A las seis y media, en la estación de Villanueva, un soplo, como de fiesta animaba á la muchedumbre que impaciente apelotonábase en torno de los vagones antes de invadirlos para tomar sitio definitivo.
La mañana, radiosa y cálida, mañana de agosto, toda luz y color, inflamábase como una gloria, tras un alba rosada en que girones de nubes desgarradas ocultaran el sol en su aurora, y su desbordamiento de lumbre daba encantos cromáticos al cuadro que la multitud hacía vivir.
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