El pintor Julio Vila Prades en la vida artística de la Habana por Francisco G. de Cisneros. En la atildada revista social fuí el primer escritor cubano que comentara la obra de arte del pintor valenciano Julio Vila Prades, huésped hoy de la Habana, donde exhibirá su suntuosa colección de cuadros y ya la emoción del placer anticipado se expande ante tan espiritual acontecimiento.
Como buen levantino, Vila es un pintor alegre, lleno de energías y henchido de fortaleza, un pintor de países asoleados, rebosante de colores y amables en la composición; pero sin encerrarse en un límite artístico. No puede decirse que Vila es un pintor clásicamente español.
Vila es un ecléctico y su asimilación es maravillosa; a veces su técnica revela al maestro Sorolla; a veces su psicología rememora el suntuoso Zuloaga y a ratos, en su versatilidad policroma, tiene el colorido estridente de Anglada: pero siempre conserva una personalidad, un cachet propio y genial.
Su poder es riquísimo especialmente en los azules y en los verdes: cada cuadro está iluminado con una fuerza que aturde; en el llamado Caravana andaluza, las nubes de azafrán y bermellón, el cobalto profundo y los alegres matices de la indumentaria ritman jubilosos en esa tela, que trae la tranquila alegría de la región meridional; y en ese mismo ambiente Vila ha creado escenas casi desconocidas de una Andalucía nueva, nó la ridícula y chocante de los pintores extranjeros, sino la Andalucía ardorosa, íntima, sensual, humana!
El internacionalismo de Vila es maravilloso, después de su educación en el taller de Sorolla, donde brotó al mismo tiempo que Chicharro, Benedito, López de Ayala; ansioso de otros climas, emigró a París y por atavismo, no por proselitismo, sus lienzos y sus retratos adquirieron una deleitosa frivolidad moderna, con sus figulinas elegantes y un tanto lamidas, una factura dulce y un procedimiento ordenado en sus retratos a lo Gándara y Boldini;
Pero se vigoriza en su serie bretona, donde la dominante escuela flamenca perdura y vese el heroico brazo de Franz Hals en las cabezas duras y los cuerpos musculosos, en la coloración sombría y al mismo tiempo seductora como en los retratos de Pepito Arriola y del Rey de España.
No he visto un cuadro de Vila que entristezca, se sale de su estudio con anhelos de vida, con deseos de sonreir, toda esa gran gama exuberante, todas esas composiciones bucólicas unas, orgiásticas otras, hacen pensar en el optimismo del artista.
Sus cantos gitanos podría llamarse el pendant femenino de Los borrachos, de Velázquez: las gitanas en una fiesta de mujeres, enardecidas por el vino de Moscatel, por las coplas sensuales y por el calor sureño, se desnudan y en espasmos amorosos jipian canciones, donde seguro hablarán de corazoncitos, de puñales y de madres muertas.
Como dibujante Vila es perfecto; las manos en sus retratos son compendios académicos de finas gracias, de perfecciones anatómicas que él orgulloso se complace en admirar: “He pintado más de cien pares de manos” —me decía.
En el pintoresco patio del Hotel Sevilla, Vila, en compañía de su esposa, hija del exquisito coleccionador de Arte, el Conde de Artal, me hablaba de su entusiasmo por nuestro país y su anhelo de pintar nuestra naturaleza.
—No señor, es un disparate decir que en Cuba no se puede pintar a causa de la luz fuerte. Depende del prisma del artista. Yo he elegido en mente, un pedazo de la Cabaña, donde unas rocas altivas bañadas por el sol de la tarde presentan tonalidades admirables.
—Maestro, ¿Vd. no piensa enviar algo a nuestro Salón?
— Como el reglamento del Salón prohíbe las obras de los extranjeros no pintadas aquí, tendré que coger los cacharros y a trabajar.
—Vd. lo puede hacer, pues sé lo rápido que pinta. Sus ojillos —casi una línea de luz— guiñaron varias veces.
—Pero ché, tengo que preparar mi exposición, imprimir catálogos y comenzar algunos retratos; de todos modos encontrare tres horas diarias y pintaré algo!
Y encantado por la promesa del célebre artista le dí las gracias en nombre de toda nuestra comunidad tan necesaria de estos sacudimientos artísticos que van refinando y plasmando una raza para los años que vendrán.
François G. DE CISNEROS.
La Habana, 1918.
Bibliografía y notas
- García de Cisneros, Francisco. “De la vida artística. El pintor Vila Prades”. Revista El Fígaro. Año XXXV, núm. 2, 13 de enero 1918, pp. 33, 34.
- De interés: Artes plásticas de Cuba.
- Casino Español de la Habana.
- Julio Vila Prades en Wikipedia.
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