La Historia de Pinar del Río por Emeterio Santovenia para El Fígaro. Creada la nueva jurisdicción de Filipina por Decreto de 23 de julio 1774 y mandada a erigir la nueva población que serviría de cabecera a la comarca se nombró su primer Teniente Gobernador Antonio Fernández, Capitán de Dragones del Regimiento de América.
El Marqués de la Torre en carta de 22 de enero de 1775 al regente Carlos III dábale cuenta de la erección de la nueva población de Filipina, demandando el real consenso para las innovaciones realizadas y para otras no menos importantes cuya adopción juzgaba beneficiosa.1
La existencia de la colonia bajo la organización legal de que se le dotó fué manifestándose, no sólo con el hecho mismo del establecimiento de la Tenencia de Gobierno, sino también con actos llevados a cabo por ésta y por otras instituciones nacidas a su calor y abrigo.
En 15 de marzo de 1775, verbigracia, se otorgaba en Filipina contrato de compraventa de esclavos2 entre Isidro, Remigio y Juan Ramos ante el Escribano Público y de Consejo Juan del Junco3, y en 7 de enero de 1777, para citar otro antecedente de la época, se iniciaba procedimiento judicial, en la propia Filipina, a virtud de denuncia de Bartolomé Díaz contra Dionisio y Manuel Díaz.4
Pero la vida del pueblo de Pinar del Río no estaba totalmente vinculada en semejantes acontecimientos, relativos con especialidad a Guane, cabecera entonces de la jurisdicción de Filipina o Nueva Filipina. Cierto es que, aun así, se aplicaban estos nombres a todo el territorio y que no faltaron casos particulares en que se usaron tratándose del partido de Pinar del Río.5
¿Daba por ventura el caserío situado en las márgenes del Guamá a fines del siglo anterior señales de existencia? Sí, pues que a tales viviendas sucedió el resurgimiento, la verdadera formación del pueblo en el año 1750, al decir de la tradición, entre el río Guamá y el arroyo Galeano, sobre el collado cuyo punto culminante se halla en la actual Plaza de la Independencia6, resurgimiento que alcanzó nuevo modesto impulso al construir en 1764 el presbítero Tomás de la Luz, a su costa, el templo de la parroquia de San Rosendo del partido del Pinar del Río7 o partido de San Rosendo de Pinar del Río.8
Gracias a la importancia relativa que iba paulatinamente adquiriendo, no se hallaba Pinar del Río lejos de alcanzar la hegemonía entre las poblaciones de la jurisdicción de Filipina o Nueva Filipina.
La situación geográfica que ocupaba en el seno del territorio le permitía desde luego sobrepujar a Guane, con mayores veras distando de la Habana bastante menos que el caserío levantado en las márgenes del Cuyaguateje. Así fué que, acaso a instancias de él mismo, José María de la Torre, Teniente del Regimiento de Infantería de la Habana, Subdelegado de la Real Hacienda, Teniente Gobernador y Capitán de guerra de la Nueva Filipina, recibió y cumplimentó en 1787 la orden de trasladar la cabecera de la Tenencia de Gobierno a Pinar del Río.9
Ninguna medida de las adoptadas hasta entonces respecto del pueblo besado por las aguas del Guamá había resultado de la trascendencia inmediata y de las consecuencias saludables para lo porvenir revestidas por la mejora con que ahora se contribuía a su adelanto.
Con la fijación del asiento de la Nueva Filipina en Pinar del Río, ya hubo aquí, además del Teniente Gobernador, encargado también del conocimiento y de la resolución de los asuntos judiciales, una Subdelegación de la Real Hacienda y un Escribano Público y de Consejo.
La marcha seguida en la senda del progreso entrañó, empero, caracteres de verdadera, extremada lentitud. Corrían los años, y Pinar del Río apenas sí daba un paso de avance de tarde en tarde.
Cuando, con motivo de la comisión que les había confiado el Conde de Mopox y Jaruco para que ejecutasen el reconocimiento de la parte occidental de la Isla, el ya citado José María de la Torre y el laborioso Antonio López Gómez estuvieron, a fines del siglo XVIII, en Pinar del Río, sólo encontraron un pequeño pueblo compuesto de veinte a veinte y cinco casas y su parroquia, todas techadas de guano.10
Carecía, más de dos lustros después, en 1813, de Factoría de Tabaco, entretanto Guane del Sur y Guane del Norte o Mantua contaban con dependencias de esa índole.11
El Ayuntamiento, integrado por un Alcalde, cuatro Regidores y un Síndico, que se le creó en el propio 181312 no llegó al cabo a organizarse ni a funcionar, pues que, como secuela de la Constitución de 1812, fué una de las muchas providencias de buen gobierno en germen matadas por Ruiz de Apodaca en su reaccionario, obstinado afán de de dejar las cosas, aunque con diferentes nombres, en su ser añejo.
Durante el resto de todo el primer tercio de la pasada centuria continuó Pinar del Río casi por completo estacionario. En el censo, tan interesante como apreciable, formado en 1819 por el Teniente Gobernador José de Aguilar, aparece el partido con un total de dos mil trescientos diez y ocho moradores.13
Datos posteriores dicen que en 1827 había en el pueblo —a la sazón no tenía sino dos calles— cuarenta y cinco casas y doscientos setenta habitantes. La cárcel construida en 1826 fué, seguramente, la única manifestación importante de progreso urbano en los años postreros del período de inercia y languidez que llegó a su ocaso en 1833.
Unos cuantos lustros de letargo y pobreza pesaron sobre Pinar del Río, haciéndolo victima de atraso y estancamiento deplorables aun en los días azas adelantados del siglo XIX en que la mayor parte de la Isla mejoraba y florecía en términos extraordinarios. Mas el instante en que se iniciaría de modo formal una era feliz para el asiento de la Nueva Filipina se aproximaba, y horas risueñas, bajo el imperio de ideas y obras sinceras y fecundas, prestas estaban a deslizarse en obsequio de la consecución de un positivo y notable engrandecimiento.
Cúpole al Brigadier José Callava, Teniente Gobernador de la Nueva Filipina en los últimos años del primer tercio del siglo XIX, la gloria legitima cual pocas, de ser el iniciador de una serie de trascendentales progresos en Pinar del Río. Fué él quien, con buen juicio, excelentes propósitos y superior firmeza, acometió la tarea de substituir por otra mejor la vetusta y estacionaria población, reducida a pequeñas casas de paredes dichas de embarrado y de techos de guano, sin alineación, orden ni regularidad.
Consciente de la gran importancia que entraña la periódica y frecuente comunicación con los centros de civilización, preocupóse por reorganizar el el servicio necesario entre Pinar del Río y el resto de la Isla, llegando en 1834 a inaugurar un apreciable edificio de correos.
Uno de aquellos que siguieron de cerca las huellas de Callava fué Tomás de Salazar. La instrucción pública le debe gratitud intensa e imperecedera, porque, gracias a sus afanes, logró verse surgir en Pinar del Río en 1835. La Real Sociedad Patriótica de la Habana, observadora atenta y celosa de los movimientos laudables del país, supo hacerse eco de las gestiones de Salazar, y en el seno de la benemérita corporación se le rindió justo homenaje de reconocimiento y encomio por el Dr. Manuel González del Valle en la exposición de los trabajos con que en 1836 se había ocupado la Sección de Educación.
No mereció atención únicamente, empero, la enseñanza, pues que a la sazón menudearon innovaciones materiales de índole varia. En 1839, el presbítero Llópiz contemplaba realizada una de sus iniciativas plausibles con motivo de la construccion del cementerio, el segundo de los que Pinar del Río ha tenido.14
Dos años después sobresalían entre los edilicios públicos la casa de Gobierno, la Real Cárcel, el Cuartel y la iglesia parroquial.15 Constituyeron en 1843 nuevos adelantosla colocación del reloj público y la terminación del paseo de la Alameda, obra del Teniente Gobernador Carmelo Martínez, nivelada y ceñida por ambos lados con sendas filas de asientos de piedra con enverjaduras de hierro.16
El teatro provisional instalado en 1838 quedó reemplazado en 1845 por el fabricado de tabla y tejas por Viñas y Gener, de concierto con el Coronel Dionisio Mondéjar. Existían en 1847 ciento veinte y ocho casas, número que se elevaba en 1853 a trescientas sesenta y cinco y en 1859 a trescientas setenta y seis. Su población era en 1853 de mil cuatrocientas diez y ocho almas.17 En 1856, a mayor ahondamiento, se levantó, mediante subscripción popular, un puente sobre el río Guamá.
Experimentó Pinar del Río extraordinario beneficio cuando, a partir de 1841, logró comunicarse con la Habana valiéndose del transporte marítimo. Desde que la empresa de vapores de Bustamante, Cajigal y Ca. reguló el tráfico entro los puertos del Sur de Vuelta Abajo y el surgidero de Batabanó, el movimiento de pasajeros y de carga pudo verificarse con ventaja y regularidad por los embarcadores de la Coloma y Colón.
Durante los veinte años siguientes mejoraron poco a poco semejantes servicios, y en tal sentido la Empresa de Fomento y Navegación del Sur laboró mucho.
Propietaria de los vapores “Cristóbal Colón” y “General Concha”, los destinó a hacer escalas, respectivamente, en la Coloma y Colón y en Dayaniguas o Hernán Cortés, Punta de Cartas y Bailén, al par que convino con la dirección del camino de hierro de la Habana el establecimiento de trenes extraordinarios de Batabanó a San Felipe y viceversa los días de llegadas y salidas de ambos buques, para aprovechar el ferrocarril de Matanzas.18
La vida civil, entretanto, se desarrollaba con paso seguro. A la Real Sociedad Patriótica de la Habana se hacía llegar la noticia de las necesidades de la instrucción, abogando allá por su más espléndido auge el Lcdo. Manuel Costales.19
La Junta Municipal creada a virtud de acuerdo adoptado por In Dirección de Hacienda en sesión de 10 de Diciembre de 1839 se constituyó, al cabo, en 25 de Enero de 1846. Y la imprenta, una de las manifestaciones genuinas del progreso y de la civilización, al fin se introdujo en Pinar del Rio en aquel período de resurgimiento material y moral.
El periódico El Veguero, al aparecer el primero en 26 de Junio de 1852, señaló una hermosa conquista mas, puso de relieve el avance de la población y ofreció aliciente magnifico a energías y entusiasmos que tanto y tanto habían de contribuir a la cultura regional.20
La administración de justicia estuvo encomendada en Pinar del Río al Teniente Gobernador de la jurisdicción de la Nueva Filipina21 hasta 1855, en que quedó segregado de entre las atribuciones de aquella autoridad lo concerniente al Juzgado de Primera Instancia.22
Erigióse éste, bajo la denominación de Alcaldía Mayor de Ingreso, con los partidos de Consolación del Sur, Consolación del Norte, Baja, Mantua, Guane y San Juan y Martínez, siendo el primer Juez Gregorio Heredia y Tejada.
La Alcaldía Mayor estaba integrada por el Alcalde Mayor, un promotor fiscal, un oficial papelero y dos alguaciles. Otra de las dependencias que entonces existían, prueba plena de la importancia creciente que iba adquiriendo el pueblo, era la Administración de Rentas Reales, servida por un administrador depositario, un interventor, un oficial segundo, dos escribientes y un portero diligenciario.23
Pinar del Río, después de todo lo alcanzado en los veinte y más años transcurridos desde que había comenzado a tomar verdadero incremento, se hallaba necesitado de impulsos e instituciones que completaran en lo posible tamaños adelantos.
Cierto es que en 1859 aún seguían, verbigracia, muy limitados los medios de enseñanza24, pero no menos positivo resulta que poco antes, en 1856, un filántropo, Francisco Álvarez Abreu, legó cuatro mil pesos para la construcción de la casa en que debía educarse la juventud pinareña.
En 6 de Agosto de 1858 la Junta Municipal, presidida por el Teniente Gobernador, atendía al requerimiento del representante de la empresa del camino de hierro del Oeste para obtener la concesión de solares, al objeto de cooperar así a allanar las dificultades que se oponían al proyecto de unir la Habana y Pinar del Río por el ferrocarril. Al ornato público contribuyó la rotulación de las calles, realizada en excelente forma que no se ha repetido con posterioridad.25
En el presupuesto acordado por la Junta Municipal para el ejercicio económico de 1858 las entradas no ascendían sino a cincuenta y cuatro mil trescientos ochenta y dos pesos, e inmediatamente, ya para el siguiente año, los ingresos se elevaron hasta ochenta y nueve mil cuatrocientos cincuenta duros.26
En el propio 1838, en sesión de la misma Junta Municipal, se acordó destinar parte do los veinte y nueve mil doscientos setenta pesos que había sobrantes a obras de utilidad general, señalándose como preferentes el Rastro y la Plaza del Mercado.
Harto demostrado quedaba de tal suerte que Pinar del Río, colocado en plena vía de prosperidad, demandaba y merecía prerrogativas que, justas y legítimas en su origen y naturaleza, responderían con creces al pensamiento generoso y oportuno del gobernante y a la aspiración de quienes las anhelaban con fe y alteza de miras propias de espíritus bien templados.
Ante las manifestaciones de progreso a la sazón observadas, el Teniente Gobernador de la Nueva Filipina, dirigiéndose en la sesión de 7 de Marzo de 1858 a los que con él integraban la Junta Municipal, hizo presente que la importancia de Pinar del Río, su riqueza y las esperanzas que permitía concebir eran motivos poderosos para que la corporación en cuyo seno se hallaban se alzara a la categoría de Ayuntamiento.
A tal fin encaminó por supuesto sus pasos, alentado naturalmente por quienes medían la trascendencia de la mejora en proyecto, y el buen éxito correspondió al esfuerzo realizado. Por Real Decreto de 27 de Julio de 1859, en efecto, creó la metrópoli el Ayuntamiento de Pinar del Río, presidido por el Teniente Gobernador y compuesto del Alcalde, dos tenientes de alcalde, doce regidores y un secretario.
La naciente institución, en la que los concejales se distribuirían casi todos los oficios públicos, vino a robustecer la vida propia de la comarca, y al sumarse en 1ro. de Enero de 1860 a la exjstencia de la Alcaldía Mayor, de la Administración de Reales Rentas, de la Junta de Caridad y de la misma Tenencia de Gobierno, para no citar más, se abrió en la historia de Pinar del Río un nuevo capítulo de notables, felices acontecimientos.
La jurisdicción, ciertamente, se desarrollaba en una esfera de acción amplia. Entretanto por el occidente los adelantos experimentados determinaban la necesidad de la Alcaldía Mayor creada en 23 de Septiembre de 1860 con residencia en Mantua y con categoría de entrada, por el oriente avanzaba el progreso, traducido en la facilidad de comunicación terrestre mediante el aprovechamiento de las paralelas que se prolongaban al Oeste de la Habana, siendo así que, al llegar el camino de hiero a Guanajay, ya resultó posible, verificado el resto del viaje a caballo o en volanta, hacerlo entre la Habana y Pinar del Río en veinte horas.
Pare Pinar del Río, tenido en consideración el estado de las vías de transporte con que el país contaba entonces, aquello representaba un avance de sobra apreciable. No dejó tampoco de serlo el establecimiento, en 1861, de la Empresa del Alumbrado de Gas27, que se propuso, lográndolo por muchos años, dotar la poblacion de un servicio en realidad bueno.
Mas fué que, a mayor abundamiento, Pinar del Río tuvo por aquella época un defensor entusiasta de su prosperidad en el Teniente Gobernador Julián de Mena y Goldara, varón celoso y digno a carta cabal.28
En el número de sus obras de buen gobierno se halla la fuente pública que hizo construir en la convergencia de las calles del Cuartel de la Yagruma, llamada también de la Fuente con tal motivo. Su esfuerzo inolvidable, empero, resultó el consagrado a levantar el Hospital Civil. Desde algún tiempo atrás se laboraba en ese mismo sentido, aunque casi con absoluta esterilidad.
En 1855 había dispuesto el Gobierno general de la Isla la creación de una Junta de Beneficencia en Pinar del Río, al objeto de gestionar la construcción de un hospital, y dedicado a titulo de contribución, para atender a los gastos consiguientes, el producto de catorce esclavos, y al designarse el sitio que debía ocupar el establecimiento ideado, la sucesión de Arango y Garmendía cedió gratuitamente el terreno necesario hacia el Noroeste de la población.
Transcurrían los años, y, con todo, la plausible iniciativa permanecía poco menos que latente, anulada por las exiguas proporciones de los recursos acumulados.
Tal era el estado del proyecto cuando, en 1862, el Coronel Julián de Mena, utilizando la influencia que le daban su cargo y sus prestigios, abrió una recolecta popular, que se llevó a cabo a través de la región y produjo cinco mil trescientos veinte y tres pesos y la propiedad de dos caballerías de tierra situadas en Cortés y donadas por Pedro Vidal Pimienta y Gregorio Palacios.
Efectuóse sin tardanza la subasta de los primeros trabajos, activóse su realización, quedó terminado el edificio en junio de 1863 y bendíjose el Hospital Civil el 20 del propio mes, apadrinado el acto por el Capitán General Domingo Dulce y Garay.29
El gradual y positivo mejoramiento alcanzado por Pinar del Río merced a esfuerzos semejantes a los que acabo de señalar justificaba de sobra el hecho de conferírsele una gracia especial, cual fué la concesión del título de Ciudad por Real Orden de 10 de Septiembre de 1867. Llegó Pinar del Río la buena nueva a mediados de Octubre.
Real Orden que concede a la Villa de Pinar Del Río el título de ciudad en fecha 10 de Septiembre de 1867.30
Dirección Gral. de Admón. de la siempre fiel Isla de Cuba. —Sección de Gobernación.
Por el Ministerio de Ultramar se comunica al Exmo. Sor. Gobor. Superior Civil con fha. 10 de Septiembre último la Rl. Orden sigte.
Exmo. Sor. En atención a las circunstancias que concurren en la villa de Pinar del Río, Tenencia de Gobierno de 1a. clase y con dos Alcaldías Mayores en su territorio, la Reina ( q. D. g. ) se ha dignado concederla el título de Ciudad. De Real orden lo digo a V. E. para su conocimiento y efectos correspondientes.
Y dispuesto por S. E. el cumplimiento de la preinserta Rl. orden se traslada a V. S. pa. los efectos oportunos.
Dios gue. a V. S. ms. as. Habana 14 de Octubre de 1867.
Sor. Tente. Gobor. de Pinar del Río.
Nota: El original de este documento se conserva en el Archivo de la Academia de la Historia, Sig. 2 ; Caja 32, y fué donado a la Corporación por el Académico de número Dr. Emeterio S. Santovenia, que lo obtuvo de un antiguo vecino de la ciudad de Pinar del Río que se preocupó de salvarlo en cierta oportunidad en que corrió el peligro de desaparecer el archivo de lo que fué Tenencia de Gobierno de la Nueva Filipina. Constituye quizá el único dato que respecto al título de ciudad de la capital de Vuelta Abajo ha sido posible hallar.
El Teniente Gobernador quiso desde luego celebrarla de manera ostensible, librando, al efecto, el 17 del expresado mes, diferentes órdenes enderezadas a aquel fin. Dirigióse a todas las autoridades de la jurisdicción, participándoles la distinción obtenida, decretó la libertad de varios presos recluidos en la Cárcel, preparó una función de iglesia alusiva al acontecimiento y reunió el Ayuntamiento en sesión extraordinaria para adoptar el
acuerdo de significar la complacencia y gratitud sentidas con motivo de suceso tan feliz y memorable.
Ni la creación del Ayuntamiento de Mantua por Real Orden de 7 de Julio de 1866, ni la agregación al mismo de los partidos de Guane y Baja, segregándolos de Pinar del Río, por acuerdo del Consejo de Administración de 9 de Mayo de 1867, pudieron considerarse significativos de retroceso para el asiento de la Tenencia de Gobierno, pues que al cabo correspondían a la marcha progresiva del occidente.
Compensados estuvieron, por otra parte, los quebrantos de determinado orden para la población asi sufridos por la reintegración a la Alcaldía Mavor de Pinar del Río del extenso territorio que al poniente comprendía la de Mantua, suprimida por Real Decreto de 1o. de Enero de 1868, y por la instalación en aquel período del servicio telegráfico.
En tales condiciones, dividida la jurisdicción en tres gobiernos municipales, los de Pinar del Río, Consolación del Sur y Mantua31, se deslizó la vida de la ciudad de Pinar del Río durante los días azarosos de la Guerra del Decenio.
La chispa revolucionaria no llegó entonces a iluminar la campiña pinareña, pero el odio y las venganzas ruines, con sus secuelas perniciosas no dejaron de pretender manifestarse contra el cubano oprimido. Impidiólo en mil y una ocasiones un español hidalgo y hueno, noble y caballeroso, José Vélez Caviedes32, a quien Pinar del Río recuerda entre sus benefactores y contribuyentes a la consecución de los progresos que se sucedieron inmediatamente después de la paz del Zanjón.
V
De extraordinaria importancia resultó la innovación constituída por la división geográfica de la Isla a virtud de la cual, adoptada por Real Decreto de 9 de Junio de 1878, quedó erigida la provincia de Pinar del Río, integrada por las extinguidas Tenencias de Gobierno de la Nueva Filipina, San Cristóbal, Guanajay y Bahía Honda y con su capital en la población de su nombre.
Escasa no fué para ésta, en realidad, la trascendencia del acontecimiento, con mayores veras engendrando la implantación de corporaciones como la Diputación Provincial y la reorganización de dependencias de la índole de la Administración Principal de Hacienda. En el nuevo orden de cosas desarrollado en la antigua cabecera de la Nueva Filipina fué el primer Gobernador el Brigadier Luis M. de Pando y la elección de Presidente de la Diputación, al constituirse en 1o. de Marzo de 1879, recayó en Antonio Rivero Cerra33.
La fundación del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza supuso para Pinar del Río un triunfo espléndido, pues que harto demostraron la aparición y el sostenimiento del importante centro docente las condiciones ventajosas de la ciudad respecto de la vida intelectual.
Creóse el Instituto, en los momentos precisos en que Vuelta Abajo contaba con doscientos veinticinco mil habitantes, por Real Orden de 17 de Agosto de 1883. En 20 de Septiembre de aquel año ostentaba ya el
cargo de Director el Lcdo. Francisco Barrena y Coloma, y pocos días después, el 30, tomaba posesión de la Secretaría el Lcdo. Leandro González Alcorta34.
La apertura del primer curso se efectuó en el salón de sesiones de la Diputación Provincial, que había dado impulso y calor a la mejora lograda, en 1o. de Octubre bajo la presidencia del Gobernador Brigadier Alvaro Suárez Valdés y en medio de general contento.
Tras el Instituto, aunque algo distante, surgieron la Audiencia de lo Criminal y la Estación Agronómica, la primera en 1889 y la segunda en 1890. Al iniciarse las tareas de la Audiencia era su Presidente el Lcdo. Juan Valdés Pagés, a quien sucedió casi inmediatamente Conrado Hernández, el Magistrado a la sazón más antiguo de los de Pinar del Río.
Por razones, mo de economías, como se adujo, sino de carácter político, acogidas por el Ministro de Ultramar de la metropoli con menos buena suerte que torcidas intenciones, fué suprimida la Audiencia de Pinar del Río en 189235, pero al año siguiente quedó restablecida, gracias a las generosas, enérgicas y tenaces gestiones en tal sentido realizadas por Manuel Rodríguez San Pedro.
La empresa La Industrial resultó la sostenedora del proyecto de dotar a Pinar del Río de alumbrado eléctrico. Sus esfuerzos se vieron dichosamente coronados en 1893 al ofrecer el fruto de aquéllos.
“Hoy sábado, 1o. de Julio, decía un periódico, es el día señalado para el comienzo del servicio en general, fecha que será imborrable, pues formará época el que esta ciudad, antes que otras muchas de mayor importancia, haya realizado la instalación de un adelanto que por sí sola eleva el concepto moral en que hasta aquí se tuvo
a esta comarca.”36
Significativo era, en efecto, el progreso así alcanzado, Pero no le iban en zaga otros empeños de consecuencias por lo menos semejantes. Durante el mando del Gobernador Provincial Francisco López de Haro la ciudad de Pinar del Río experimentó excelentes mejoras.
A tamaña obra coadyuvó de modo brillantísimo la esposa del propio Gobernador, la ejemplar matrona Catalina Badía, a cuyos sentimientos exquisitos, grande iniciativa, probada constancia y no común actividad debe la capital de Vuelta Abajo señalados beneficios.
Uno de ellos consistió en completar la loable labor comenzada formalmente en 1862 por el Coronel Julián de Mena y continuada en 1892 por el Gobernador Isidro Jiménez Rojo en obsequio del Hospital Civil37.
Doña Catalina Badía organizó comisiones gestoras38, predicó con su ejemplo la generosidad y el altruismo, tocó a las puertas de todos, conmovió hasta a los remisos e indiferentes y reunió al cabo, en 1894, sobre once mil trescientos pesos, invertidos, bajo su misma dirección, en ampliar el Hospital de San Isidro39.
Enlaces de interés:
- Provincia de Pinar del Río.
- Palacio de Justicia de Pinar del Río (1918).
- Jueces y Colegio Notarial de Pinar del Río.
- Carlos Manuel Vélez y Hermanos (Víveres y comisionistas)
- Celestino Rodríguez y Ca. – Víveres.
- Centro de Comerciantes Chinos.
- Compañía Azucarera Hispano-Cubana S. A.
- El Hoyo de Monterrey la mejor Vega de Vuelta Abajo.
- Hotel El Globo (El Fígaro, 1918).
- Las Escuelas Pías de Pinar del Río.
- M. Fernández y Hermanos (Tienda Ropa).
- Monseñor Manuel Ruiz (Obispo de Pinar del Río)
- Tenería El Amparo de José Olivera.
Bibliografía y notas
- En Real Cédula dada en San Lorenzo en 2 de noviembre de 1775 el monarca español se refirió a la carta del Marqués de la Torre de 22 de Enero y a los documentos con que difusamente habíale comunicado la erección de la nueva población de Filipina, atendiendo a las causas de necesidad que existían, al beneficio del Estado y al bien de los vasallos del Rey. Como Fondesviela le había anunciado el ofrecimiento de Miguel José de Peñalver en el sentido de ceder para la naciente población y sus egidos todo el terreno necesario, costear la mitad del valor de la casa capitular y dar la madera para la construcción de las primeras del vecindario, por sola la remuneración de la gracia de titulo de Castilla, Carlos III ordenó al Marqués la absolución categórica de varios particulares propuestos al par que la formación de un plano o diseño del sitio de Filipina, con las casas de que debía contar, la simetría de las calles, los edificios públicos y la iglesia (Archivo nacional). ↩︎
- El vendedor de esos pobres, infelices esclavos hizo constar, por lo que tocaba sin duda a la evicción y saneamiento de la cosa contratada, que entre las tachas de uno de ellos se contaban las de ser cimarrón, borracho y ladrón. ↩︎
- Tal es el documento más antiguo que aparece en el Archivo General de Protocolos de Pinar del Río a cargo del Ldo. Jacobo González y Govantes. Ocasión como la presente es harto propicia para levantar acta, siquiera modestamente, de la solicitud, del cuidado y del esmero insuperables con que se atiende y conserva por el Lcdo. González y Govantes este Archivo General de Protocolos. ↩︎
- Son estos autos los más antiguos, comprendidos en el legajo número 1, que se encuentran en el Archivo de la Audiencia Territorial de Pinar del Río. ↩︎
- Así se ve a través del examen de documentos escriturarios y oficiales. ↩︎
- Semejante tradición consta recogida en oficio dirigido al Gobernador General de la Isla por la Junta Municipal de la Nueva Filipina en 2 de octubre de 1858. (Archivo nacional). ↩︎
- Memorias de la Sociedad Patriótica de la Habana. Habana, 1841, t. XII, p. 125-127. ↩︎
- En el “partido de S. Rosendo de Pinal del Río”, y ante el Escribano Público y de Consejo Juan del Junco, fué otorgado en 24 de Abril de 1775 documento escriturario por Agustín de Marguía y Mena. ↩︎
- Diccionario Biográfico Cubano. Por Francisco Calcagno. New York, 1878, p. 619. ↩︎
- Memorias de la Real Sociedad Patriótica de la Habana. Habana, 1838, t. V, p. 430. ↩︎
- Los tres primeros historiadores de la Isla de Cuba. Habana, 1877, t. III, p. 415-416. ↩︎
- Guía Constitucional de Forasteros de la Isla de Cuba. Habana, 1820, p. 90. ↩︎
- Memorias de la Real Sociedad Económica de la Habana. Habana, 1819, t. III, p. 219. ↩︎
- El cementerio inaugurado ese año es el hoy llamado antiguo. El primitivo estuvo en las inmediaciones del lugar en que está situado el Hospital de San Isidro. ↩︎
- Puede verse así en la copia del plano levantado en Junio de 1841 por el agrimensor José de Salazar y Hernández a pedimento del Brigadier José Callava y Castro. En el número de las cosas notables o peculiares del Pinar del Río de entonces se hallaban el ojo de agua, la cantera y la casa de Aguilar, atractivos de los moradores de la población. ↩︎
- Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, por don Jacobo de la Pezuela. Madrid, 1866, t. IV, p. 216. ↩︎
- Ibidem, p. 216-217. ↩︎
- El Ómnibus, Pinar del Río, 14 marzo 1861. ↩︎
- Memorias de la Sociedad Patriótica de la Habana, Habana, 1842, t. XV, p. 187. ↩︎
- El primer impreso en forma de libro hecho en Pinar del Río fué, según Carlos M. Trelles, el folleto de 9 páginas compuesto en la imprenta El Ómnibus en 1860, escrito por Manuel de Ortega y titulado Apuntes para una memoria sobre mejoras. (Bibliografía Cubana del Siglo XIX. Por Carlos M. Trelles. Matanzas, 1911, t. I, p. 273). Cuanto a los periódicos publicados en la ciudad de Pinar del Río hasta nuestros días, aquellos la noticia de cuya aparición he logrado adquirir, son los siguientes: El Veguero, El Ómnibus„ El Eco de Vuelta Abajo, El Repúblico, La Paz, El Pasatiempo, El Gorro de Dormir, El Pensamiento, El Artesano, El Plumero, El Alacrán, El Alerta, El Adelanto, La Idea, El Boletín de la. Liga, Mamerto Garrote, El Maestro Ciruela, El Tonto, La Unión. Constitucional, La Razón, La Vivijagua, El Progreso, El Ciclón, La Antorcha, El Diablillo, La Ofrenda, La Aurora, Paz y Concordia, Frá Diábolo, El Imparcial, La. Fraternidad, El Oeste, La Alborada, El Guerrillero, La Opinión (de Pedro N. Pequeño), El Occidente, El Tiempo, El Moderado, La Lira, El Cubano, El Porvenir, El Vueltabajero, Las Brisas del Guamá, El Debate (de Carlos Martí), La Tranca, La Provincia, La Broma, Unión Democrática, El Nacional, La Voz de Occidente, El Veterano, Iris, La Escoba, Alma España, Alma Cómica, Vueltabajo, La Fusión Liberal, El Popular, El Libro, República Nueva, El Mensajero Universal, Minerva. El Bombero Núm. 1 de Pinar del Río, La Fraternidad Española, La Opinión, Las Brisas, La Región, El Pueblo, Justicia, La Justicia, El Derecho, La Legalidad, Región y Patria, La Provincia, El Alacrán, Nueva Era, Liborio, El Liberal, Unión Patriótica, La Paz (de José González Vélez), La Protesta de Occidente, La Opinión Ilustrada, El Eco Español, El Estudiante, El Heraldo, El Debate (de César Madrid), El Combate, El Látigo, Fulgores, El Paladín, El Clarín., Unión Liberal, El Imparcial, El Moderno, El Conservador, El Popular (de Lorenzo Nieto), El Minero, La Época y El Estudio. ↩︎
- A aquellos días a que acabo de referirme pertenece un hecho que, si en realidad reviste escasísima importancia histórica, es, en cambio, de una curiosidad extremada y digno de recordarse. El vecino de pautas, Ignacio Corrales, acusado de incestuoso y parricida, fué condenado por el Teniente Gobernador de la Nueva Filipina en 29 de Marzo de 1849, por haber asesinado a su hija Jerónima Sofía, a la pena de diez años de presidio y al pago íntegro de las costas procesales. Interpuesto recurso de casación, llevando la defensa de Corrales el ilustre abogado Anacleto Bermúdez, la Audiencia Pretorial de la Habana en 19 de Julio de 1849 revocó la sentencia apelada y condenó al encausado a la pena ordinaria de muerte en garrote vil, siendo arrastrado hasta el patíbulo, y al pago de todas las costas, sentencia confirmada en revista en 6 de Septiembre del mismo 1849. “El terrible drama, escribía alguien en 1860, no terminó con la sentencia. Cuando se comunicó, a Pinar del Río, adonde se había llevado el verdugo de la Habana para la ejecución, dió parte el Alcaide de unos estremecimientos nerviosos y delirio que observaba en el reo: examinado éste por facultativos resultaron ser esos signos síntomas de miedo; y habiéndosele notificado la sentencia y puesto en capilla, a las ocho de la mañana del día 22 de Septiembre de 1849, en la noche del 23 apareció ahorcado en la cárcel el verdugo que debía ejecutarlo a la mañana siguiente, habiendo sido preciso para no retardar el cumplimiento de la sentencia, fusilar a don Ignacio Corrales, como se hizo efectivamente a las ocho de la mañana del día 24”. (Revista de Administración, de Comercio y de Jurisprudencia. Habana, 1860, t. I, p. 439. ↩︎
- La falta de antecedentes impide saber de qué fecha precisa dató el Juzgado de Paz de Pinar del Río, pero seguramente nació con la Alcaldía Mayor, de concierto con lo estatuido en el Real Decreto de 22 de Octubre de 1855. ↩︎
- Anales y Memorias de la Real Junta de Fomento y de la Real Sociedad Económica. Habana, 1859, Serie IV, p. 199. ↩︎
- Ibidem, p. 200. ↩︎
- Aún se conserva tal cual de aquellos rótulos hechos en 1858 de hierro, con la notable particularidad de llevar en el reverso la fecha de su adopción. ↩︎
- Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, por don Jacobo de la Pezuela. Madrid, 1866, t. IV, p. 216-218. ↩︎
- El Ómnibus, Pinar del Río, 21 Marzo 1861. ↩︎
- Julián de Mena y Goldara era a la sazón Caballero cuatro veces con la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, de la de S. Silvestre y de la de Pío Nono, condecorado con varias cruces de distinción por acciones de guerra, declarado tres veces Benemérito de la Patria, Coronel de Infantería, Comandante Militar y Subdelegado de Real Hacienda de la Nueva Filipina, etc., etc. ↩︎
- Debo la adquisición de las noticias que ofrezco relativas al Hospital a la amabilidad del doctor José Avendaño y Silva, su Director meritísimo, que jamás descansa en su noble afán de ver satisfechas las necesidades que experimenta el establecimiento. ↩︎
- “Real Orden”. Anales de la Academia de la Historia de Cuba. T. 8, Habana, Imprenta El Siglo XX, 1926, p. 124. ↩︎
- Estaban compuestos Pinar del Río de los partidos de Pinar del Río, San Juan y Martínez y Consolación del Norte, Consolación del Sur del partido de su nombre y Mantua de los partidos de Mantua, Guane y Baja. ↩︎
- En homenaje a la memoria de Vélez Caviedes lleva este nombre una de las calles principales de la ciudad de Pinar del Río. ↩︎
- Además de Rivero Cerra, fueron presidentes de la Diputación Provincial, a través de su existencia de cerca de cuatro lustros, Ramón Fernández Cardín, Patricio Sánchez, José Pérez Castañeda, Severo Nieto y Manuel Rodríguez San Pedro. ↩︎
- De entonces acá han sido Directores del Instituto los licenciados Lucas L. Avendaño y Silva, Víctor Fernández y Ferraz y Máximo Abaúnza y Cermeño, los doctores Leandro González Alcorta, Benjamín Rodríguez y Nicolás Fernández de Castro y el señor Leopoldo Betancourt, y Secretarios los licenciados Leandro González Alcorta, Pedro Márques y Rivas, Victoriano Canseco, Francisco Paulino y Dihins, Maximino Arias Segrera y José Miró y Castro y los doctores Nicolás Fernández de Castro, Antonio María Moleón y Manuel Solano Moreno. ↩︎
- Al suprimirse la Audiencia los licenciados Adriano Avendaño y Silva y José Antonio Caiñas y Figarola eran, respectivamente, Teniente Fiscal y Abogado Fiscal de la misma. ↩︎
- La Alborada, Pinar del Río, 1o. Julio, 1893. ↩︎
- Jiménez Rojo recolectó en 1892 la suma de dos mil trescientos ochenta y nueve pesos, empleada en reconstruir el establecimiento, que con tal motivo comenzó en seguida a ser llamado Hospital de San Isidro. ↩︎
- De una de tales comisiones, de la que resultó más importante por su fecunda actuación, fueron, respectivamente, Presidenta y Secretario la propia iniciadora de tamaño esfuerzo y el Lcdo. Adriano Avendaño y Silva. ↩︎
- Después de esa época no se ha realizado en el Hospital otra obra de importancia que la instalación de la Sala de Tuberculosos, que lleva el nombre de González Beltrán en señal de gratitud al Senador de la República que solicitó y obtuvo se votara el eródito necesario para el establecimiento de dicha Sala, que tan notorios servicios ha prestado. Actualmente reciben asistencia en el Hospital los pobres de solemnidad de los municipios de Mantua, Guane, San Juan y Martínez, San Luis, Pinar del Río, Consolación del Sur, Consolación del Norte, Viñales, Palacios, San Cristóbal y Candelaria. Su clasificación, con insólita injusticia, es sólo de tercera clase, y tiene consignación para cuarenta y seis enfermos cuando siempre duplica ese número. ↩︎
- Santovenia, Emeterio S. “La Historia de Pinar del Río”. El Fígaro Periódico Artístico y Literario. Año 35, núm. 6 y 7, 10 y 17 de febrero 1918, pp. 143-151.
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