Flora Mora Rivas una gran pianista. Sensibilidad exquisita, notable educación técnica, mecanismo admirable, personalidad artística, y el feu sacré de los elegidos del piano… esas son las plausibles condiciones de la encantadora artista cubana que subyugó con su talento a la numerosa y selecta concurrencia congregada la noche del lunes, en los salones del “Círculo Católico”.
De verdadera solemnidad puede estimarse su recital de piano. La señorita Flora Mora cultiva con extraordinaria maestría, dada su juventud, la escuela pianística que pudiéramos llamar encantadoramente romántica, por tener como finalidad de un bien cultivado talento y raras disposiciones, la traducción de los estados psicológicos de las obras que interpreta, prescindiendo de mal gusto.
Interpretó un programa de altura; sensible, tierna y enamorada de los matices bellos, diciendo a Chopin; fué graciosa y elegante acariciando el teclado, dentro de los stacatos que escribiera Mendelssohn en su lindo Scherzo óp. 61; así como enérgica, brillante, y con una fuerza de pulsación extraordinaria, interpretando con la clarividencia de artista, a Rachmaninoff en su bello Preludio Óp.. 3, Ya Wagner—Liszt, en su monumental fantasía sobre motivos de la “Mort d’ Isolde”.
Nos dió a conocer un número del poema Iberia, del malogrado y eminente compositor español Albeniz, y cautivó al auditorio con dos morceaux de concierto de su último maestro, el pianista Granados.
Flora Mora, además de su irreprochable técnica, de la naturalidad con que ejecuta, y del dominio de sus dedos, ágiles y flexibles, tiene ante el piano una pose elegante, que contribuye agradablemente a su éxito como concertista.
Uno de sus méritos —y tiene muchos—como intérprete de las grandes obras pianísticas, es el manejo de los pedales, de cuyos apéndices ha hecho un detenido estudio. No confunde las armonías dentro del mismo efecto pedálico, el golpe para cortar la frase musical es rápido, y la repercusión del sonido lo hace tan gradualmente, que la vibración de la nota se siente hasta el pianísimo de la cuerda.
En la Berceusse de Chopin hizo primores dentro del efecto de une corda, o juego de los dos pedales. Como el piano era deficientísimo en mecanismo, su labor fué más meritoria, pues luchaba con la rebeldía del Gors-Kallmann, ya fuera de juego para un concierto de la importancia del que describo.
Rindo a los piés de la notabilísima artista cubana, el homenaje de mi admiración en estas líneas, con las cuales está identificado El Fígaro, portavoz de cuanto en Cuba vale y brilla en el mundo del arte y de la intelectualidad.
El Músico Viejo.
Bibliografía y notas
- “Una gran pianista la Srta. Flora Mora”. Revista El Fígaro. Año XXX. núm. 21, 24 de mayo 1914.
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