
El Himno de Bayamo una conferencia de Eduardo Sánchez de Fuentes contada por Nena Benítez en 1929. Con ser muy desapacible el tiempo reunióse el lunes por la tarde en el Auditorium una concurrencia bastante numerosa invitada por la Asociación de Antiguos Alumnos de Blanck, para escuchar la palabra conceptuosa del maestro Eduardo Sánchez de Fuentes…
Sobre un tema de inmenso interés, no ya para los músicos, sino para todos los cubanos, como es el que trata sobre el Himno de Bayamo, nuestro canto nacional, y sobre cuya revisión se ha tratado últimamente, a fin de que por nuestro Gobierno se fije, de una vez para siempre cuál ha de ser la versión que deba usarse oficialmente, desechando todas aquellas existentes que no estén en conformidad con el dictamen de la comisión revisora que se designe.
La conferencia a que nos referimos fué pronunciada por el maestro Sánchez de Fuentes en la Academia Nacional de Artes y Letras no hace muchos días y a ruegos de la directiva de la Asociación de “Antiguos Alumnos de Blanck” la repitió en el Auditorium, espléndidamente secundado en las ilustraciones por la Banda del Estado Mayor del Ejercito bajo la dirección del Capitán José Molina Torres y las señoritas Natalia Torroella y Consuelo Miró.
Inició su conferencia Sánchez de Fuentes con los siguientes párrafos:
Respondiendo a un marcado movimiento de la opinión que háse reflejado en estos últimos días en nuestros diarios más importantes, con asomos de contradictorios pareceres, acerca del viejo y debatido asunto de nuestro Himno Nacional, y secundando las iniciativas que en distintas épocas tomó esta Academia en demanda de la purificación y unificación del mismo…
La Liga Musical Cubana de la que más adelante nos ocuparemos, solicitó hace poco tiempo de nuestra Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, por medio de un razonado escrito, le fuera devuelto a nuestro canto patriótico, su pureza originaria pidiendo, de igual modo, su unificación, por estimar llegada la hora de que se legisle acerca de su legítima versión, de sus atributos de forma, tales como su Instrumentación para Banda y Orquesta, y del “tiempo” o “aire” que debe regir sus interpretaciones.
Y ya en nuestra demanda de esa declaratoria oficial que debe el Gobierno hacer sobre su música y letra, interesóse también dicha Liga por la invalidación de cuantas ediciones disímiles y contradictorias circulan actualmente en el territorio de la República, entendiendo que al Gobierno corresponde por su cuenta, publicando una versión para canto y piano y los oportunos arreglos para banda y Orquesta, que respondan a esa declaratoria oficial que sobre el mismo haga el Ejecutivo en su oportunidad.
Dice cómo este movimiento de opinión ha llegado a asumir caracteres de manifestación pública en algunas poblaciones como Bayamo, cuna inmortal de nuestro canto nacional y cómo se han tergiversado los deseos de la Academia y de la Liga Musical, que no son otros que el de:
“Despojarlo de cuanto le han añadido manos extrañas para que perdure con su fisonomía propia, tal como hubo de escribirlo Pedro Figueredo, aquel glorioso caudillo que ofrendó su vida en aras de nuestra libertad”.
Pasa entonces a relatar el conferencista algo de la vida del ilustre cubano, autor del Himno de Bayamo, himno que escribió Perucho Figueredo en el año 1867, a raíz del choque ocurrido entre militares y paisanos en Bayamo, en el baile que se celebró con motivo de la fiesta de Santiago.

Menciona la fecha del nacimiento de Figueredo ocurrido en las montañas de Oriente el 29 de julio de 18191, siendo descendiente de una familia de las más ilustres, por su abolengo y riqueza, Cuenta de sus estudios en el plantel del sabio educador Navarro y más tarde en Barcelona, en cuya universidad se graduó de doctor un leyes el año 1842, recorriendo después diversas capitales europeas hasta su regreso a Bayamo en 1843 donde celebró nupcias con Isabel Vázquez Moreno.
En 1851 se traslada a la Habana con su familia, dedicándose al periodismo hasta 1860 en que pudo volver a su tierra natal. En 1861 fué víctima de las iras del Gobierno siendo condenado a un año de reclusión, pena que tuvo la suerte de poder cumplir en su propia casa.
“Cuentan sus biógrafos, —prosigue el disertante— entre ellos otros patriotas de su propia estirpe, el coronel Fernando Figueredo Socarrás, miembro de nuestra Academia de la Historia, como el valiente guerrero tostado por el sol, cubierto por el polvo y ennegrecido por el humo de la pólvora, en medio de la plaza de la iglesia de su heroica ciudad, el día 21 de octubre de 1868, a raíz de la toma de Bayamo, escribió sobre su montura la letra de “La Bayamesa”, su inspirado Himno, que más tarde entonaba a coro el pueblo entero, lleno del más grande y más santo amor patriótico:
Al combate corred, bayameses, que la patria os contempla orgullosa, no temáis una muerte gloriosa, que morir por la patria es vivir.
En cadenas vivir, es vivir,
en afrenta y oprobio sumido;
del clarín escuchad el sonido,
a las armas, valientes, corred.”
Prosigue refiriendo los azares de la contienda libertadora en la que actuó gloriosamente Figueredo, su enfermedad y prisión por las tropas del teniente coronel Cañizal en agosto de 1870, la dispersión de su familia en un intento inútil de huida;
La conducción a caballo del ilustre patriota hasta el embarcadero de Jobabo y en el cañonero “Alerta”, acompañado de su hija Eulalia, como gracia especial, dado el estado precario de salud en que se encontraba.
Esos hechos acaecen los días 12, 13 y 14 del mes antes mencionado y en esta ultima fecha entra el cañonero en Manzanillo. Las turbas alcohólicas querían adelantar el sacrificio del cubano. En el “Astuto” fueron trasladados los prisioneros a Santiago de Cuba llegando el 15. Del buque a la cárcel. Juicio sumario. Condena a muerte. Entrada en capilla.
Continúa Sánchez de Fuentes: “El general Valmaseda le mandó a Perucho perdonarle la vida si le prometía no esgrimir de nuevo las armas contra el gobierno de la Metrópoli. El autor de “La Bayamesa” le contestó. así: Hay proposiciones que no se hacen sino personalmente, para personalmente oír la contestación; estoy en capilla y espero que no se me moleste en los últimos instantes que me quedan de vida”. Después escribió una carta, modelo de entereza y resignación a su amada esposa.
El 17 se leyó la sentencia y ese mismo día fué ejecutado. “Cuando se le esposó para conducirlo al sacrificio, vióse que su debilidad era extremada y como pidiera un coche para su traslado al sitio de la ejecución, se le contestó con impiedad y burla que ello sería demasiado honor para un insurrecto: que se le traería un asno y en él, señoras y señores, marchó al suplicio el inmortal creador de nuestro himno nacional”.
Sigue diciendo después que, contraria a la opinión de los que desconocen su vida, Figueredo fué un músico distinguido y según declaraciones de su sobrino, el escritor Fernando Figueredo Socarrás, ya desde el colegio “Carraguao” dedicaba al arte de los sonidos especial atención. En Barcelona estudió música, llegando a tocar el piano magistralmente. En su casa se hacían veladas y conciertos en los que participaban sus hijos bajo su dirección.
Se refiere al profesor Manuel Muñoz Cedeño quien se dice escribió la composición de Figueredo, exponiendo que Benjamín Muñoz Ginarte, hijo de dicho profesor ya desaparecido, le ha relatado lo que él oyó contar repetidas veces a su anciana madre. “Fué el autor de sus días quien por encargo muy reservado de Perucho escribió e instrumentó el himno, ejecutándolo en las fiestas del Corpus Christi celebradas en Bayamo en tiempos de don Julián Udaeta, Gobernador de la ciudad, en el mes de junio de 1868.
La instrumentación fué hecha por Muñoz Cedeño para violín, clarinete, cornetín, trombón, bombardina, figle y contrabajo, instrumentos que integraban las orquestas cubanas de aquel tiempo. Los deseos de Perucho se realizaron en aquella oportunidad.
Salió la procesión de la Iglesia Parroquial Mayor, por la calle de San Salvador, deteniéndose primeramente, en el altar que la familia Figueredo había levantado, siguiendo la tradicional costumbre, frente a su casa. El Padre Manuel de Jesús Batista, conducía la Sagrada Forma y después de cantado el “Tantum Ergo” la orquesta dejó escuchar por primera vez la marcha de Figueredo que se repitió en el transcurso de la procesión.
El Gobernador Udaeta cuando terminó el desfile, llamó al Maestro Muñoz y bien porque conociera con anterioridad la manera de pensar del compositor o porque se lo denunciaran los dos compases de la Marsellesa incluidos en el himno, el hecho es que preguntó a Muñoz Cedeño quién le había dado la música que había tocado en la procesión. El señor Pedro Figueredo, respondió el profesor, a lo que repuso Udaeta: ¿con que también el señor Figueredo es autor de himnos belicosos? El señor Muñoz le objetó que aquella música no tenía nada de belicosa y así quedó el asunto sin ulteriores consecuencias.
Dice como los compases de la Marsellesa debieron preocupar al Gobernador, recordando que durante el período de 1858 a 1863 españoles y franceses lucharon unidos en defensa de los misioneros católicos y el periodo en que se cantaba el himno francés en la península, añadiendo que:
“Desde entonces cuando el himno se ejecutaba en presencia de los españoles, se le suprimían los aludidos compases y en esta precaución tuvo origen, acaso, la corruptela de suprimirle el fragmento del canto patriótico de Rouget de Lisle, incluido por su autor en la segunda parte”.
Afirma el conferenciante que Figueredo por sus conocimientos musicales bien pudo escribir la melodía de su himno dando testimonio de ello los peritos calígrafos Vieta y Frades que examinaron el himno escrito por Figueredo dedicado a la señorita Ana Morel y fechado en la Finca Santa María en noviembre de 1869, documento valioso que enriquece hoy nuestro Museo Nacional.
Menciona fechas diversas en que el Himno de Bayamo fué ejecutado por orquestas pequeñas y cantado por distinguidas señoritas así como también en Guáimaro en abril del 69, interpretado por un quinteto dirigido por Carlos Pérez. Días después de la toma de Bayamo por los cubanos, el 22 de octubre y después del Te-Deum, se cantó el himno por Elisa Figueredo, hija de Perucho, Amelia Montero, que vive aún en Bayamo así como Caridad González e Inés Jerez, residente ésta en Manzanillo y varias más.
“En dicho Te-Deum fué recibido bajo palio Carlos Manuel de Céspedes, por el cura párroco cubano Manuel de Jesús Batista.” Después de la bendición de la bandera que conducía Candelaria, la valerosa hija de Perucho, se entonó el himno, cuyo original es el mismo que se conserva en nuestro Museo Nacional.
“Perucho Figueredo puso por título a su canto patriótico “La Bayamesa”, vinculándolo a su patria chica.” Llama la atención sobre los compases séptimo y octavo de la segunda parte que presentan un fragmento melódico de La Marsellesa y las diferencias que se notan en los finales de cada frase y en los dos compases últimos, completamente distintos de los que actualmente ponen término a nuestro himno, anunciando que va a ser interpretado por la Banda del Estado Mayor tal como lo escribió Figueredo y como debió tocarse en la Procesión antes aludida, fiel en un todo al manuscrito cedido por la señorita Morel al Museo Nacional, forma en que se popularizó en la guerra larga. Este arreglo para Banda y su sencillo ropaje armónico, son obra del maestro Molina Torres. La ejecución fué muy aplaudida.
Continúa refiriéndose a una conferencia sobre el himno dada en el Conservatorio Falcón por el maestro Agüero en cuyo trabajo dice cómo la obra de Figueredo fué mutilada y falseada, la partitura original extraviada así como todos los papeles de la música, y no habiendo quien trasladara al pentagrama la bélica composición se entonaba y era acompañada por los músicos, de memoria, lo que dió motivo a la adulteración, basándose los primeros músicos que intentaron rehacerla, en una errónea versión.
Explica cómo se confunde “La Bayamesa” con la histórica canción atribuida a Carlos Manuel de Céspedes, héroe de la Demajagua, y cuya letra escribió otro ilustre bayamés, el poeta José Fornaris. Entonces la señorita Consuelo Miró entona la canción de Céspedes que es completamente distinta en su forma y melodía al canto patriótico de Perucho Figueredo.
Alude a la semejanza del Himno de Bayamo con ciertos compases de la ópera Norma de Bellini, cuyo coro del primer acto, escena tercera, posee coincidencias innegables, llamando la atención de que pudiera también encontrarse parecido en un diseño de la sonata número 22 opus 54 de Beethoven.
Ambas obras son ejecutadas al piano demostrativamente por la señorita Natalia Torroella.
Prosigue la disertación diciendo que desde 1895 los cubanos rechazaron los compases de la Marsellesa, por extranjeros, no escuchándose más en los campos revolucionarios la frase melódica tomada del himno de Rouget de Lisle y pregunta el disertante:
“¿Quién varió la segunda parte del himno, resolviendo su segundo fragmento en la tonalidad de Fa mayor, en vez de dejarlo como lo escribió Figueredo, en Re menor? ¿Quién alteró el final de dicha composición? Y los otros pequeños cambios de notas, ¿quién los hizo?”
Llega el doctor Sánchez de Fuentes al punto esencial de las modificaciones realizadas por manos extrañas en el canto patriótico cubano. Antes de proseguir, quiere que se oiga el Himno de Bayamo tal como se cantó y tocó en la guerra del 95, cuando aún no tenía introducción de ningún género, y que se note su semejanza con el actual en lo que se relaciona a su línea melódica. “Esta versión del 95, dice, resulta errónea comparada con el original de Figueredo”.
Entra en el estudio de las modificaciones sufridas por nuestro canto nacional sin ahondar en el estudio de las distintas versiones; sólo desea marcar las diferencias más notables entre ellas para que sea posible el conocer la evolución sufrida por el original del glorioso himno de Bayamo desde el año de 1868 al 1895.
Comienza por las efectuadas por el maestro Antonio Rodríguez Ferrer, quien alega que al hacer dicho arreglo no conocía el ejemplar que existe en el Museo Nacional y confesando que le antepuso el toque de corneta que hoy se escucha en su comienzo.
Cree Sánchez de Fuentes que la de Rodríguez Ferrer, es la instrumentación del Himno de Bayamo más brillante y mejor de cuantas conoce así como acertada su armonización, aunque piensa que ciertas variantes introducidas en la versión del 95, no debieron hacerse, y que antes que nada debía respetarse el pensamiento del autor o, por lo menos, mantenerse la forma en que la escucharon los héroes del 95 sin más cambios.
Se refiere a la introducción escrita por Rodríguez Ferrer quien afirma que el primer fragmento es original aunque el resto pertenece a los toques de caballería, similares en los ejércitos de todas las naciones exponiendo que la mayor parte de los himnos patrióticos no tienen introducción.
Se oyen entonces ejemplos por las cornetas de la Banda del Estado Mayor, la introducción al Himno con cornetas solas, al tiempo de toque de caballería en marcha, seguido por la introducción al Himno escrito por Rodríguez Ferrer, tal como se ejecuta a diario y que prueba son exactamente iguales, aunque sin detalles de armonía el primero.
Cita a José Marín Varona como otro compositor que introdujo modificaciones en nuestro Himno, presentándolo con una nueva introducción. El autor de las “Tropicales” daba como auténticas las estrofas siguientes alteradas por le tradición:
Al combate corred bayameses, que la patria os contempla orgullosa, romped ya la cadena ominosa a los gritos de Honor Libertad.
No queráis en cadenas vivir en afrenta y oprobios sumidos: del clarín escuchad los sonidos, a las armas valientes, volad.
También creía Marín Varona, apócrifos, los dos compases de la Marsellesa, indicando el buen sentido del pueblo cubano de no aceptar tal edición “Nuestro himno que está compuesto con sus dos partes originales, no tiene necesidad de pellizcar en ningún otro. Figueredo Socarrás refutó con datos auténticos las opiniones del ilustre músico cubano, demostrándole cómo Perucho había incluido los dos compases de la Marsellesa y que sus versos son los escritos por su puño y letra en la copia que se guarda en nuestro Museo Nacional.
Ejecútase la versión escrita por Marín Varona, con una introducción de cornetas completamente distinta a la de Rodríguez Ferrer, señalando el cambio del giro melódico original de Figueredo en el tercer miembro (¿movimiento?) de la primera parte. por las notas LA, DO, FA, que también aparecen en el trabajo de Rodríguez Ferrer. Esta variante, —alega— no existe en la versión del 95.
Marín Varona y Rodríguez son los que la han traído a nuestro himno, manteniendo el segundo el FA ligado a otro FA, primero negra y después semicorchea que debería ser DO, y lo mantiene para poderlo armonizar de la manera que él lo ha hecho. Lo particular del caso es que aunque se toca así en el arreglo instrumentado por dicho profesor, el pueblo no lo canta de igual modo, haciendo la bajada a DO como cuando aparece esa frase al final de la versión del 95.
Terminada la ejecución se refiere el maestro Sánchez de Fuentes a las gestiones que se han hecho desde la instauración de la República a la fecha para purificar y unificar el Himno de Bayamo. Como a instancias de la Academia de Artes y Letras y por decreto de 5 de abril de 1919, durante el gobierno del general Mario G. Menocal se nombró una comisión para que rindiera informes, lo que no se llevó a efecto por cesar en funciones el Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, Dr. Francisco Domínguez Roldán. Cuando se trató del Primer Congreso Pan-Americano de la Música se insistió en igual demanda, volviendo a solicitarse en vísperas de la Sexta Conferencia Pan-Americana.
Señala que a pesar de esas gestiones nada se ha legislado sobre este importante asunto y que en estos últimos días la Liga Musical Cubana cuyo objeto es laborar por nuestros altos intereses musicales, decidió secundar esa campaña imprimiéndole la necesaria actividad, por estimar llegado el momento en que nuestras autoridades intervengan un este particular ya que el actual Gobierno se ha impuesto como norma de sus actuaciones la rectificación de pasados errores.
“Alrededor del particular que motiva esta conferencia, —dice Sánchez de Fuentes,— existe una verdadera confusión, pues de lo que escribió Perucho Figueredo a lo que escuchamos los cubanos de la hora de ahora, hay enorme diferencia, como ya sabéis, y es necesario que en nuestro país, en las esferas oficiales, dejen de mirarse despectivamente los asuntos musicales, que tal parece que la más emotiva de las Bellas Artes, está relegada entre nosotros al último rincón de la patria cubana.”
Expresa que el deseo de la Liga es que se despoje al Himno de Bayamo de cuanto le han agregado manos extrañas; que se edite oficialmente y desaparezcan las publicaciones contradictorias que del mismo existen actualmente; que se le asigne un tiempo metronómico a las transcripciones que se hagan, que unifique el ritmo de nuestro canto patriótico, ya que unos directores lo llevan más despacio que otros.
Que la aspiración de la Liga es que se haga una transcripción del Himno en tono apropiado pasa las Escuelas Públicas con el objeto de que las voces infantiles lo canten cómodamente y no lo griten, como sucede en todos los colegios de la República. Piden también el nombramiento de una comisión técnica que dictamine asimismo sobre el asunto en cuestión. Y añade que, con esa finalidad la Liga Musical Cubana ha presentado al Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, General José B. Alemán, un oportuno escrito para que en definitiva se decrete por el Ejecutivo la purificación y unidad de nuestro himno nacional.
A continuación se refiere a las modificaciones efectuadas en algunos himnos extranjeros y pasa luego a citar las distintas ediciones que han circulado y circulan en la República. Alude en primer término a la del maestro Hubert de Blanck, ilustre precursor de nuestro desenvolvimiento musical, decano de los Directores de Conservatorio de la República, que perteneció a la Junto Revolucionaria y que sufrió los rigores de la emigración, luchando denonadamente por la causa de nuestra independencia.”
Observa que la letra es la que presenta el original de Figueredo y que la introducción es distinta, con un toque de cornetas también.
Natalia Torroella lo ejecuta al piano y lo mismo nace con el de Marín Varona. Después toca turno al de Gaspar Agüero que presenta notables variantes asimismo, confrontando con los demás. Otra introducción. Nuevo toque de cornetas, presentando el carácter de una paráfrasis del Himno. El del maestro Rafael Pastor, sin introducción de ningún género está cuidadosamente armonizado, con lujo de ropaje perdido el carácter popular que debe mantener el himno patrio, se nos antoja excesiva dicha armonización, más propia para otro linaje de transcripciones.
De a conocer también, un libro de himnos editado en Barcelona, donde aparece el de Cuba distinto completamente en cuanto a la introducción y con variantes dé monos importancia.
“Este, —dice el maestro— es el menos afortunado de todos. Contiene errores lamentables hasta en su armonización.”
Por último se escuchó el arreglo del maestro capitán José Molina Torres, que, Sánchez de Fuentes opina que es el que más se acerca a la versión predominante que hoy se toca.
Después pasó al examen de otras pruebas que testimonian la falta de unidad reinante en cuantas versiones existen para canto y piano y para orquesta y Banda, ofreciendo a sus oyentes tres impresiones disímiles del himno que han hecho las tres compañías fonográficas más importantes de los Estados Unidos: la Víctor, la Columbia y la Edison.
Y como sí fueran pocas las pruebas que produce el distinguido maestro en pro de la revisión del himno bayamés dice lo siguiente:
“La edición de Marín Varona y los arreglos hechos últimamente, que hoy son los que se venden por estar agotadas las otras ediciones, señoras y señores, tienen puesta la letra en inglés.”
Apunta una vez más las aspiraciones de la Liga acerca del Himno de Bayamo y de la urgencia de regularizarlo, cosa que ni en las esperas oficiales se ha hecho. Las ilustraciones de verdadero interés ofrecidas, se completan entonces con la audición del himno tal como pudiera tocarse en lo sucesivo, de no triunfar el criterio de revivir el auténtico del 68.
Es ejecutado sin introducción y suprimidos ciertos cambios de notas innecesarias. Expone el conferenciante que son dos los criterios que pueden mantenerse con relación a la forma en que debe perdurar el Himno:
- Dar validez oficial al original por Figueredo
- Adoptar oficialmente la versión del 95.
Hace alusión al Himno Invasor por Loynaz del Castillo y termina su bella y patriótica conferencia diciendo que la comisión que se nombre para estudiar y aconsejar la revisión de nuestro Himno, es la que debe decir la última palabra acerca de cuál de las versiones debe declararse obligatoria.
“Tenemos la seguridad, —continúa— de que el pueblo cubano desea que se le restituya al Himno toda su verdad histórica y en tal sentido su voto es unánime en favor original de Perucho Figueredo, tal como se tocó y se cantó en la toma de Bayamo. Es absolutamente indispensable; es necesario bajo todos conceptos que termine este estado de cosas censurable e incomprensible…”
El maestro Sánchez de Fuentes fué calurosamente aplaudido y muy felicitado al terminar su bien documentada disertación.
Nena Benítez
Bibliografía y notas
- Benítez, Nena. “Eduardo Sánchez de Fuentes ofrece una gran conferencia sobre el himno de Bayamo”. Diario de la Marina. Año XCVII, núm. 83, 24 de marzo 1929.
- Aunque se consideraba el 29 de julio de 1819 como la fecha oficial del nacimiento de Perucho Figueredo el hallazgo de su Partida de Bautismo en la Universidad de la Habana confirmó que Pedro Felipe Figueredo Cisneros nació el el 18 de febrero de 1818 y fue bautizado el 12 de marzo de 1818. Dió a conocer el hallazgo el historiador de Bayamo Ludín Fonseca García. ↩︎
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