Libertador el caballo de Maceo por Federico Uhrbach para la Revista El Fígaro. Cuando las huestes invasoras abandonaban el extremo Oriente para dar comienzo á la famosa marcha triunfal que llenó toda nuestra patria atronando las selvas con el épico ruido de sus hazañas y asombró al mundo todo con el proceso de su estrategia sorprendente, el general Antonio Maceo montaba en el noble y brioso corcel que ha dado validez indiscutible al glorioso nombre de Libertador con que era designado por el heroico caudillo, comunicándole acaso algo de sus indomables energías, de su temerario arrojo, para rendir juntos las brillantes jornadas de la peligrosísima campaña.
Como nada hizo desmayar el empuje formidable del guerrero, nada tampoco hizo cejar un punto el rudo embate del vigoroso bruto que, en valles y montañas se lanzaba siempre adelante, sin que el látigo azotara su piel ó el acicate punzara sus nerviosas carnes, como anheloso de satisfacer plenamente la fiereza impulsiva, la sed de regeneradores avances que caracterizara al héroe en la ruta victoriosa, siendo tal la inquieta ligereza del caballo, que dejaba en pos de sí la huella luminosa de las libertades conquistadas, sin dejar en tierra la de su casco fino y ágil.
De triunfo en triunfo, de gloria en gloria, recorrió el bruto, orgulloso de su carga, todas nuestras comarcas, de Naciente á Poniente, alígero y febril en el combate, dócil e inteligente en las jornadas, obediente á la brida en todo caso, ya en las sigilosas marchas nocturnas en que el éxito exigía la anulación de las manifestaciones ruidosas, ya en el fragor de la brega, cuando la sangre de los bravos, enardecida por la fiebre de la lucha, estimulaba audacias é inspiraba intrepideces salvadoras.
Como el jinete, cuyo pecho se ostentaba estrellado por las líneas de innumerables cicatrices, muestra el corcel batallador los surcos imborrables con que sellaran sus carnes los aceros y balas enemigas, cuando en la pelea, mientras se conquistaba un nuevo lauro, iban quedando atrás, en cerros y hondonadas, los bravos que morían envueltos en el sudario azul de la bandera…
Hoy la guerra ha terminado, con el renacimiento de vida que la paz supone, reverdecen los campos, revientan brotes y yemas, y mientras el héroe muerto reposa abrumado por el peso de su gloria, el caballo aguarda en una finca de la region Occidental; sin tolerar que un uniforme enemigo se le acerque, y sin comprender lo vano de su esperanza, á que el héroe cabalgue nuevamente sobre él, para lanzarse adelante, siempre adelante, embriagado por el olor de la pólvora, ensordecido por el trueno de la fusilería y deslumbrado por el flamear triunfante de la azul bandera…
Federico Uhrbach.
Junio, 1899.
Bibliografía y Notas
- Uhrbach, Federico. “Libertador.” El Fígaro, Periódico Artístico y Literario. (Julio 2, 1899).
- De interés: Maceo, Paladín de la Libertad, Noble y Grande Corazón.
- Antonio Maceo Grajales.
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