Milton S. Hershey historia del ferrocarril y pueblo modelo en Cuba. Cerca de Santa Cruz del Norte en la provincia de Mayabeque, antiguamente parte de La Habana, encontramos un pueblecito nombrado Camilo Cienfuegos. Mucho antes de esta apelación y éste ahora fue un pueblo modelo y batey del Central Hershey.
Desde la costa norte se recorren unos tres y medio kilómetros de los que el último tramo, después de discurrir entre pequeñas curvas y colinas, llega a la Estación del Ferrocarril de Hershey y a continuación se adentra en el bonito poblado que aun asombra por sus casitas coquetas, los jardines y el espacio que hacía buen vivir y sanas costumbres.
Para comprender los orígenes y las circunstancias que propiciaron la creación de este pueblo que nace de la voluntad de un hombre y del azúcar debemos de regresar a 1916. Para esta fecha la Primera Guerra Mundial bate en pleno y Cuba se impone como abastecedor de azúcar, una materia prima esencial para la producción de derivados del chocolate.
Y necesitaba azúcar Milton Snavely Hershey, quien nació el 13 de septiembre de 1857 en Derry Township, estado de Pensilvania, en los Estados Unidos de América. Sus padres herederos de familias menonitas, poseían pocos recursos y trabajaban en una finca ayudados por el joven Milton.
En carruaje les acompañaba los sábados al mercado de Harrisburg para vender sus productos que eran mantequilla, huevos y vegetales. Adolescente fue despedido de una imprenta y se colocó de aprendiz en una confitería de Lancaster donde se destacó por su interés y modeló su futuro.
A los diecinueve años abrió su primer negocio. Vendió dulces y caramelos durante siete años hasta que cerró por cuentas a cobrar y falta de liquidez. Sin arredrarse produjo los caramelos Crystal A y conoció el éxito ayudado por su familia.
En pocos años el edificio de la compañía de Caramelos Lancaster ocupó una manzana y dio trabajo a más de dos mil personas. Creció el negocio y cerca de 1900 logró venderlo por un millón de dólares. Hershey por aquella época tendría unos 43 años.
El plan era pasar a mayores con un nuevo producto y este eran las barras de leche y chocolate. Además de procurarse un inagotable abastecimiento en leche fresca necesitaba acceso a puertos para recibir los granos de cacao y el azúcar, líneas férreas para transportar sus productos y trabajadores calificados y productivos.
A finales de 1902 compró tierras de cultivo y en marzo de 1903 comenzó la construcción de la nueva fábrica en su pueblo natal de Derry. Tenía también en mente un proyecto comunitario.
En el verano de 1905 y de la manera más eficiente posible su fábrica producía los chocolates Hershey. Mientras tanto el pueblo se desarrollaba creándose un ambiente atractivo y saludable. Se rentaron casas y también se vendieron lotes.
Fueron prohibidos los gallineros, corrales de puercos y negocios como tenerías. Un sistema de transporte sirvió para traer la leche necesaria y mover a bajo costo los trabajadores. Hubo banco, lavandería, café, tienda de departamentos, oficina postal, barbería y hasta periódico semanal. En 1909 se abrió una Escuela Industrial y se acogieron huérfanos.
Se entenderá ahora que al levantarse en Cuba el pueblo de Hershey fue una casi copia fiel, esta vez en el Caribe, de su hermano mayor en Pensilvania. De aquellos tiempos nos cuenta una revista:
El trabajo asistencial de la empresa de Hershey no se ha limitado a la industria en el pueblo de Pensilvania; se ha extendido a Cuba donde se ubica la segunda ciudad modelo también llamada «Hershey», a unas veintiocho millas de La Habana, allí se planeó y construyó por la Compañía Hershey en 1916. Se ubican aquí ingenios azucareros y extensas plantaciones donde más de 5.000 personas se emplean.
Todo es moderno y la comodidad de los trabajadores es cuidadosamente considerada como en la ciudad hermana de Hershey, Pensilvania. Las avenidas son anchas y pavimentadas, con aceras de cemento y largas hileras de árboles que dan sombra.
Todas las casas son atractivas; cada una con su césped y jardín y existe un hermoso hotel de dos pisos con todas las comodidades y asistencia para trabajadores y visitantes. En la época en que este «pueblo azucarero» era diseñado, se construyó un hermoso parque para empleados y sus familias, con un terreno de béisbol y muchas otras diversiones.1
Tenía para ese momento Milton Hershey el saber hacer de su anterior experiencia.
En Cuba sabemos que desde 1915 se negociaba la compra del Central San Juan Bautista en la zona de Canasí y que en 1916 se reúnen en el Hotel París de Matanzas para tratar sobre la construcción de las líneas de la Compañía del Ferrocarril Cubano de Hershey.
Este tren eléctrico fue por muchos años el enlace que desde el barrio de Versalles en Matanzas recorría la campiña cubana con sus muchas paradas hasta la Estación de Casablanca en la bahía de la Habana. Y fueron creadas también plantas eléctricas muy eficaces.
A propósito del ferrocarril de Hershey y en ocasión de la inauguración del tramo que unía Matanzas a Hershey cerca de Santa Cruz el cronista Manolo Jarquín relató su experiencia en octubre de 1921:
Quedó inaugurada esa vía férrea que une a Matanzas con el Central magnífico del multimillonario americano. Hice el viaje en compañía del Ingeniero Director de esas obras, mi antiguo compañero en la Universidad del Estado de Luisiana, mi amigo queridísimo Jacinto G. Sigarroa. Nada más interesante, nada más bello que ese viaje.
Parte el tren del antiguo astillero de Calvet, convertido hoy en Estación. Bordea primero el río haciendo desfilar ante la vista del viajero ese panorama lindísimo del Yumurí. Hay trechos en que las paralelas se internan sobre el mismo río, sobre sólidos terraplenes.
Se entra después en el valle. Se le atraviesa por el centro, admirándose de un lado el lomerío de la Cumbre, con sus gloriosas ruinas y del otro lado el poético Monserrat. Corre el tren veloz sobre aquella vegetación del Valle, como deslizándose por sobre una alfombra de terciopelo. Desfilan durante el trayecto los poblados de Corral Nuevo, Canasí, San Juan, etc.
Abordamos después el Pan, besando casi las paralelas el borde de la gran montaña. Ingenios varios encuéntranse en la ruta y se ven todas las fincas de aquellos alrededores cuidadas como jardines y atendidas admirablemente.
Son los coches de ese ferrocarril fabricados expresamente para este país, sus asientos son de paja, sus ventanillas anchas dando paso al aire y sus cristales de un color verde laqueado atenúan la viveza de la luz.
La obra de ese ferrocarril, solo viéndola puede darse una idea de lo que costará a Hershey, y de lo que significan su estudio y su ejecución. Terraplenes altísimos alternan con desmontes que parecen increíbles. Los más altos montes se ven cortados allí, como pudiera cortarse una pequeña porción. Los puentes, las alcantarillas, todo en fin, representa en esa obra la unión del dinero a la inteligencia, para hacerse lo que allí se ha hecho.
Para dar una idea al extranjero del panorama cubano, no hay en Cuba nada igual, ni nada más cómodamente de mostrarse. Las excursiones por esa línea, han de hacerse lo mismo desde la Habana que desde Matanzas popularísimas y de carácter general.
Al llegar al central encuentra el viajero un hotel que hace honor al nombre de Hershey. Sus habitaciones, sus salones, los comedores, las galerías, todo es allí elegante, todo allí es confortable, todo bello y encantador.
La visita al poblado, con sus calles numeradas, sus dos barrios, el de obreros y el de los altos empleados, es para el que no haya salido de Cuba nunca, algo desconocido y no visto. De Hershey puede muy bien decirse que es una ciudad rica americana en miniatura. Su arbolado, sus Parques, sus aceras adornadas con canteros de césped, su alumbrado, su pavimentación, en obras todavía, da la idea de encontrarse en el extranjero.
Llegamos a aquel emporio de riquezas a las doce y media. El tren embanderado era esperado en la Estación por aquel núcleo de población cubana y americana. Vivas al Ingeniero Sigarroa y a Hershey se oían por doquiera y el alborozo era inmenso.
Desembarcamos y nos dirigimos al lindo chalet que es residencia de mi buen amigo. Allí nos hospedamos los que formábamos la excursión y el grupo que iba a visitarlo. No era este numeroso y se reducía a las siguientes personas: Don Pedro Horta e Isolina Burgos, José F. Peralta y Margot Heydrich, Blanca Castañer y Cacho Horta, Juanita Borreau y Manolo Sainz, Emilita Fontanills e Ismael Obias y Candita Heydrich y el Cronista.
Después de recorrer todo el ingenio, de visitar el pueblo, el hotel y todo cuanto es allí digno de verse, nos ofrecieron los esposos Horta Sigarroa un espléndido lunch.
Se hizo música después, se bailó y cuando a las seis y medía nos dirigimos nuevamente al tren para regresar a Matanzas, parecíanos que acabábamos de llegar allí.
A las ocho, ante un gentío inmenso, entraba triunfal en la Estación de Calvet el tren de Hershey. Se apiñaba la multitud por aquellos alrededores satisfecha y regocijada. La vida que a Versalles ha de dar esa línea, el auge que ha de coger esa barriada con ese servicio, la importancia, el movimiento, y los beneficios que ha de reportarles ya los palpa el pueblo.
Cuando se inaugure la línea entre Matanzas y la Habana, competirá Versalles con Pueblo Nuevo en importancia. En esto último los Unidos y en el primero Hershey se disputarán la supremacía.
Felicito primero al filántropo multimillonario que dota a Cuba de esa nueva vía de comunicación y después a Jacinto G. Sigarroa, el Ingeniero Director de las obras y últimamente a todos los que con él han colaborado ahí, dando a Matanzas, la Atenas cubana, una importancia que no hemos de tardar en reconocerle.2
Cuando en 1921 este viaje en tren abría una nueva ruta y se habían fomentado el central y pueblo en Cuba ya estaba creado un fondo de depósito para los huérfanos de la Escuela Industrial de Hershey al que donó el filántropo la mayor parte de su fortuna en acciones. Aunque esto sucedió en 1918 aparece publicado en 1923 mencionándose la astronómica cifra del regalo equivalente a sesenta millones de dólares.
En Cuba a Hershey se le declaró Hijo Eminente de la Provincia de Matanzas el 20 de mayo 1924 y también recibió de manos del presidente la orden Carlos Manuel de Céspedes en febrero de 1933. Vivió aun algunos años el señor Hershey hasta que su luz se apagó el 13 de octubre de 1945 dejando una obra que perdura todavía.
A los pocos meses de su partida del plano terrenal la “Hershey Industrial School” de Pensilvania vendió el 5 de marzo de 1946 los tres centrales que poseían en Cuba, es decir el Hershey, San Antonio y Rosario a la Compañía Azucarera Atlántica del Golfo S. A. que era continuidad de la Cuba Cane Sugar Corporation. En 1958 la Atlántica del Golfo pasó a manos de La Compañía Azucarera Gómez Mena S.A. y Julio Lobo.3
Continuación del cambio de poderes ocurrido en enero de 1959 el central Hershey se nacionalizó por expropiación forzosa con la Ley 890 publicada en Gaceta Oficial Extraordinaria del 15 de octubre 1960. El renombrado Central fue desmantelado en el año 2002 pudiéndose aún (2024) apreciar algunas de sus colosales estructuras.
El tren eléctrico de Hershey que cubría la ruta Habana Matanzas y que era filial de la Corporación Hershey tuvo la misma suerte que el resto de las propiedades sin embargo, se mantuvo mucho más tiempo en funcionamiento. En la segunda década del siglo XXI ya hacía tiempo que penaba para cubrir su itinerario. El último tren de Hershey que partió desde Matanzas lo hizo el primero de mayo del 2017.
De aquel coloso y sus fabulosas moliendas de caña quedan tres chimeneas desafiantes al tiempo y del pequeño pueblo modelo subsisten edificios, casas y muros, algunos en ruinas que recuerdan en silencio épocas gloriosas. En el patio de un taller reposan olvidados y mudos los vagones de aquel tren eléctrico que gustaba atravesar campiñas floridas llevando capitales y humanos.
En la parada del Ferrocarril los bancos albergan una colonia de avispas, de esas que vigilantes se afanan con las campanadas de un reloj sin manecillas. En días de neblina aún puede oírse el silbato del jefe de estación anunciando el arribo inminente de un tren que nunca llegará… Y todo se esfuma, todo se pierde… se diluye en recuerdos del pasado.
A. Martínez /14 de diciembre 2014.
Bibliografía y notas
- Robert F. Salade. Welfare Work and Service Features That Pay Big Dividends. The Rotarian, May 1923, pp. 271, 272. ↩︎
- Manolo Jarquín. “El Ferrocarril de Hershey” Diario de La Marina. 1921. ↩︎
- Jiménez Soler, Guillermo. Las Empresas de Cuba 1958. 3.a ed. La Habana: Ciencias Sociales, 2014, p. 87. ↩︎
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