
José E. Triay un escritor y poeta andaluz en Cuba. Por los alrededores del edificio que ocupa el Diario de la Marina y de los teatros que circundan el Parque Central, se ve pasar con mucha frecuencia un caballero de estatura baja, canoso, de sencillo vestir, con un grueso bastón en forma de cayado y que lleva la cabeza doblegada por el peso de un gran cerebro, que según dijo Hartzenbusch:
La espiga rica en fruto se inclina á tierra
Hartzenbusch
Nadie diría, sin conocerle, que bajo aquella modesta capa se oculta un aguerrido periodista, un literato fecundo y un poeta de abundosa inspiración.
Apenas abre la boca se conoce por el modo de hablar que don José E. Triay nació en España, en la región andaluza. Vino á esta isla de muy corta edad y en ella ha permanecido más de medio siglo, habiendo creado una numerosa familia, y en Cuba probablemente reposarán sus restos el día que Dios tenga á bien llamarlo á su seno, que deseamos de veras tarde mucho en suceder para bien de las letras castellanas.
La para nosotros agradable tarea de escribir un corto bosquejo biográfico de nuestro buen amigo, nos la abrevia el mismo señor Triay con la autobiografía que á petición del director de Ambos Mundos, publicó este periódico en el número de 4 de Agosto de 1901, que dice así:
Doy á usted gracias, primero que nada, por el honor que me dispensa, publicando mi retrato en el primer número de su nuevo periódico Ambos Mundos, considerándome el decano de los periodistas en Cuba. Ese decanato tiene sus cortapisas.
Si comprende los años de trabajo en la prensa, nadie lleva aquí, que yo sepa, los cuarenta que yo; si la antigüedad, me vencen en ella: Ricardo del Monte, José María Prellezo y Ricardo Z. Cay; pero en la vida literaria de los dos primeros ha habido un largo eclipse, en que dejaron descansar la pluma que tan gallardamente manejan, y el último no se yo que haya vuelto al periodismo desde 1864, en que escribimos juntos en la Aurora del Yumurí, de Matanzas.
¿Quiere usted que le comunique algunos datos de mi vida? ¿Qué he de decirle? Yo soy un pobre hijo del trabajo, que no ha tenido más patrimonio que su laboriosidad. Nací en Cádiz, el 2 de Noviembre de 1844; llegué á Cuba, sabiendo sólo leer y escribir, como discípulo del Colegio de San Felipe de Neri, que dirigió el inolvidable don Alberto Lista y tuvo entre sus profesores hombres de la talla de don Eduardo Benot.
Allí se me despertaron las aficiones á la lectura, que no he perdido á pesar de los años. En Cuba estoy desde 1852. Pobres mis padres, poco pudieron hacer por mi educación. Niño, muy niño, entré en una imprenta como aprendiz de cajista. Y cajista era en1863, en la imprenta la Aurora, de Matanzas, cuando la enfermedad del gacetillero, Gustavo A. Suzarte, hijo del insigne periodista, don José Quintín (q. e. p. d.) me llevó á sustituirle.
Ya hacía dos años que hacía mis pinitos en la prensa, publicando versos y artículos literarios que si hoy viera me horrorizarían. Repuesto el gacetillero, el propietario del periódico, mi viejo y queridísimo amigo Pepe Curbelo, quiso que siguiera yo al frente de la gacetilla que no solía escribir: pasaban de la imaginación á la galera, compuestas por mí.
Algunos años después, en 1866, pasé á Cárdenas á dirigir el Boletín Mercantil, y de allí fuí llamado por mi inolvidable amigo Alejandro Chao para dirigir, en la Habana, El Moro Muza y compartir con Gonzalo Castañón el trabajo y la dirección de La Voz de Cuba.
Sería interminable la lista de los periódicos en que he escrito y algunos de los cuales he dirigido. He sido corresponsal de la Ilustración Española y Americana, del Diario de Barcelona y de innumerables periódicos de México y de esta Isla. En el Diario de la Marina llevo veintitantos años y desempeño, más por los años en el periódico que por la suficiencia, el cargo de Redactor en Jefe.
He escrito algunos libros y muchas obras para el teatro (éstas exceden en su número de cuarenta), representadas con todas las gradaciones del éxito, desde el negativo manifestado por la silba, hasta el lisonjero que se traduce en el aplauso. Ni éste me ha envanecido ni aquél me ha causado sorpresa ni infundido desaliento.
Mi última obra pateada se llama El Mono de Don Tomás, y puedo asegurar que no hay espectador que se haya enterado de una sola palabra de las que contiene el libro, porque la silba empezó al levantarse el telón y terminó cuando éste se interpuso entre los actores y el público.
He tenido la debilidad de escribir versos, muchos versos. Algunos han merecido premios honrosos en varios certámenes. La oda “España en América” lo fué con medalla de oro, en Matanzas, en 1871; las décimas “La Canción de los Juegos Florales” obtuvo la propia medalla y la “Flor Natural”, en la Habana en 1884.
He sido secretario de algunas sociedades y corporaciones y ésto representa las páginas de mi vida que más me enorgullecen; porque siéndolo de la “Sociedad de Beneficencia Andaluza”, en tres distintas suscripciones y con mi trabajo personal é infatigable, he logrado reunir más de cien mil pesos para socorro de varias calamidades que cayeron sobre aquella mi querida tierra; y siéndolo de la de “Socorro á las víctimas del cólera”, conseguí también recaudar unos noventa mil pesos en oro para auxilio de aquella desgracia.
En ambas he tenido cooperación de importantes personalidades. Personalmente he recaudado por las calles el importe de la casi totalidad delas sumas invertidas en el monumento de los bomberos, que constituye la más grandiosa obra de arte que existe en Cuba.
He sido diputado provincial durante diez años. En política he defendido siempre los principios liberales, representados en el programa del partido republicano, y aunque poseo la encomienda de número de Isabel la Católica, con que me honró el gobierno de Don Amadeo, siempre me he inclinado al lado de la República.
¿Quiere usted saber más? Pues difícil es que le diga otra cosa quién, como ve usted, no ha pasado en toda su vida de ser un pobre obrero, de la imprenta en su niñez, del periodismo en sus mocedades y en la edad madura.
La brevedad y la modestia obligaron al señor Triay á ser parco; pero nosotros podemos asegurar que mucho se dejó en el tintero. Entre los periódicos fundados y dirigidos por él, que no cita, recordamos El Libro de las Familias y El Hogar que fueron revistas amenas y morales.
El señor Triay tiene por norma al escribir para el público y sobre todo para las familias, el respeto que merecen, de modo que sus escritos pueden leerse lo mismo por los niños que por las jóvenes más recatadas.
Escribe sobre cualquier materia con una pasmosa facilidad, de primera intención, sin enmendar ni corregir las cuartillas; pero principalmente sobre Literatura, Historia y Bellas Artes. Con lo que ha brotado de su pluma pudieran llenarse tantos tomos como los que forman el Diccionario de Larousse. Posee una memoria colosal, y para escribir la historia literaria de Cuba de la segunda mitad del pasado siglo sería él un elemento importantísimo.
Don José E. Triay es un poeta fácil, de sentimiento y oído delicado. Sus numerosas composiciones, como hojas esparcidas por el viento, se hallan diseminadas en las columnas de diversos periódicos y es de lamentarse que no figuren reunidas en un libro. Para hacerlo acaso le hayan detenido por un lado la excesiva labor del periodista moderno, que no tiene tregua, y por el otro el temor de que el volumen no fuese bastante apreciado en estos tiempos prosaicos que corren y resultase un fracaso pecuniario.
Nosotros no lo creemos así. El señor Triay cuenta numerosas relaciones que apreciarían el mérito de sus versos y la literatura ganaría con su impresión.
No en balde ha pasado en Cuba el señor Triay tantos años; el medio ambiente ha ejercido en él su natural influencia y muchas veces al pulsar la lira se ha sentido cubano.
En la composición titulada El Veguero y la Guajira hay las tres décimas que reproducimos al pie que resisten el parangón con las de cualquier otro poeta de Cuba.
Cabalgando en potro bayo, junto á la orilla del río, atrás dejando el bohío que baña el sol con su rayo, por amoroso desmayo oprimido el corazón, y en alas de la ilusión que da vida á su esperanza, ufano el guajiro avanza murmurando una canción.
Tuya será, vida mía, mi vega con sus palmares, mis vacas, mis colmenares, mi esperanza y mi alegría. No retardes más el día de mitigar mi pasión; mira que mi corazón entre dolores navega, y se halla como la vega cuando la azota el ciclón.
Por eso dicen que autores que yo respeto por sabios, que en amor callan los labios, por torpes y enredadores: y que las cosas mejores que causan dichas y enojos, alegrías y sonrojos, contentos y padecer los ha dicho la mujer, callándose, con los ojos.
Dijimos antes que el fuerte del señor Triay eran la Literatura, la Historia y las Bellas Artes; pero no estuvimos acertados, porque el Manual del Cocinero Criollo, es un libro, por cierto el que más provecho le produjo, que le acredita como maestro en el arte culinario.
No se trata de una simple recopilación, sino de un concienzudo trabajo hijo de la experiencia y de la dedicación que al asunto ha prestado. Nosotros podemos asegurar que el libro del señor Triay sobre cocina ha prestado á nuestras familias verdaderos servicios.
Triay es orador de fácil y persuasiva palabra. En los banquetes hace honor á los manjares como experimentado gourmet que es, y en los brindis se distingue por su verbosidad, por su discreción y por su gracia.
Cuba Y América viene dedicando su atención en dar á conocer á sus lectores las poetisas y los literatos que sobresalen en Cuba y necesariamente tenía que ocupar un puesto el veterano escritor con cuyo retrato se engalan al mismo tiempo las columnas de esta Revista.
A. POMPEYO.
José E. Triay corona fúnebre
Escribimos estas líneas bajo una impresión dolorosa. El cable nos anunció en las primeras horas de hoy (4 de marzo 1907)1 la muerte de don José E . Triay, Jefe de Redacción del Diario de La Marina. Este desenlace no por previsto deja de herirnos hondamente, pues que los afectos sanos y puros se revelan contra las realidades de la previsión.
Murió Triay lejos de nosotros, á desesperadora distancia de sus hijos y de sus amigos; pero si en las horas de las grandes pesadumbres no sintió que llegaban á su espíritu votos lejanos, ecos de ánimo y consuelo, murmullos de cariño, frases sollozantes de temor y esperanza, murió con la evangélica conformidad del cristiano que sabe que manos santas han de cerrar los yertos párpados sobre los ya apagados ojos.
La cristiana esposa de nuestro amigo, Cecilia del Castillo, sujeta al lecho mortuorio con los lazos venerandos del amor y del deber, recogió el ultimo aliento, la última mirada , el último latido de aquel cuerpo cuya vida fuera tan cara á cuantos pudieron llamarse sus amigos del corazón…
En señal de sentimiento por la muerte de uno de sus más antiguos en empleados, el DIARIO DE LA MARINA enluta sus balcones, orla de negro sus páginas, como triste último deber envía por cable la orden de depositar junto al féretro una corona que signifique nuestro dolor, y mientras encomienda á Dios el alma del finado envía á la esposa ausente y á sus deudos, y muy particularmente á nuestro buen compañero Joaquín Gil del Real y á su afligida esposa María Teresa Triay, la expresión sincera de nuestro espíritu apenado.
¡Duerma en paz el desaparecido compañero!
Triay en la prensa de Cuba (5 de marzo 1907)2
Los talentos de Triay se manifestaron siempre en cuantas ocasiones los ha puesto á prueba su voluntad más caprichosa que firme. Así ha figurado como actor, como literato, como periodista, como poeta, como autor de comedias, como crítico y como escritor culinario, contentándose con lograr un sólo triunfo en cualesquiera de estas derivaciones de la literatura, para dejar el empeño y poner toda su fe y todo su entusiasmo en otro empeño nuevo, que había de dejar apenas tocaba la meta del triunfo.
En el DIARIO DE LA MARINA, donde debía y pagaba de hecho toda su dedicación, era Triay el compañero de todos —chicos y grandes, desde el director al cajista— el consejero de todos y el que de todos admitía como la cosa más natural del mundo una objeción ó un consejo.
Su actividad era ejemplar y asusta la suma de energías consumidas por Triay en ingertar la febricencia de sus nervios en el temperamento de regentes y cajistas —linfáticos por naturaleza en la mayor parte de los casos— y en bien del buen orden de “la tirada”. No dormía Triay tranquilo si allá, á las altas horas de la noche, se retiraba á su hogar sin haber visto emplanadas las páginas del Diario de de La Marina.
De joven había trabajado Triay en las cajas, circunstancia que nunca olvidó, y era defensor acérrimo del cajista, sirviéndose para estos casos de aquel lema del escudo de Perú: “Por la razón ó la fuerza”. Tenía á gala decirlo así, y decía también —y exageraba— que su ilustración la debía de todo en todo á Natura, sin que Salamanca pudiera reclamar ni un ápice en contra.
Sus odios eran infantiles y apenas duraban los que un relámpago en su alma, que los rechazaba horrorizado. En cambio sus afectos eran consecuentes, tercos, tenaces; la persona que una vez gozó la buena amistad de Triay puede estar seguro de haber gozado hasta la muerte de aquel afecto inalterable.
Triay tuvo un gran amor: su hogar; un afán: el DIARIO; una debilidad: sus compañeros; una adoración: Sus amigos. Y hoy que Triay ha muerto llorado por todos, se ha visto cuan acertado estuvo en el discernimiento de sus afectos; pues que su familia, sus amigos y sus compañeros, desde el peligro de su enfermedad hasta la tremenda realidad de su muerte, juntos le han recordado, juntos le han querido, juntos le han llorado y juntos piden á Dios descanso eterno para aquel niño de sesenta años; todo amor, todo abnegación, todo sentimiento, todo optimismo, todo paz y fraternidad.
Gloria y descanso al hombre bueno á quien los obreros materiales y los intelectuales del Diario de La Marina debemos consejos y cariños, y el DIARIO de toda una vida de ejemplar dedicación.
Triay ganó mucho, hizo mucho bien y murió pobre… Bienaventurados los que al capital de la caridad no cobran réditos en este valle de lágrimas!
El Comercio:3 Ayer falleció en Madrid el señor don José E . Triay.
Hace varios días que el cable venía dándonos cuenta diariamente de la gravedad del querido periodista y casi llegamos á abrigar la esperanza de que los solícitos cuidados de la ciencia y de la noble compañera de su vida bastarían para arrancarlo de las garras de la muerte.
Pero la triste realidad ha venido á desvanecer para siempre nuestros anhelos con la infausta nueva que hoy transmitimos á nuestros lectores y que seguramente causará en la prensa de la Habana hondísima impresión por tratarse de un amigo de todos los periodistas, de un compañero estimadísimo que llevaba más de cuarenta años en la prensa diaria, trabajando siempre con infatigable actividad.
De niño vino á Cuba el inolvidable compañero: Cádiz fué su tierra natal y en esta tierra cubana empezó á trabajar como aprendiz de tipógrafo. De talento claro, de facilidad pasmosa para la versificación, y de grandes condicionas, en fin, para el periodismo, bien pronto cambió el componedor por la pluma y no tardó mucho tiempo en abrirse paso sin ayuda de nadie, entre los escritores cubanos.
Así comenzó su larga carrera en la prensa Triay, y la extinguida “Aurora del Yumurí” túvole de redactor al comienzo de su vida literaria, ocupando después puesto en otros periódicos hasta que consolidada ya su reputación de poeta y de periodista fué solicitado por el Diario de La Marina en cuya redacción figuraba desde hace muchos años con el carácter de redactor en jefe.
Triay ha sido uno de los escritores más fecundos que hemos conocido. Nunca estuvo su pluma ociosa ni conoció el descanso. Enfermo, muy enfermo cuando vino á despedirse de nosotros para embarcar con rumbo á España, nos dijo que tenía el amargo presentimiento de que no podría escribir una crónica diaria, como él pensaba, porque la enfermedad le restaba fuerzas.
Sin embargo; hasta la víspera de postrarse en el lecho Triay siguió escribiendo sus leídas y amenísimas crónicas que él titulaba “Mi tierra de España”, en las que describía con vivos colores la vida y costumbre de las provincias españolas que visitaba.
Como poeta, llegan á miles las composiciones que ha escrito, habiendo sido premiado en varios certámenes. Para el teatro escribió también mucho é hizo algunas adaptaciones del francés habiendo alcanzado grandes aplausos en el cultivo de aquel género.
Noble y honradísimo, cariñoso y afable, amante de alentar á los que empezaban la carrera de las letras, el nombre de Triay va unido á un larguísimo período á la historia del Diario de La Marina, de cuyo periódico fué una de las columnas más fuertes, habiendo sido además fundador de El Hogar.
A los redactores del Diario, que pierden en Triay un compañero modelo, y los jóvenes de esa redacción más que un compañero un maestro cariñoso, y á la afligida familia del popular escritor, particularmente al digno y caballeroso periodista señor Gil del Real, hijo político del finado, envía El Comercio la expresión más sentida de su pésame.
(El Comercio.)
El Correo de Matanzas:4 El cable, con su proverbial laconismo trasmitió ayer á nuestro estimado colega habanero Diario de La Marina, la triste noticia del fallecimiento en Madrid del señor don José E. Triay. Jefe de Redacción de dicha publicación.
No ha mucho aún marchó Triay á España en compañía de su distinguida esposa la señora Cecilia del Castillo, con el propósito de recuperar su quebrantada salud, sin sospechar tal vez el triste desenlace de su fin.
Ha muerto, sí. aunque lejos de Cuba, su segunda Patria, donde contaba con grandes afecciones y afectos entre los suyos, donde mucho se le quería y al lado de su cristiana compañera que hoy llora su desaparición.
De Triay, guarda Matanzas gratísimos recuerdos, al abandonar su patria, Cádiz, fué el primer punto donde fijó su residencia muy joven aún, allá por los años de 1862, dedicándose á la tipografía en le imprenta “Aurora del Yumurí”, cuya regencia estaba á cargo de su amigo el señor Mariano Ramiro; más tarde formó parte como miembro de la Sociedad de Declamación neopoblana “Recreo de las Ninfas del San Juan” y antiguo “Ateneo”, en unión de sus amigos los señores Mariano Ramiro, Gregorio Crespo, Isidoro García Arias, Julián González Torres y Cárlos Rosquín.
Transcurridos algunos años pasó á Cárdenas en unión de Mariano Ramiro, donde fundó este último un periódico que ambos dirigieron, hasta que Triay pasó á La Voz de Cuba y de allí al Diario de La Marina, de cuya redacción era el decano.
Descanse en paz el insigne y galano escritor y reciba el testimonio más profundo de nuestra condolencia la afligida esposa, y sus hijos Joaquín Gil del Real y su esposa María Teresa, por la irreparable pérdida que acaban de experimentar.
(El Correo de Matanzas.)
La Despedida a Triay en Madrid5
Al entierro de D. José E. Triay asistieron los señores Echegaray, Mellado, Acebal, Pérez Acevedo y Getino, corresponsales del Diario de La Marina; muchos periodistas madrileños, el Encargado de Negocios de Cuba, Sr. Cantero, el Presidente de la Asociación de la Prensa, D. Miguel Moya, D. Fernando Días de Mendoza y muchas otras persones, figurando entre estos numerosos cubanos y antiguos residentes en Cuba.
Presidieron el duelo los señores Echegaray, Mellado, Menéndez de Luarca, Moya y Mazantini.
En el carro mortuorio había coronas de la viuda é hijos del Sr. Triay, del Diario de La Marina, de la señorita Salomé Núñez y Topete, de María Guerrero y Fernando Días de Mendoza, de la señora Concha Heres, del banquero D. Francisco de P. Jiménez, de don Enrique Aldabó y del corresponsal telegráfico del DIARIO señor Getino.
Bibliografía y notas
- “Triay”. Diario de La Marina. Año LXVIII, núm. 54, Ed. Vespertina, 4 de marzo 1907, p. 1 ↩︎
- “José E. Triay”. Diario de La Marina. Año LXVIII, núm. 55, Ed. Matutina, 5 de marzo 1907, p. 3 ↩︎
- “Triay”. Diario de La Marina. Año LXVIII, núm. 55, Ed. Vespertina, 5 de marzo 1907, p. 1 ↩︎
- “José E. Triay”. Diario de La Marina. Año LXVIII, núm. 57, Ed. Vespertina, 7 de marzo 1907, p. 2 ↩︎
- “España de anoche”. Diario de La Marina. Año LXVIII, núm. 56, Ed. Matutina, 6 de marzo 1907, p. 1 ↩︎
- Pompeyo, A. “José E. Triay”. Revista Cuba y América. Año VIII, núm. 18, 29 de enero 1905, pp. 5-7
- Escritores y poetas de Cuba y el mundo
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