

Universal Music Co. de Echemendía y Huguet la poesía del sonido en la Habana de 1913. El mundo está lleno de ruidos, todos más o menos desagradables, y es necesario proporcionar a nuestros oídos, en primer lugar, y luego al espíritu, sonidos y sensaciones agradables que mitiguen, no ya el efecto desastroso de un ruido cualquiera, sino hasta ese mismo “mundanal ruido” de que tanto se ha hablado y al que no estamos siempre dispuestos a soportar.
Antes, para proporcionarnos estos deleites y esas emociones, forzoso nos era, no ya gastarnos muy buenas onzas de oro en adquirir un piano—el instrumento más apetecido y harmonioso,— sino pasarse la vida consagrada a él, siquiera fuese para “ejecutar” medianamente; hoy todo ha cambiado, por fortuna, y ni se necesita mucho dinero para conseguir un buen piano, ni hay que “matarse” para arrancar de él notas melodiosas, ejecutar arpegios brillantes ni producir acordes majestuosos y solemnes.
Todo ha cambiado, ya lo hemos dicho.
Los autopianos han alcanzado ya el máximum de la perfección. Ellos nos dejan oír las composiciones musicales más escogidas y de mayores dificultades para la ejecución; a ellos podemos comunicar nuestro sentir artístico; en ellos podemos “expresar”; en ellos dar la “fuerza y el tono” que la composición exija; y en ellos, en fin, podemos demostrar nuestro gusto y delicadeza de interpretación.


No puede, en verdad, pedirse más.
Y esos autopianos, que de nuestras manos no necesitan, valiéndonos de una frase vulgar, diremos que hoy a “mano” los tenemos; tal es la facilidad con que los adquirimos, gracias a haber sido importados por personas inteligentes y hábiles, y tal la modicidad de su precio.
Aquel que condiciones tuviere y esfuerzos haya hecho también hoy puede contar con los soberbios pianos Amstrong, Angelus, Lindenberg y Howard, que son la última palabra en esta clase de instrumentos, y de lo más perfecto y grandioso que de las grandes fábricas saliera.


Y ya que de instrumentos musicales hablamos, no echemos en olvido a esos grafófonos admirables, de muelles fijos para discos, a los grafófonos Royal Victoria, Víctor, Favorito y Columbia, los cuales, para colmo de ventura, pueden obtenerse a plazos.
Mas injusto sería despertar en nuestros lectores el apetito, digámoslo así, y no indicarles siquiera el lugar donde pueden hacerse de esas maravillas. Vamos, pues, a complacerles y a sacarles de dudas; pero, antes, llamémosles la atención acerca de un instrumento portentoso, la última novedad fonográfica y que, esa casa que vamos a mencionar es la que exclusivamente los posee en la República: el Klingsórfono. Nosotros le hemos visto y oído, y encantados de él hemos quedado.
La casa que atesora todos esos instrumentos de los cuales hemos hablado, es la de los Sres. Echemendía y Huguet, la cual, con muy buen acuerdo, ha puesto a la venta no sólo sus marcas exclusivas sino también las que en otros establecimientos existen a fin de que no se piense que las grandes rebajas de precios que ofrecen sean debidas a la calidad inferior de los instrumentos, pues dicha rebaja la hacen —y nada menos que de $100 a $200 en todos los instrumentos— cualquiera que sea la marca.
Entrar en la casa de los Sres. Echemendía y Huguet, o sea en el “Universal Music Co.” Neptuno 64, y quedar maravillado es una misma cosa.
En 1914, ocasión de un certamen nacional de belleza, la Universal Music Co. de Echemendía y Huguet ofreció como premio a la Reina de la Habana un lujosísimo Klingfonografo Royal Victoria, máquina parlante ideal, ideal con caja armónica de abeto de altura y cordaje cruzado similar al de los pianos con gabinete de caoba. A la reina provincial que obtuviera más votos correspondía un Phono-Triton.
Bibliografía y notas
- “La poesía del Sonido. Universal Music Co.”. Revista El Fígaro. Año XXIX, núm. 31, 3 de agosto 1913, p. 383
- Revista Cuba y América. Año XVIII, Vol. 3, núm. 1, Octubre 1914.
- Personalidades y negocios de la Habana
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