La “Gaubeca y Compañía” fundada por Juan Gaubeca Muruaga y Gustavo Cabrera Henma ¿Sobre qué ruta habrán de seguir los pueblos latinoamericanos para llegar a su grandeza definitiva? Esta era la pregunta que no hace mucho se hacía Gustavo Le Bon, el conocido sociólogo argentino, sin lograr contestársela.
En efecto, entre los pueblos que han conquistado esa definitiva grandeza, vemos que han llegado a ella por distintas rutas, Grecia, en la antigüedad y los Estados Unidos en nuestros días: la primera marchando sobre el fecundo sendero intelectual y los Estados Unidos por el de la industria.
Pero los pueblos de Latinoamérica ¿Cómo llegarán? Sin necesidad de ser sociólogos descubrimos que según nuestras tendencias la definitiva grandeza la veremos conquistada a la vez por la intelectualidad y la industria. Cuba, por ejemplo, al lado de su fecunda mentalidad, ve alzarse diariamente sobre su suelo una multitud de industrias que abren para nuestra isla los amplios senderos por los que nos llega el oro y la felicidad.
Y si los Estados Unidos, por ejemplo, deben sus mayores riquezas al hierro, Cuba también presta no menos atención a las fundiciones, siendo así que hoy podemos contar con varias de primera magnitud. En la Habana, por ejemplo, laboran brillantemente los grandes talleres de maquinaria y fundición de hierro y bronce de “Gaubeca y Compañía”, en la Calzada de Concha, esquina a Infanta.
Desde el año de 1905 fué fundada por sus actuales propietarios, el conocidísimo industrial Don Juan Gaubeca y Muruaga, y don Gustavo Cabrera y Henma, quien actualmente tiene fijada su residencia en la Gran Bretaña. En esos inmensos talleres, —en los que se turnan durante el día y durante la noche doscientos cincuenta hombres y veinte y cinco mujeres— se fabrican camas de hierro de excelente calidad, con tubería de 7/8 y cabilla de 1/4 y 5/16, pintadas bajo la más rigurosa de las exigencias del buen gusto.
Todos nuestros hoteles lujosos, así como infinidad de casas particulares y colegios, se proveen de esta fábrica, manifestando todos la más absoluta de las satisfacciones.
Además de camas de hierro, la fábrica “Gaubeca y Co.” fabrica las tan conocidas y popularizadas cocinas económicas, que tan fuerte revolución hicieron en el uso de nuestras cocineras de antaño, acostumbradas a los hornillos cenicientos y a las cocinas de hierro “Rixte”, tan deficientes, molestas y antieconómicas. Las cocinas que diariamente salen de la Gaubeca y Co., en cambio, están dotadas de todos los adelantos, hasta el punto de ser manejables por el más profano de los aprendices, y ser completamente seguras para las probabilidades de incendio.
De esas cocinas vemos en todas partes, y de sus excelencias nos pueden decir el Palacio Presidencial, La Benéfica, la finca “El Chico”, la Capitanía del Puerto, y todo nuestro ejército, que tienen en uso las “Gaubeca”, estando todos acordes en manifestar sus múltiples ventajas.
Esta Habana, pues, que es tildada de frívola; esta Habana que vemos hoy minada por los encantadores fru-frús del lujo y de la elegancia; esta Habana que mima y quiere y aprecia y acoge a sus poetas y sus actores, a sus “self made man’s” y a sus snobs, siente mucho orgullo cuando se advierte consciente también para escuchar la música de los talleres y de las fundiciones.
Desde que la Gaubeca y Co. fué fundada, el público acogió sus fabricaciones con entusiasmo. Luego siguió el comercio en general, que aceptó su firma con la más absoluta de las confianzas, y por último la bolsa y la banca, que abrieron sus puertas doradas a los nuevos industriales que tan prontamente se dieron a conocer, amparando su firma social con una solvencia ilimitada y un crédito envidiables.
Hoy los señores Gaubeca y Compañía pueden contarse en el número de esa casta de privilegiados que con sus indomeñables caracteres y sus mentes laboriosas, saben vencer toda clase de obstáculos y valladares, para dar, al final, un empuje fuerte y decisivo a la civilización de nuestra patria, y hacerse acreedores del reconocimiento y la admiración venideras.
También tenemos en Cuba otras grandes y muy bien montadas fundiciones de bronce y hierro, pero ninguna es tan preferida como ésta, ¿Por qué? Indudablemente el público tiene su sabiduría peculiar, y cuando entre las muelas fábricas de la misma índole prefiere a la Gaubeca, sus razones poderosas tendrá.
Es ya sabido que el público tiene siempre el perfecto acierto en sus elecciones, Casi tácitamente principian todos a acoger o a rechazar. Y así es como podemos ver grandes capitales dedicados exclusivamente a una industria, y hundirse, y pequeñas sociedades luchadoras que ascienden, Las primeras están “dejadas de la mano del público”, y las segundas, por el contrario, se ven preferidas entre cien. Este caso último es el de la fábrica a que nos referimos.
A muy poco de haber sido fundada, todo el público coincidió en reconocerle la preeminencia de sus fabricaciones; es decir, todo el público le concedió, —como buen monarca caprichoso y sesudo— la gracia augusta de su preferencia.
Y la Gaubeca y Co. ha sabido corresponder en todo a esa gracia y á esa preferencia, puesto que en vez de adormirse arrullada por la música suave de la aceptación unánime, día a día ha sabido entrar constantes mejoras en sus productos, ensanchar sus talleres y sus labores, cumplir escrupulosamente con los compromisos que se presentan, y dar intensificación a la difundición de sus cocinas económicas y sus camas de hierro.
Por eso es que esta fábrica sigue y seguirá favorecida por el público, que esta vez también ha sabido descubrir, con su siempre acertado índice, la fundición modelo de las instauradas en la República.
Y nosotros, que a nuestro cargo tenemos la difícil tarea de ser los voceros del progreso patrio; nosotros, que no perdemos la más pequeña ocasión para señalarle al público a los que culturizan nuestra patria, ya sea siguiendo los senderos mentales o las fuertes rutas industriosas, nos sentimos enormemente complacidos en traer a nuestras páginas las fotografías de la fábrica y del personal, y estas cortas líneas, que bien quisiéramos fueran un hosanna sonoro.
Felicitamos, pues, a los fundadores y dueños de la Gaubeca y Co. por el acierto de sus labores industriales, en las cuales han sabido triunfar definitivamente; y al público cubano, que al darle “exclusiva” a las producciones de esa fábrica, no ha hecho sino confirmarnos en la creencia de que siempre está dotado de una sabiduría peculiar para sus preferencias.
El público tiene, en efecto, un sentido peculiarísimo para “escoger a sus favoritos”, si esta frase no es impropia. Exige de ellos, con una exigencia tácita, cortesía, amabilidad, discreción, y cierto desinterés que aleje todo temor de explotación. Y después exige eficiencia y talento: los que poseen estas cualidades, como las posee Gaubeca, pueden estar seguros de que han vencido con una victoria permanente.
EDY.
De interés: La Fábrica de los señores Gaubeca y Compañía en 1912
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