolida fábrica de Claude-Boucherot.
No faltaron los bañistas en aquella ocasión ni tampoco ahora como sigue siendo costumbre para quienes conocen el paraje, de la piscina que regaló a Matanzas un francés que soñaba con la energía maremotérmica.
A. Martínez. 8 de octubre 2024.
De interés:
- Roger Simonet. «Grâce à l’usine à vapeur d’océan de MM. G. Claude et P. Boucherot, les mers tropicales seront demain d’inépuisables sources d’énergie». Revista Sciences et voyages, n° 585 (1930)
- La Piscina de Míster Claude fuente de energía en Matanzas.
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