
La Academia de la Historia de Cuba fue fundada en 1910 gracias a un decreto presidencial de José Miguel Gómez y su secretario de instrucción pública y bellas artes, señor Mario García Kohly. Hace más de sesenta años que Domingo del Monte, el ilustre humanista1, escribía desde París á un pariente suyo que residía en la Habana: pues contigo, Bachiller y Morales, José María de la Torre, Tranquilino Noda, Echeverría y otros podremos formar una Academia ó Sociedad de anticuarios en la Habana…2
Dicen estas líneas lo suficiente para que se vea cómo ni el ostracismo, ni las desgracias de familia, ni la amarga experiencia cosechada en el trascurso de los años, habían logrado extinguir en Del Monte aquel amor intenso ni aquel interés inquebrantable que le inspiraron durante toda su vida los destinos de Cuba, ni aun el recuerdo del prematuro cuanto desgraciado fin de la Academia de Literatura y de la Sección de Historia, las cuales él tanto había contribuido á crear y mantener en el seno de la Real Sociedad Patriótica de la Habana.
Antes al contrario, allá en el extranjero, y en el centro mismo de la intelectualidad más fecunda y atrayente para los espíritus cultivados como el suyo, proyectaba regresar á la Habana para reunir un número de amigos adeptos y consagrarse al fomento y desarrollo de nuestra Historia.
Pero nueve años después fallecía en Madrid, sin haber logrado volver á esta tierra que miró siempre como la suya propia, y aunque sí dejando en ella no pocos que, mientras vivieron y en la medida que les fué posible, evidenciaron su adhesión á tan levantado y civilizador empeño.
En aquella Real Sociedad Patriótica, ya convertida en Económica, ó fuera de ella, hombres como José Antonio Saco, Bachiller y Morales, Tranquilino Sandalio de Noda, Pedro Santacilia, José María de la Torre, Pedro J. Guiteras, Felipe Poey, José Antonio Echeverría, José de Jesús Quintiliano García, Cirilo Villaverde y otros, consagráronse con la mayor de las perseverancias á investigar, á acopiar y á publicar en diarios, revistas y libros el resultado de sus beneméritas labores.
Pero no de modo más satisfactorio pudieron llevar á la realización el ideal de Del Monte. Aun en la misma Real Sociedad Económica fracasó el proyecto de publicación de las memorias ó monografías históricas confiada á una comisión de su seno, y según nos lo dice Bachiller y Morales en 1860:
Razones que no son de este lugar demoran y tal vez harán irrealizable el proyecto.3
Desde entonces y hasta nuestros días, diversas, muy loables y no menos desgraciadas han sido las gestiones emprendidas para fundar una corporación histórico-cubana en nuestra capital.
Por su parte, los diferentes gobiernos que se han sucedido nunca manifestaron su interés, ni siquiera ayudando á alguno de los propósitos iniciados; porque si es de toda verdad y justicia recordar el hecho de que á un gobernador español, el Sr. José Gutiérrez de la Vega, debióse el haber demostrado iniciativa propia en un proyecto favorable y altamente honroso para las letras cubanas, no es menos verdad ni menos justo que no entrañó dicho propósito la fundación de una academia de historia, sino la de una Biblioteca de Escritores Cubanos y, tal vez para que la regla no poseyera excepción, aun este mismo empeño hubo de morir en su cuna por no avenirse el criterio oficial con el del literato cubano á cuya pluma confióse la redacción de los dos prospectos que se escribieron para aquella biblioteca.4
Mas, al cabo, y en hora felizmente memorable, el propósito de Domingo del Monte y de tantos ilustres patricios de la generación pasada, acaba de verse realizado.
La creación de la Academia de la Historia de Cuba es un hecho, y débese al loable acuerdo del actual Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, Sr. Ldo. Mario García Kohly, quien no pudiendo menos de considerar todo lo indispensable, lo necesaria y lo beneficiosa que ha de ser para nuestra cultura la institución citada, propuso al Sr. Presidente de la República, General José Miguel Gómez, la creación de la Academia de la Historia de Cuba.






Y quien hoy rige los destinos de la patria, animoso entonces como siempre por todo cuanto es exponente de nuestra cultura, sancionó con su firma el decreto de creación que le fue presentado y que dice así:
Academia de la Historia de Cuba – Decreto de creación 772 del 20 de agosto 1910
Creación de la Academia de la Historia de Cuba por Decreto presidencial 772 del 20 de agosto 1910 (Gaceta Oficial del 25), Desde el primer tercio del siglo pasado hasta los primeros años del presente, se han practicado gestiones encaminadas á salvar para la Historia de Cuba todos aquellos informes, noticias, documentos, objetos, etc., que tuviesen alguna relación con cualesquiera manifestaciones de nuestra civilización, si bien todos esos patrióticos y meritísimos empeños no llegaron á culminar en el éxito que con ellos se perseguía.
La Real Sociedad Patriótica de la Habana fué la que más contribuyó con sus iniciativas y esfuerzos á dichos trabajos, llegando á fundar una Sección de Historia, á obtener del Rey Fernando VII que mandara á franquear los archivos de España para la mayor exactitud en el esclarecimiento de los hechos, y dar á la estampa el primer tomo de sus Memorias.
Entre otros eruditos cubanos de aquellos tiempos, Domingo del Monte, Bachiller y Morales, Tranquilino S. de Noda, José María de la Torre, José Antonio Echeverría, Felipe Poey y José de Jesús Quintiliano García, dejaron en las Memorias de la citada Sociedad Patriótica notables informes, producto de sus laboriosas y útiles investigaciones.
Pero aunque después se emprendieron otras gestiones, por distintas causas no llegaron á llevarse á cabo, dando por resultado que desde el cese de la soberanía española han venido desapareciendo los documentos que aquellos beneméritos patricios nos dejaron, y destruyéndose objetos de valor inestimable para nuestra historia.
Así resulta que el edificio que fué un tiempo casa histórica, ó que posee el mérito de su arquitectura típica, ó que ostenta en la puerta principal escudo de antigua nobleza; la verja debida á mano maestra y que ofrece junto al trabajo acabado, emblemas y alegorías; la estatua, la lápida conmemorativa, los viejos retratos que constituyen el sólo testimonio iconográfico que representa á una de nuestras personalidades; las medallas, que son el atestado cronológico de uno de nuestros acontecimientos de mayor ó menor importancia; los papeles llamados de familia, objeto de la afanosa y perenne pesquisa del historiador, y con mayor especialidad del biógrafo, todo esto va desapareciendo por la falta, seguramente, de un organismo oficial encargado de conservarlos.
Á evitar que en lo sucesivo sigan perdiéndose tan valiosos como interesantes testimonios, con el propósito de que de una manera uniforme y sostenida se emprendan y terminen los trabajos conducentes al fin propuesto, lo que aconseja la experiencia y justifica la necesidad es organizar la Academia Nacional de la Historia, con personal respetable é idóneo, que en acción común y diligente, identificada con las aspiraciones que animan á este Gobierno, se consagre á hacer, de modo constante, las investigaciones, estudios é informes más eficaces para la conservación de todos los recuerdos históricos nacionales con resultado favorable.
En tal virtud, en uso de las facultades que me están conferidas y á propuesta del Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes;
RESUELVO:
- Se crea la Academia de la Historia de Cuba con el carácter de Corporación independiente y adscrita á la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes.
- La misión de la Academia será la de investigar, adquirir, coleccionar, dasificar, redactar y presentar á dicha Secretaría, para que ésta los publique, todos aquellos documentos que en más ó menos grado puedan ser una contribución al enriquecimiento de la expresada historia. De igual modo habrá de ocuparse en salvar, para provecho de la misma, todos los demás objetos que constituyan recuerdos históricos.
- La Academia estará compuesta de:
- Un Presidente ad honorem, que será el Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes.
- Un Presidente efectivo, de entre los Académicos de número, elegido por sus colegas.
- Treinta Académicos de número, con residencia en la Habana.
- Treinta Académicos corresponsales en provincias y en el extranjero.
- Un Secretario, que lo será uno de los Académicos de número elegido también por sus colegas.
- Para ser Académico se requiere la preparación ó competencia demostrada por la dedicación á los estudios históricos, por la constante contribución al desarrollo de la cultura general ó por la publicación de uno ó más trabajos de cualquier ramo de la historia.
- La Academia celebrará, por lo menos, una sesión mensual.
- Todo Académico se halla facultado para intervenir individualmente ó asociado á otro ú otros de sus colegas, y contando con el apoyo oficial, en todos aquellos casos en que se trate de impedir la desaparición absoluta ó parcial, y bajo cualquier forma que esta sea, de algún objeto histórico, por muy relativa que aparezca la importancia de éste. Los Académicos informarán sin dilación á la Academia cada vez que ocurra uno de estos casos.
- Los Académicos lo serán por tiempo indefinido, salvo cuando alguna razón poderosa obligue á proceder de modo contrario.
- La Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes publicará á fin de año un volumen, conteniendo todos los trabajos realizados por la Academia y demás documentos correspondientes al año terminado, y bajo el título de “Anales de la Academia de la Historia de Cuba”.
- Se designa para constituir la Academia de la Historia de Cuba á los señores siguientes:
- Lic. Manuel Sanguily.
- Dr. Enrique José Varona.
- Dr. Alfredo Zayas.
- Lic. Raimundo Cabrera.
- Dr. Eusebio Hernández.
- Dr. Rafael Fernández de Castro.
- Lic. José de Annas y Cárdenas.
- Sr. Juan Gualberto Gómez.
- Dr. José A. González Lanuza.
- Dr. Evelio Rodríguez Lendián.
- Dr. Ramón Meza y Suárez Inclán.
- Dr. Orestes Ferrara.
- Dr. Fernando Ortiz.
- Gral. José Miró Argenter.
- Ldo. Rafael Cruz Pérez.
- Dr. Ezequiel García Enseñat.
- Dr. Juan Miguel Dihigo.
- Gral. Enrique Collazo.
- Sr. Ramón Roa.
- Dr. Manuel Pérez Beato.
- Dr. Rodolfo Rodríguez de Armas.
- Sr. Álvaro de la Iglesia.
- Sr. Fernando Figueredo.
- Lic. Francisco de Paula Coronado.
- Dr. Luis Montané.
- Sr. Domingo Figarola-Caneda.
- Sr. Pedro Mendoza Guerra.
- Dr. Sergio Cuevas Zequeira.
- Dr. Tomás jústiz.
- Dr. Alfredo M. Aguayo.
- Los señores Académicos nombrados anteriormente redactarán y acordarán el Reglamento ó estatutos porque deberá regirse la Corporación, y nombrarán los Académicos corresponsales en provincias y en el extranjero.
El Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes queda encargado del cumplimiento del presente Decreto, y proveer el material de la Academia.
Palacio de la Presidencia, Habana, á los veinte días del mes de Agosto de mil novecientos diez.
JOSÉ M. GÓMEZ, Presidente.
Mario García Kohly, Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes.
Por el transcrito decreto, por la propuesta y por la sanción del mismo, nos satisface sobremanera hacer públicos en estas páginas todos los plácemes más sinceros que de nuestra parte merecen el jefe del Estado y el Sr. Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, y con tanto mayor motivo cuanto que siendo este periódico, por diversos conceptos, un factor de la cultura cubana en nuestra prensa, es además el órgano de la Biblioteca Nacional, y por lo mismo y de manera particular se considera obligado á contribuir salvando para el enriquecimiento de la Historia de Cuba todos aquellos atestados que puedan ser de más ó menos provecho.
La inauguración de la Academia de la Historia de Cuba desde El Fígaro
En el amplio salón blanco del Ateneo había ofrecido galante albergue á los Académicos de la Historia para que celebraran su sesión inaugural. Anuncióse la fiesta para las tres de la tarde del lunes 10 de octubre, fecha de memorable recuerdo en la historia de Cuba, y muy adecuada para la constitución del organismo que ha de dedicarse á los estudios y á las investigaciones de nuestra vida pasada.5
Los Académicos no fueron puntuales. A las cuatro, una hora después de la convocatoria, no se habían reunido más que diez y ocho de los treinta Académicos nombrados por el Secretario de Instrucción Pública… Verdad es que éste les daba el ejemplo, no concurriendo tampoco, porque su presencia era indispensable en el Palacio de la Presidencia, según supimos, en la repartición de los premios otorgados á los maestros de la República.

Esta dualidad de actos debió haber sido oportunamente prevista por el Sr. García Kohly, para que la flamante Academia por él creada y que le ha valido merecidamente los aplausos de la opinión, no se hubiera encontrado huérfana de su compañía el día de su constitución.
A falta del Presidente nato, hubo que recurrir á la Presidencia de edad. ¿Quién era el más anciano de los Académicos presentes? En este concurso entraron los Sres. Varona, Montané y Cruz Pérez, obteniendo este último el galardón de los años, con sorpresa de muchos de los presentes. A su lado, ocuparon plazas, los más jóvenes Académicos Sres. Júztiz y Rodríguez de Armas, en calidad de Secretarios.
El Sr. Cruz Pérez pronunció algunas frases de congratulación y declaró constituida la Academia; se leyeron cartas de los señores Roa y Fernández de Castro, excusando su asistencia, y después de breve discutir, se eligió una Comisión compuesta de los Sres. Varona, Ezequiel García, Juan G. Gómez, J. M. Dihigo y Rodríguez Lendián para que redactaran las bases del Reglamento por que ha de regirse la Institución; acordándose, por último, reunirse de nuevo el día 25, de este mes, por la noche, y disolviéndose la reunión con la mayor frialdad.
Hemos de decir con franqueza que la sesión inaugural de la “Academia de la Historia” nos ha parecido un acto sin la solemnidad que era de esperarse en una reunión de intelectuales tan prominentes como son los que la constituyen. Ha habido, sin duda, falta de preparativos en la celebración de este acto.
Todos esperábamos que, al constituirse la Academia se hubiera levantado una voz autorizada —la de cualquiera de los señores Académicos allí congregados— que nos hablase del entusiasmo con que ellos habían acogido esa iniciativa del Gobierno para el estudio de la historia patria, despertando así, la afición por esas investigaciones en nuestro pueblo, tan poco versado, por desgracia, en esos conocimientos.
Esperemos que, después de aprobado el Reglamento de la Academia de la Historia, ésta organizará una sesión pública en la que se nos dé á conocer el funcionamiento del nuevo Organismo, revistiendo al acto de la solemnidad é interés de que careció su reunión constituyente.
EL Fígaro ofrece su modesto é incondicional concurso á la Academia de la Historia, confiando en que muy pronto será un Cuerpo respetable, gloria y orgullo de la intelectualidad cubana.
La Inauguración de la Academia de la Historia de Cuba desde el Diario de La Marina.
Ayer tarde (10 de octubre 1910) se celebró en los hermosos salones del Ateneo la inauguración de la Academia de la Historia, beneficiosa institución establecida en Cuba merced á la iniciativa del actual Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, doctor Mario García Kohly.6
Al solemne acto concurrieron conocidas personalidades de nuestro mundo intelectual, recordando nosotros entre los presentes á los doctores Enrique José Varona, Eusebio Hernández, Rafael Martínez Ortiz, Ramón Meza Suárez Inclán, Adolfo Núñez, Ezequiel García, Rodríguez Lendián, Dihigo, Villoldo, Sarabasa, Rodolfo Rodríguez de Armas, Gelabert, Cruz Pérez, Montané, Rodríguez Cáceres, el general Miró, Juan Gualberto Gómez y el Presidente de la Asociación de la Prensa don Ramón Catalá.
Entre la concurrencia había también un grupo de distinguidas damas y una selecta representación de la prensa habanera.
Presidió la sesión el académico de más edad, Dr. Rafael Cruz Pérez, quien pronunció hermosas y sentidas frases encaminadas á enaltecer el acto que se celebraba y la plausible iniciativa del Gobierno, leyéndose después una elocuente carta del ilustre Secretario de Instrucción Pública.
Se leyeron asimismo algunas cartas de distinguidos académicos justificando su ausencia, entre ellas una muy expresiva de don Rafael Fernández de Castro.
A continuación hicieron uso de la palabra los señores Varona, Juan G. Gómez y otros, proponiendo la redacción de las bases del Reglamento por el que se ha de regir la Academia, antes de proceder al nombramiento de la Mesa definitiva. Se acordó hacerlo así, eligiéndose la correspondiente comisión entre los señores académicos.
La ceremonia inaugural de la Academia de la Historia, aunque se celebró sin aparato oficial, correspondió á la importancia de la nueva institución, que viene á laborar con elementos de positiva valía por el engrandecimiento intelectual de esta joven República, que tantas cosas excelentes puede realizar en la esfera del saber y de la cultura.
Comunicación del Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes leída en el acto de la constitución de la Academia de la Historia7
He aquí la comunicación que el señor Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, dirigió a los señores Académicos, y fué leída en el acto de la constitución de la Academia de la Historia:
Habana. 10 de Octubre de 1910.
Señores Académicos:
Al establecerse en nuestra patria la Academia de la Historia, para la que habéis sido designados en reconocimiento de vuestra competencia y altos prestigios personales, permitidme cumplir con el grato deber de enviaros mi más cordial saludo en el acto inaugural de su constitución y expresaros la convicción halagadora
que abrigo de que, por los espontáneos requerimientos de vuestro patriotismo, por la preparación que tenéis para el cargo que se os ha discernido…
…por vuestra dedicación al estudio de nuestros asuntos patrios y por el celo y asiduidad que demostraréis en el cumplimiento de la elevada misión que se os ha confiado los resultados de vuestra inteligente y esforzada labor han de contribuir por manera eficaz y poderosa al mejoramiento de la cultura en nuestro país, y á que, en día no lejano, la historia patria, en todos los interesantes y varios aspectos á que alcanza su estudio, llegue á escribirse en la forma acabada y satisfactoria que su propia importancia requiere.
Para esta finalidad se garantiza —y me complazco en reconocerlo,— la elevada ilustración que poseéis, así como la solidaridad en el propósito de que los esfuerzos que en otra época realizaron cubanos tan ilustres como Bachiller y Morales y del Monte, José María de la Torre y Echevarría, Poey y otros, no menos eminentes, y los que llevara á cabo la Sociedad Económica de Amigos del País, tengan, bajo el actual régimen republicano, continuadores tan meritorios que lleguen á dar cima al patriótico y progresista empeño que aquellos preclaros cubanos no lograron, por distintas causas, ver cumplidos.
En esos arduos y meritísimos trabajos que vais á emprender, seguramente os acompañan el aplauso y el apoyo moral del país, compenetrado de la necesidad y trascendencia de ellos, de lo que significa para nuestro progreso y nuestra civilización la obra que se ha encomendado á la Academia de la Historia, y alcanzaréis asimismo la gratitud de la patria por tan importante como valiosos servicios.
El Secretario que suscribe tiene la certidumbre de que al saludaros en este momento y al esperar de vosotros el resultado halagüeño que anticipan vuestra especial cultura, amor al país y laboriosidad reconocida, interpreta el pensamiento y el sentir del Honorable Jefe del Estado, que os ha conferido el nombramiento; y al augurar y desearos el mejor acierto en vuestras tareas y el éxito más completo de las mismas, aprovecha esta oportunidad para reiteraros las seguridades de su más sincera y distinguida consideración.
Mario García Kohly,
Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes.
Secretaría de la Instrucción Publica. La Academia de la Historia
Una Comisión de la Academia de la Historia de Cuba, formada por los doctores Rafael Cruz Pérez, (Presidente de edad), Tomás Jústiz del Valle y Rodolfo Rodríguez de Armas, Secretarios, visitó en su despacho al señor Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, dándole cuenta de la constitución de la Academia y presentándole sus respetos.
De interés: La Academia de la Historia de Cuba. Los Académicos de número por Carlos de Velasco.8
Bibliografía y notas
- “Academia de la Historia de Cuba”. Revista de la Biblioteca Nacional. Tomo IV. Habana: Imprenta de la Biblioteca Nacional, 1910.
- …“el hombre á quien acaso más deben las letras en Cuba, el inolvidable D. Domingo Del Monte.” (Elogio del Doctor D. José Zacarías González del Valle, por José Manuel Mestre, Habana, 1862, p. 134) ↩︎
- Carta al Ldo. Manuel del Monte y de las Cuevas, París 29 de Noviembre 1845: Revista de la Biblioteca Nacional, Habana, 1909, t. 1, p. 91). ↩︎
- Apuntes para la historia de las letras y de la Instrucción Pública de la Isla de Cuba, Habana, 1860, t. II, p. 60. ↩︎
- Prospecto para una biblioteca de escritores cubanos, por Anselmo Suárez y Romero: Revista de Cuba, Habana, 1878, t. lII, p. 289. ↩︎
- “La Academia de la Historia”. Revista El Fígaro. Año XXVI, núm. 42, 16 de octubre 1910, p. 535 ↩︎
- “Inauguración de la Academia de la Historia”. Diario de La Marina. Año LXXII, núm. 240, 11 octubre 1910, p. 5 ↩︎
- “La Academia de la Historia”. Diario de La Marina. Año LXXII, núm. 241, Ed. Matutina, 12 octubre 1910, p. 6 ↩︎
- De Velasco, Carlos. “La Academia de la Historia de Cuba. Los Académicos de número”. Revista de la Biblioteca Nacional. Tomo IV. Habana: Imprenta de la Biblioteca Nacional, diciembre 1910. ↩︎
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