
Apenas comenzada la guerra de los diez años, llegó al campo de la revolución un valioso un contingente de jóvenes pertenecientes á las mejores familias cubanas de la Habana, entre los cuales iban el valeroso Ayesterán, el inteligente Rafael Morales (“Moralito”) y los simpáticos hermanos Manuel y Julio Sanguily:
Pero en la vida militar el que más se distinguió de todos fue Julio Sanguily. Joven de educación esmerada y finos modales, acostumbrado á la vida regalada y á las comodidades de que disfrutaba en su casa, dada su buena posición, parecía inconcebible que llegara á acostumbrarse tan pronto á la vida de privaciones y de zozobras que se llevaba en el campo, en el que, á pesar del continuo roce con toda clase de personas faltas de educación que por lo general abundaban en las fuerzas, jamás perdió sus finas maneras, su dulzura de carácter y su más escrupulosa corrección, aún con los más rudos ó ignorantes, razón por la cual todos le miraban con cariño.
Y como al propio tiempo se reveló desde el principio su genio militar y siempre era el primero en atacar al enemigo, marchando al frente de sus subordinados y dándoles el ejemplo, no había uno que no lo siguiese en el ataque, y que después de la victoria dejase de aclamarlo.
Desde los primeros combates en que tomó parte Julio Sanguily, demostró saber lo que era pelear; su valor y serenidad aún en los momentos más difíciles, le valieron en muchas ocasiones el obtener victorias sobre enemigos mucho más numerosos y en acciones verdaderamente emocionantes; tanto más teniendo en cuenta que, como es sabido, el soldado español no era de los que daban la espalda, y que cuando eran mandados por oficiales arriesgados, penetraban en todas partes y ni el cansancio ni el hambre los debilitaban.
Por eso ellos pronto conocieron que Julio Sanguily no era un militar cualquiera y que, cuando se encontraban frente á sus fuerzas, tenían que portarse también como buenos, y debido á esto se explica que en varias de las acciones que tuviera, resultaran tantas bajas en las tropas españolas.

Siempre demostró Julio Sanguily predilección por el arma de caballería, y conocedor de sus aptitudes, pronto fué designado para mandar un regimiento con el grado de coronel, señalándosele como zona de operaciones la parte Este de Camagüey, donde él y “Bembeta” llegaron á ser los jefes más temidos por los españoles, motivando el que se les persiguiera con mayor interés, pues había gran deseo en acabar con ellos.
Después de obtener Sanguily repetidas victorias sobre las tropas enemigas, se le otorgó el nombramiento de brigadier en el año de 1870, pasando entonces á la zona en que operaba Ignacio Agramonte, quien le confió varias veces el mando de la caballería en los distintos combates que él dirigía, aprendiendo al lado del “Mayor” la táctica especial que éste seguía de no arriesgar la vida de sus soldados y de esperar con calma el momento oportuno para ordenar el ataque al machete, moderándose desde entonces su natural impaciente y su ardor bélico, hijos de su edad y de su temperamento nervioso. Así pudo, al lado de tan inteligente maestro, completar sus conocimientos militares, de los que después dió magníficos ejemplos.
Testigo de muchas de sus acciones fué su hermano don Manuel Sanguily, quien cariñosamente era de los primeros en celebrar sus triunfos, por más que en otras ocasiones por su natural más reposado y tranquilo que Julio, le daba saludables consejos, que éste siempre oía con respeto, llevándose ambos perfectamente siempre, y hasta haciendo la suerte que se encontraran juntos en varios de los momentos tristes para alguno de ellos, como sucedió, entre otros, en los siguientes casos.
En el combate de “Pinto” en que fué herido Manuel Sanguily, el día 20 de febrero de 1871; en la Sierra, en donde estaba Rafael Morales González (“Moralito”) curándose de una herida; cerca vivían en un “rancho”, enfermos, los hermanos Sanguily. Manuel, al ver que se morían de hambre, salió en busca de algo que comer, encontrándose un mulo que se había despeñado y cortando un pedazo, volvió al lado de Julio, y reunidos comieron aquella carne, como si se tratase de un gran banquete.
En Nuevitas se había puesto de acuerdo Julio Sanguily con el señor Bagés, quien le proporcionaría un bote en el que saldría para alcanzar á un vapor americano que lo había de llevar al extranjero. Bagés puso este hecho en conocimiento del señor Toledo, comandante general de Nuevitas, con quien convino que conduciría á Julio en el bote á un cañonero español, el que por medio de unas luces daría cuesta de tenerlo ya en su poder prisionero;
Denunciada esta trama por el patriota Juan Manuel Primelles, acudió al lugar de la cita Julio, acompañado de su hermano Manuel, del jefe de su escolta Sorí y de otros, y al llegar Bagés dijo: “Comandante Sorí, mande usted colgar á este desgraciado”, y se marchó. El comandante militar, impaciente porque el barco no hacía la señal, quiso ir al muelle y al bajar las escaleras de su casa, cayó, fracturándose una pierna.
También acompañó Manuel á su hermano Julio cuando la invasión á las Villas, en enero de 1875, y en marzo de 1876, al regreso de Camagüey, por haber Julio renunciado el cargo de 2.o jefe del tercer Cuerpo y primero de la División de las Villas, á consecuencia de una carta que dirigió el teniente coronel Serafín Sánchez al coronel Francisco Jiménez mostrándole su disgusto por tal nombramiento de jefe.
Igualmente se encontraron reunidos los dos hermanos cuando Julio Sanguily tuvo, en 5 noviembre de 1875, una desavenencia con el Jefe de Sanidad Militar, doctor José Figueroa, en “Lumpios de Talmasco”; al ser insultado Julio, castigó Manuel la ofensa pegando con su machete al doctor, quien disparó su revólver contra Julio, sin hacer blanco, y como tratase Julio de sacar el suyo, intervino el general Gómez, mandando arrestar á Manuel y al doctor.
En 7 de marzo de 1873 fué nombrado Julio segundo Jefe de la División de Camagüey, y como tal peleó al día siguiente en el combate “Máximo” y el día 31 de mayo en “La Matilde”, causando muchísimas bajas al enemigo. Al ser nombrado el general Gómez jefe del Departamento del Centro, por fallecimiento del Mayor general Ignacio Agramonte, confirmó á Julio en su nombramiento; y como tal jefe dirigió la caballería en dos célebres combates de “Naranjo”, “Moja-casabe” y “Guásimas”, en 1874; antes, en 11 de junio de 1873, había batido en la zona de Puerto Príncipe al comandante Romani que iba con una columna de la finca “La Matanza” á “Yucatán”, muriendo en el combate dicho jefe Romani, tres oficiales y 40 soldados, llevándose muchos heridos.
El propio mes, en “Limones”, peleó contra el coronel Talavera, al que alcanzó nuevamente al regresar á la ciudad de Puerto Príncipe, haciéndole 31 muertos; el 17 de agosto atacó á las “Yeguas”, y el 28 de septiembre entró en Sta. Cruz del Sur, donde se apoderaron de los depósitos de parque é inutilizaron dos cañones.
En la madrugada del 6 de enero de 1875, pasó la Trocha con el general Gómez, y al ser éste herido en la garganta declinó el mando en Julio, á quien dió las instrucciones necesarias por si fallecía de resultas de la herida; y el 14 de enero, cerca del río “Zaza” sostuvo un gran combate con una columna mandada por los generales Esponda y Valera.
Al distribuir Gómez las fuerzas que habían invadido las Villas, retuvo con él á Julio, operando en las zonas de Sancti Spíritus, entre los ríos Jatibonico del N. y del S. y la Trocha. En junio del propio año de 1875 regresaron á Camagüey el general Gómez, Manuel Sanguily, el doctor Félix Figueredo y otros, dejando de primer jefe en las Villas á Julio Sanguily.
En la noche del 14 de julio volvió á pasar por tercera vez la célebre Trocha el general Gómez, llevando á su esposa, su hija Clemencia y el Regimiento Expedicionario de caballería, al mando del coronel Gabriel González.
En esos mismos momentos y más al Sur pasaba la Trocha el coronel Carrillo con 50 hombres y toda la impedimenta. Ya del otro lado de la Trocha, envió un correo á Julio, quien la misma tarde se reunió con él, informándole de la poca suerte que había tenido Roloff en su zona, disponiendo Gómez que saliera enseguida para aquel lugar;
Pero el 17, en Río Grande, tuvo que sostener un gran combate que le obligó á descansar unos días las caballerías en Rincón del Guano, donde tenía su residencia el Cuartel General, llegando el 15 de agosto á Cafetal González, donde estaba Roloff, atravesando siempre por zonas cubiertas de tropas, con las que cada día tenían que librar combates.
Después de dadas las instrucciones necesarias, regresaron Gómez y Sanguily á su zona, dando antes la célebre batalla de “El Jíbaro”, contra el general Jovellar, quien expresamente había ido de la Habana en la creencia de que tenían copado á Gómez, pues varios batallones le cercaban; pero Gómez, más astuto que él, comprendió que tenía que ganar el paso del río Arimao antes que lo ocupase el enemigo, y salió hacia aquel lugar destacando á vanguardia fuerzas del Regimiento Narciso, luego el Cuartel general y escolta dejando á retaguardia los regimientos Honorato y Expedicionario, dando orden al coronel Enrique Mola que en cuanto divisase el enemigo, disparase un tiro y cargase al machete.
Tan pronto como regresó el ayudante Elpidio Mola, avanzó Gómez con su escolta y ocupó la vanguardia, encontrándose enseguida las dos caballerías enemigas que á la vez cargaron, ordenando Gómez la retirada; envalentonados los españoles, cargaron nuevamente, pero González que venia flanqueando los cargó de improviso de un lado con tal ímpetu que detuvieron la persecución que hacían al regimiento Honorato y volviendo éste grupas á la orden de su jefe Enrique Mola cargaron sobre ellos, que recibían á la vez machetazos por izquierda y frente obligándolos á refugiarse en la loma, y cada vez que trataban de salir eran combatidos por los nuestros, hasta que teniendo noticias Gómez de que venían otras fuerzas españolas hacía aquel lugar, ordenó la retirada.
En este combate tuvieron los españoles más de 300 muertos por arma blanca; en nuestras fuerzas hubo también varios muertos y heridos. El general Jovellar regresó á la capital sin lograr su objeto, á pesar de haberse anunciado que llegaría llevando consigo á los generales Gómez y Sanguily.
Después de la descrita acción, Gómez ordenó á Sanguily que volviese á la zona de Sancti Spiritus, lo que ocurrió á principios de marzo de 1876, y el 28 de los mismos presentó Julio la renuncia de sus cargos, como ya le hecho constar anteriormente; atravesaron la Trocha y dirigiéronse los hermanos Sanguily, con el teniente coronel Ramón Roa y otros, á la residencia del Gobierno;
Con instrucciones de Gómez, reiteraron la petición de éste de celebrar una junta con el Gobierno, y concedido esto, volvió Gómez á Camagüey. En la sesión, entre otras cosas, hizo constar Gómez que con el fin de sostener la disciplina militar se hacía necesario que el Gobierno acordara que volviese Sanguily á las Villas, con los mismos cargos que antes desempeñaba, y fueron de tanto peso las razones por él alegadas, que se le concedió cuanto tuvo á bien pedir y se aprobó sus ulteriores planes de campaña. Y á las 48 horas pasaba Gómez por quinta vez la Trocha de Júcaro á Morón.
La mencionada línea militar que debió ser una barrera infranqueable, dada su fortificación y los miles de soldados que la custodiaban, fué atravesada seis veces por el general Gómez y Manuel Sanguily y con la gente que les acompañaban; cuatro veces por los generales Manuel Suárez y Julio Sanguily, una de ellas llevando Suárez cerca de ochocientos hombres; y casi no hubo jefe ni oficial cubano que no la pasara más de una vez.
Que al “ilustre inválido”, como solían llamar al Mayor General Julio Sanguily, lo acompañaba siempre un ángel salvador, no cabe duda. Además de los momentos críticos en que hemos visto saliera incólume, agregaré someramente otros:
En una entrevista que tuvo con Pablo Recio, le ofreció éste entregarle una buera cantidad de armas; al llegar al sitio indicado, ordenó Julio á Rosendo García que hiciera un reconocimiento, descubriendo la infamia de Recio, que había apostado gente para prenderle, dejándole burlado.
En Cieguito de la Virgen venía que recoger unas municiones que le mandaban de Ciego de Ávila; ya listo para salir, desistió del viaje, enviando á recogerlas á Pedro Nolasco Agüero con cinco hombres, los que fueron hechos prisioneros y macheteados.
Todo esto resulta pálido comparado con lo que le ocurrió en la mañana del 8 de octubre de 1871, en que separándose del lugar en que estaban acampados, se le ocurrió ir á un “rancho” de la finca “Santo Domingo”, frente á Loma Bonita, donde habitaba doña Cirila López Quintero, para que ésta, que se ocupaba de curar á los enfermos y heridos cubanos, le lavara las ropas;

Acompañábanle únicamente su ayudante Federico Diago y su asistente Luciano Caballero. Julio se sentó en un “taburete”, quitándose el aparato que llevaba en la pierna; á los pocos momentos eran sorprendidos por un sargento, cuatro soldados y el paisano Julián Manso, que les sirvió de práctico. Julio rehusó el ofrecimiento que le hizo su asistente de montarlo en su caballo, no teniendo ya tiempo para huir; al preguntarle el sargento como se llamaba, contestó:
“Yo soy el Brigadier Julio Sanguily y hay que respetarme.”
Entregados al capitán de la guerrilla de Pizarro don César Matos, tanto Julio como Cirila fueron llevados á escape hacia Puerto Príncipe; pero al pasar por la finca “La Esperanza”, conocida por “Toño Torres”, los soldados se arremolinaron junto á un pozo para saciar la sed que sentían; mientras tanto llegó Federico Diago al campamento, dando la noticia al Mayor General Ignacio Agramonte, quien inmediatamente y con sólo unos 35 hombres salió en persecución de la guerrilla.
Al llegar cerca de donde estaban y enterado por el coronel Reeve, que iba de explorador, de la forma en que se encontraban, dijo á sus acompañantes: “El brigadier Sanguily va prisionero de esa columna. Es preciso, ahora mismo, rescatarlo, vivo ó muerto”.
Y volviéndose al corneta, agregó bruscamente: ¡Trompeta, toque usted á degüello!
Sorprendidos los españoles, pocos fueron los que lograron salvarse, dispersándose en todas direcciones, incluso el jefe, y dejando abandonados á los dos prisioneros, que milagrosamente no perecieron, saliendo ligeramente herido en una mano Julio. Al terminarse la acción, la patriota doña Cirila López sorprendió al Mayor haciéndole entrega de las municiones y dos fusiles que había recogido durante la pelea; ésta buena señora después prestó grandes servicios como correo, hasta que fué hecha prisionera, pasando varios años encerrada en la Cárcel de Puerto Príncipe.

Cuando se firmó la paz del “Zanjón” se encontraba Julio en Nueva York preparando una expedición que iba á llevar á Cuba, devolviendo el dinero que había recogido con ese objeto.
Al iniciarse la guerra de 1895, fué preso el 24 de febrero de ese año Julio Sanguily, antes que le dieran tiempo de salir al campo, siendo trasladado á la Cabaña. En 25 de febrero de 1897, en virtud de gestiones hechas por el Gobierno de los Estados Unidos, fué indultado de la pena de cadena perpetua que le impuso la Audiencia de la Habana, por el delito de rebelión, conmutándosela por la pena de extrañamiento perpetuo y sus accesorias; y el día 27 salió para los Estados Unidos, á bordo del vapor “Mascote”.
Después de declarada la guerra entre España y los Estados Unidos, marchó Julio á Cuba en una expedición; al llegar á la zona de Puerto Príncipe, enterado del cargo que yo desempeñaba de “Delegado de la revolución”, recuerdo que escribió una carta pidiéndome hiciera saber su llegada á los patriotas de Camagüey y que le enviara una caja de botellas de “champagne”, petición esta última que dejé incumplida, por estimarla extemporánea.
Ahora, pensando con más calma, comprendo que tenía razón en pedir “champagne”, toda vez que ya no eran necesarias en esa época balas, pues ya la guerra podía darse como terminada para los cubanos.
ARTURO ROCA.
Barcelona, junio de 1912
El cadáver de Julio Sanguily1
Tan pronto como circuló por esta ciudad la noticia de la muerte (23 de marzo 1906) del Mayor General Julio Sanguily, acudieron á su morada de la calle de Amistad número 13 numerosas personas con objeto de darle el pésame á sus familiares.
El Presidente de la República envió á su ayudante el capitán José de Cárdenas.
El cadáver, envuelto en una bandera que le regalaron los cubanos emigrados en Jamaica, y colocado en un magnífico sarcófago de peluche negro, estuvo tendido en una de las habitaciones interiores de la casa hasta las ocho de la mañana de hoy, que fué conducido al Ayuntamiento.
El sarcófago fué sacado de la casa mortuoria en hombros de su hijo y hermano, don Julio y don Manuel, del Secretario de Gobernación, señor Freyre de Andrade y del Gobernador, señor Núñez, siendo colocado en la carroza Victoria de la funeraria de Infanzón, tirada por tres parejas de caballos.
Seguían al coche fúnebre varios carruajes particulares, en los que iban además de las citadas personas, el capitán Cárdenas, el Marqués de Santa Lucía, el Alcalde Municipal, el Concejal señor Valladares, el Jefe de la Guardia Rural, general Rodríguez, el Senador, señor Zayas, Oficiales de la Guardia Rural y Artillería y otros.
Al llegar á la Casa Consistorial fué depositado el féretro en una lujosa cama imperial, levantada en el Salón de sesiones, donde estará expuesto al público hasta las nueve de la mañana del domingo 25, que se efectuará el entierro.
La primera guardia de honor al cadáver la prestaron el Secretario de Gobernación, el gobernador provincial, el Presidente del Consejo y el Alcalde municipal. Rodean la cama imperial numerosas coronas que le han dedicado sus familiares, amigos, sociedades y corporaciones.
Veteranos de la Independencia – Consejo Local
El Presidente y demás miembros que componen este Consejo tienen el honor de invitar á los veteranos de la Independencia para que se sirvan concurrir á las nueve de la mañana del domingo 25 del corriente á la Casa Consistorial, con objeto de asistir á los funerales y entierro del Mayor General Julio Sanguily Garritte.
Habana, 23 de Marzo de 1906.
- Gral. Emilio Nuñez.
- Gral. Rafael MontaIvo.
- Gral. Rafael de Cárdenas.
- Coronel Enrique Nuñez.
- Coronel José C. Vivanco.
- Coronel Miguel Iribarren.
- Tte. Coronel Joaquín Ravena.
- Comandante José Ugarte.
- Coronel Luis Yero Miniet.
Bibliografía y notas
- Roca, Arturo. “Julio Sanguily”. Revista Cuba en Europa. Año III, núm. 55, 15 de julio 1912, pp. 4-6.
- Carbonell, José Manuel. “Manuel Sanguily adalid, tribuno y pensador”. Imprenta El Siglo XX, 1925.
- Diario de La Marina. Año LXVIL, núm. 72, sábado 24 de marzo 1906. ↩︎
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