Fuentes de la Historia Eclesiástica Cubana hasta finales del siglo XVIII por Charles Warren Currier. Sources of Cuban Ecclesiastical History to the end of the eighteenth century.
Hasta donde sé, nunca se ha hecho ningún intento serio de escribir la historia de la Iglesia católica en Cuba, ni existe una historia general de la Iglesia en la América española. El tema, si algún escritor lo eligiera, resultaría de extraordinario interés y repleto de incidentes conmovedores. Es bien sabido que la Iglesia jugó un papel muy importante en la historia de la Conquista, y desde el momento en que el primer sacerdote desembarcó en La Española, el misionero siempre acompañó al conquistador.
En el Congreso Internacional de Americanistas celebrado en Londres en 1912, presenté un trabajo sobre las fuentes de la historia eclesiástica en la América española durante el período colonial. Desde entonces he estado en estrecha relación con la Isla de Cuba, y deseando aportar una ponencia al presente Congreso, decidí continuar y especializarme en el mismo tema.
Desafortunadamente, muchas de mis fuentes parecen haberse extraviado, pero nos alienta el hecho de que constantemente salen a la luz manuscritos perdidos. En el Congreso de Londres, la señora Nuttall anunció su descubrimiento de la Crónica de la Nueva España de Cervantes Salazar, que desde entonces ha sido publicada por la Sociedad Hispánica.
Así, el trabajo paciente aún puede revelarnos muchos manuscritos perdidos que tratan de Cuba. Siempre que fué posible, mencioné dónde se vió por última vez o se supo de la existencia de un manuscrito, ahora perdido. Dista este documento de ser exhaustivo. Sólo he ofrecido un básico sumario, guiado en gran medida por los Ensayos de Bibliografía Cubana de mi amigo Carlos Trelles de Matanzas.
La historia de la Iglesia en Cuba se puede dividir en los siguientes períodos:
- La conquista, desde el desembarco de Velásquez en 1511 hasta el nombramiento del primer obispo en 1516.
- Desde la erección de la primera Sede hasta el momento en que los Obispos de Santiago fijaron su residencia permanente en La Habana (1516-1686).
- De este momento a la división de la diócesis (1686-1788).
- De este período a la erección de Santiago a sede arzobispal (1788-1791).
- De este acontecimiento al fin de la guerra hispanoamericana (1791-1898).
- El período actual, desde 1898.
Aquí abordamos todos los períodos excepto los dos últimos.
El estudioso de la historia eclesiástica de la Isla buscará primero aquellas obras que le den una visión general de todos los períodos en cuestión, y luego procederá a considerar cada período por separado.
Para el primer propósito tiene la Historia de la Isla de Cuba y Catedral de Santiago de Cuba, compuesta hacia 1760 por el obispo Pedro A. Morell de Santa Cruz. Este trabajo es bastante deficiente, ya que trata principalmente de Santiago. Es valioso, sin embargo, como guía con una lista de los obispos y sus biografías hasta mediados del siglo XVIII. Lamentablemente nunca fue publicado. Se supone que el original reposa en algún lugar de España, donde fue enviado para su publicación en 1775. La copia incompleta de Néstor Ponce de León se encuentra ahora en la Biblioteca Nacional de La Habana.
La Llave del Nuevo Mundo Antemural de las Indias Occidentales, de José Félix M. Arate, contiene valiosa información sobre la vida de los obispos y sobre la historia secular y eclesiástica de la isla. Escrita en 1761, fue publicada en el primer volumen de las Memorias de la Sección de Historia de la Sociedad Económica de la Habana (1830). Una segunda edición apareció en 1876.
De gran importancia son las obras de Ignacio S. Urrutia y Montoya, que lamentablemente son muy raras. El Compendio de Memorias para escribir la Historia de la Isla Fernandina de Cuba fue impreso en 1791 por la imprenta del Seminario San Carlos de La Habana, pero el señor Trelles me dice que ha visto sólo un ejemplar, que estaba en una casa particular. Parece que Bachiller y Morales poseía dos ejemplares incompletos.
El compendio era sólo la primera parte de la obra, cuyo título era: Teatro histórico, jurídico y político-militar de la Isla Fernandina de Cuba. Otra edición de esta primera parte fue publicada en La Habana en 1876 por los Señores Pego y Cowley. Se dice que el manuscrito de esta primera parte estuvo en la biblioteca de Ternaux-Compans, a quien se lo entregó el señor Sagra. El manuscrito de la segunda parte ha desaparecido.
Antonio León Pinelo menciona entre los manuscritos de la biblioteca de Barcía la Carta y Relación de la Isla de Cuba de Ambrosio Zayas-Bazán. No se sabe qué ha sido de él. Contenía una historia de los obispos hasta el año 1705.
Otro manuscrito perdido es la Noticia de los Escritores de la Isla de Cuba del fraile dominico José Fonseca, escrita probablemente a mediados del siglo XVIII. El bibliógrafo mexicano Eguiara y Eguren lo tenía en su biblioteca.
De gran importancia es la Historia de la Isla de Cuba de Jacobo de la Pezuela (Madrid, 1868-1878). A ello se suman las Memorias de la Sociedad Económica de la Habana, la Necrópolis de la Habana de Domingo Rosaín y la Historia de la Inquisición en Cartagena de Indias de José Toribio Medina (Santiago de Chile, 1899).
Habiendo obtenido una idea general de los rasgos generales de la historia eclesiástica en la Isla de Cuba, el estudioso de cada período por separado podrá recurrir a historias generales y particulares, así como a obras especiales. Además de estos, será necesario consultar manuscritos inéditos en archivos públicos y privados o en otros lugares.
Historias generales, como la de Oviedo, Historia General de las Indias, la Historia de las Indias de Las Casas y las historias de Herrera y Gomara proporcionarán detalles del primer período de colonización, tanto en lo que respecta a la historia profana como a la eclesiástica. A estos se pueden agregar la Vida de Colón de su hijo Fernando, la Monarquía Indiana de Torquemada, la Historia Eclesiástica Indiana de Mendieta, de la que Torquemada se basó tan copiosamente, y el Ensayo cronológico para la historia general de la Florida de Andrés González Barcía.
Sobre todo, deben estudiarse las obras de Diez de la Calle y de González Dávila, por ser de la mayor importancia para la historia eclesiástica temprana de América. Estas dos obras son prácticamente contemporáneas. El Teatro eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias Occidentales de Gil González Dávila fue publicado en Madrid entre 1648 y 1655. Contiene una valiosa relación de Obispos y Arzobispos de América, con importantes acontecimientos de sus respectivas Sedes. Particularmente mencionable es el Teatro de Santiago de Cuba en el primer volumen.
El Memorial y Noticias Sacras y Reales del Imperio de las Indias Occidentales de Juan Diez de la Calle, publicado en Madrid hacia 1646, y su Memorial y resumen de Noticias de las Indias Occidentales (Madrid, 1654) son igualmente importantes para la historia eclesiástica del período temprano.
Íntimamente relacionado con el Teatro eclesiástico de Dávila está el manuscrito de Alonso Enríquez de Almendariz con el título de Relación de lo Espiritual y Temporal del Obispado de Cuba, con la vida y costumbres de sus eclesiásticos. El autor, que fue obispo de Cuba de 1610 a 1624, probablemente compuso su obra por encargo del gobierno para el Teatro eclesiástico de Dávila.
Barcía poseía un ejemplar de este manuscrito y Delmonte compró uno en Madrid en 1846, con la lista completa de los obispos. Una obra similar es la de Luis Gerónimo Alcozer, Estado de la Isla Española, con una lista de los Arzobispos hasta 1650. Esto es importante, ya que la Iglesia cubana formó parte de la provincia eclesiástica de Santo Domingo hasta 1788. Desafortunadamente del manuscrito, que es citado por Pinelo, se desconoce hasta ahora.
Además, si se puede encontrar, se puede consultar la pequeña obra de Paulo Forlani, L’Isola Spagnola, L’Isola de Cuba (Venecia, 1564).
En cuanto a los manuscritos de la época más temprana, el estudiante verá primero lo que puede encontrar en la Colección de Documentos Inéditos para la Historia de América; luego, naturalmente, recurrirá a las ricas colecciones que hay en España en el Archivo de Indias, en Sevilla, y en la Biblioteca Nacional y la Real Academia de Historia de Madrid.
Fuera de estas grandes colecciones, se pueden buscar manuscritos por cualquiera en cualquier lugar. Los de Estados Unidos son comparativamente escasos. Muchos de los primeros períodos llegaron a España, mientras que de los que quedaron, un gran número pereció a causa de la guerra, la revolución y, sobre todo, la humedad y los insectos.
Hacia el año de 1804, varias cajas que contenían libros y documentos relacionados con la historia más antigua de la Iglesia en las Indias Occidentales fueron llevadas a La Habana, donde Monseñor de Tres Palacios era entonces Obispo. Estaban guardados en una de las habitaciones inferiores del palacio.
Cuando más tarde el obispo Espada y Landa quiso inspeccionarlos, los encontró en tal estado que eran completamente ilegibles. Decidiendo que eran absolutamente inútiles y hasta perjudiciales, debido a la multitud de insectos que habían reunido, ordenó destruirlos todos. Así pereció mucho de lo que podría haber sido de mayor valor para la historia de Santo Domingo y de Cuba.
Las colecciones de manuscritos aún existentes en Cuba deben buscarse principalmente en los archivos de las iglesias. Consisten principalmente en registros de bautismo y matrimonio, actas de los obispos, visitas episcopales, registros de congregaciones, fundaciones, etc. Para quien tenga tiempo y paciencia para leer esta masa de material, puede haber una recompensa reservada con el descubrimiento ocasional de algún documento importante.
Los más notables de estos archivos son los de las diócesis de La Habana y Santiago, con Camagüey, Matanzas y Cienfuegos. Otros se encuentran en las iglesias parroquiales más antiguas.
También se pueden buscar manuscritos en el Archivo Nacional de La Habana y entre los tesoros del bibliógrafo cubano, señor Carlos Trelles de Matanzas, y del señor Augusto Escoto, bibliotecario de la biblioteca pública de Matanzas. Este último posee en su colección privada una inmensa cantidad de manuscritos relacionados con la historia eclesiástica de Cuba.
Sin embargo, como regla general, los manuscritos actualmente existentes, excepto probablemente los de Santiago, tienen poca relación con el período temprano. Por lo general, se debe confiar en los manuscritos y obras impresas o folletos que tratan de períodos, instituciones u otros temas particulares, para el período comprendido entre mediados del siglo XVI y finales del siglo XVIII.
A tales obras pertenecen las descripciones e impresiones de viajeros, promulgaciones del gobierno, actas de sínodos, pastorales de obispos, historias de órdenes religiosas, conventos, hospitales y otras instituciones públicas, sermones y panegíricos y, especialmente, biografías.
Algunas de las obras de viajes que se pueden mencionar son del siglo XVII, a saber: Hugo Van Linschoten, Beschryving van Amerika. La traducción francesa (Amsterdam, 1619) la describe Carlos Trelles. Los países tratados son Nueva Francia, Florida, las Antillas, las islas Lucayas, Cuba, Jamaica, etc. Se presta atención a la religión de los diferentes países. Casi al mismo tiempo que Van Lindschoten (1614), el sacerdote español Pedro Ordóñez de Ceballos dio al mundo su Historia y Viaje del Mundo, con un relato de sus viajes por las cinco partes del globo. Como visitó las Indias Occidentales se le puede consultar con provecho.
Puede leerse a Thomas Gage, en The English American, su Travail by Sea and Land (Londres, 1648), sobre su visita a La Habana, así como al fraile dominico Gustav Von Ledersdorf, quien publicó un libro sobre Cuba y las Indias Occidentales, ahora muy raro, alrededor de 1665. Francisco Coreal (1666-1697) y el misionero apostólico Pedro Cubero y Sebastián (1680) también se refieren a Cuba en el relato de sus viajes. Edward Melton publicó en holandés (1681) su Zeldzame en Gedenkwaardige zee en land Reizen, con un relato de Cuba. La referencia a Cuba se encuentra también en Les Iles de l’Amérique de Nicolas de Fer.
Viajeros del siglo XVIII son Père Labat, Buenaventura Pascual Ferrer en el Viajero Universal, tomo 20; Almirante Vernon (artículos sobre su expedición), Melchior Kluber, Reisen im Innern von Cuba, etc. Podemos agregar a José Antonio de Armona, cuya Relación relativa a la expulsión de los jesuitas fue publicada en los Anales de la Sociedad Económica de La Habana en 1859 y el viajero danés Jens O. Winslow. En el séptimo volumen de la traducción al español de las Lettres édifiantes, encontramos una comunicación del jesuita Taillandier, descriptiva de Cuba.
He dicho que las actas de los sínodos proporcionan material para la historia de la Iglesia en Cuba. El primer intento de celebrar un sínodo fue realizado por el obispo Enríquez de Almendariz alrededor de 1624, pero no tuvo éxito debido al ascenso del obispo a la Sede de Michoacán, México.
El obispo Gabriel Díaz Vara Calderón en 1676 tenía también la intención de celebrar un sínodo, lo que se vio frustrado por su muerte. El primero en triunfar fue el obispo Juan García de Palacios, que celebró un sínodo en La Habana en 1680, cuyas actas se publicaron en Madrid en 1682. La primera edición es muy rara. Una segunda edición fue publicada en La Habana por el obispo Espada y Landa en 1814, y una tercera apareció en 1844. El señor Escoto de Matanzas posee todas las ediciones.
Nuevamente encontramos un sínodo celebrado en La Habana en 1777 por el obispo Santiago José de Hechevarría y Elguezua. Las actas están contenidas en un manuscrito que debe estar en el Museo Británico, tal como se encuentra en el segundo volumen del catálogo de Gayangos.
El obispo Hechevarría debe haber sido un hombre extraordinario. Cubano de nacimiento, fue consagrado en 1768 auxiliar de Mons. Morell de Santa Cruz, fallecido ese mismo año. Mons. Hechevarría le sucedió en la sede de Santiago, con residencia en La Habana.
Gobernó la diócesis durante diecisiete años, hasta que fue trasladado a Puebla de los Ángeles. En los primeros años de su administración se suprimió la Compañía de Jesús y en su colegio de La Habana se estableció el seminario de San Carlos, siendo la iglesia contigua la que se convirtió más tarde en la Catedral de La Habana. Mons. Hechevarría nos ha dejado los estatutos del seminario de San Carlos de La Habana y de San Basilio de Santiago.
Son muy raros en la actualidad, pero el señor Escoto los tiene en su colección. También tenemos de él gran cantidad de cartas pastorales, cuyos títulos pueden verse en las bibliografías de Carlos Trelles. De hecho, Mons. Hechevarría ha dejado más documentos que todos los demás obispos cubanos juntos.
Bachiller y Morales cita también una pastoral del obispo Morel y Santa Cruz, predecesor de Hechevarría, publicada mucho después de su muerte. Fue durante la administración del obispo Morel cuando La Habana fue capturada por los británicos, y el propio obispo fue hecho prisionero por Lord Albemarle y enviado a Florida. Diego de Campos nos ha dejado un relato en verso de este encarcelamiento.
Tras el traslado de Monseñor Hechevarría a Puebla de los Ángeles, la diócesis de Santiago se dividió y Don Felipe Tres Palacios fue el primer Obispo de La Habana. Fue un gran reformador y de él tenemos varios edictos que tratan sobre los abusos en lo que se refiere a los días festivos, el tañido de campanas, los funerales, las procesiones, la inmodestia en el vestir, etc.
La “Carta” del capuchino fray Diego de Cádiz, contra los bailes, fue escrita probablemente por orden de este obispo. Fue impresa en La Habana. Monseñor Tres Palacios también redactó las constituciones de la diócesis de La Habana, que fueron impresas mucho después de su muerte. Su oración fúnebre, pronunciada por Félix Veranes, fue impresa en La Habana en 1799.
Existe mucha literatura dispersa que trata de las órdenes religiosas que tenían casas en Cuba, comenzando con la historia de los Jesuitas en México escrita por Florencia y una historia Latina contemporánea de la misma sociedad publicada en el siglo XVII. Encontramos una defensa de los jesuitas en una obra, publicada en México en 1736, de Ambrosio Melgarejo y Aponte.
José M. Peñalver da cuenta del antiguo convento de La Merced, hoy ocupado por los Lazaristas en La Habana, y un manuscrito de Andrés Menéndez que trata del convento de los Frailes Menores de la misma ciudad es citado por Hiersemann de Leipzig en uno de sus catálogos. También se puede obtener una cantidad considerable de información del volumen conmemorativo de la fundación del Colegio de los Jesuitas en La Habana, El Quincuagésimo aniversario de la Fundación del Colegio de Belén. Este espléndido edificio perteneció originalmente a los Frailes Betlemitas.
Antes de cerrar este artículo, deseo llamar la atención sobre el hecho de que diccionarios biográficos, como los de Eguiara y Eguren y Beristain y Sousa, pueden proporcionar pistas valiosas al estudiante de historia eclesiástica.
De particular interés para la historia de Cuba debe ser el Diccionario Biográfico Cubano de Francisco Calcagno (1878-1885).
Washington, D. C.
Sources of Cuban Ecclesiastical History to the end of the eighteenth century by Charles Warren Currier.
So far as I am aware, no serious attempt has ever been made to write the history of the Catholic Church in Cuba, nor is there a general history of the Church in Spanish America. The subject, were some writer to choose it, would prove to be of surpassing interest and replete with stirring incidents. The Church, it is well known, played a most important part in the history of the Conquest, and from the time the first priest landed in Hispaniola, the missionary always accompanied the conquistador.
At the International Congress of Americanists held in London in 1912, I presented a paper on the sources of ecclesiastical history in Spanish America in the Colonial period. Since then I have been brought into close relationship with the Island of Cuba, and wishing to contribute a paper to the present Congress, I decided to continue and specialize the same topic.
Unfortunately, many of my sources seem completely lost, but we are encouraged by the fact that lost manuscripts are constantly coming to light. At the London Congress, Mrs Nuttall announced her discovery of the Crónica de la Nueva España of Cervantes Salazar, that has since been published by the Hispanic Society.
Thus patient labor may yet reveal to us many a lost manuscript dealing with Cuba. Wherever it was possible I have mentioned where a manuscript, now lost, was last seen or known to exist. This paper is far from being exhaustive; I have given only bare outlines, guided to a great extent by the Ensayos de Bibliografía Cubana of my friend Carlos Trelles of Matanzas.
The history of the Church in Cuba may be divided into the following periods: (1) The conquest, from the landing of Velasquez in 1511 to the appointment of the first Bishop in 1516. (2) From the erection of the first See to the time when the Bishops of Santiago took up their permanent abode in Havana (1516-1686). (3) From this time to the division of the diocese (1686-1788). (4) From this period to the erection of Santiago to an archiepiscopal See (1788-1791). (5) From this event to the end of the Spanish American war (1791-1898). (6) The actual period, since 1898. We have here to deal with all periods except the last two.
The student of the ecclesiastical history of the island will first seek such works as will give him a bird’s-eye view of all the periods in question, and he will then proceed to consider each period separately.
For the first purpose he has the Historia de la Isla de Cuba y Catedral de Santiago de Cuba, composed about 1760 by Bishop Pedro A. Morell de Santa Cruz. This work is rather deficient, as it deals mostly with Santiago. It is valuable, however, as a guide with a list of the Bishops and their biographies to the middle of the eighteenth century. Unfortunately it was never published. The original is supposed to be slumbering somewhere in Spain, whither it was sent for publication in 1775. The incomplete copy of Nestor Ponce de León is now in the Biblioteca Nacional of Havana.
The Llave del Nuevo Mundo Antemural de las Indias Occidentales, by José Felix M. Arate, contains valuable information on the lives of the Bishops, and on the secular and ecclesiastical history of the island. Written in 1761, it was published in the first volume of the Memorias de la Sección de Historia de la Sociedad Económica de la Habana (1830). A second edition appeared in 1876.
Of very great importance are the works of Ignacio S. Urrutia y Montoya, which, unfortunately, are very rare. The Compendio de Memorias para escribir la Historia de la Isla Fernandina de Cuba was printed in 1791 by the press of San Carlos Seminary in Havana, but Señor Trelles tells me that he has seen only one copy, and that in a private house. It seems that Bachiller y Morales possessed two incomplete copies.
The compendio was only the first part of the work, of which the title was: Teatro histórico, jurídico y político-militar de la Isla Fernandina de Cuba. Another edition of this first part was published in Havana in 1876 by Señores Pego y Cowley. The manuscript of this first part is said to have been in the library of Ternaux-Compans, to whom it was given by Señor Sagra. The manuscript of the second part has disappeared.
Antonio León Pinelo mentions among the manuscripts in the library of Barcía the Carta y Relación de la Isla de Cuba by Ambrosio Zayas-Bazan. It is not known what has become of it. It contained a history of the Bishops to the year 1705.
Another lost manuscript is the Noticia de los Escritores de la Isla de Cuba by the Dominican Friar José Fonseca, written probably about the middle of the eighteenth century. The Mexican bibliographer, Eguiara y Eguren, had it in his library.
The Historia de la Isla de Cuba by Jacobo de la Pezuela (Madrid, 1868-1878) is of very great importance. We may add the Memorias de la Sociedad Económica de la Habana, Domingo Rosain’s Necropolis de la Habana, and the Historia de la Inquisición en Cartagena de Indias by José Toribio Medina (Santiago de Chile, 1899).
Having obtained a general idea of the outlines of ecclesiastical history in the Island of Cuba, the student of each separate period may draw from general and particular histories, as well as from special works. Besides these, it will be necessary to consult unpublished manuscripts in public and private archives or elsewhere.
General histories, such as that of Oviedo, Historia General de las Indias, the Historia de las Indias of Las Casas, and the histories of Herrera and Gomara will furnish details of the earliest colonization period, as regards both profane and ecclesiastical history. To these may be added the Life of Columbus by his son Fernando, Torquemada’s Monarquia Indiana, Mendieta’s Historia Eclesiástica Indiana, from which Torquemada drew so copiously, and the Ensayo cronológico para la historia general de la Florida by Andrés Gonzalez Barcía.
Above all, must be studied the works of Diez de la Calle and of Gonzalez Dávila, as they are of the greatest importance for the early ecclesiastical history of America. These two works are practically contemporaneous. The Teatro eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias Occidentales of Gil Gonzalez Dávila was published in Madrid between 1648 and 1655. It contains a valuable list of Bishops and Archbishops of America, with important events of their respective Sees. Especially to the point is the Teatro de Santiago de Cuba in the first volume
The Memorial y Noticias Sacras y Reales del Imperio de las Indias Occidentales by Juan Diez de la Calle, published in Madrid about 1646, and his Memorial y resumen de Noticias de las Indias Occidentales (Madrid, 1654) are equally important for the ecclesiastical history of the early period.
Intimately connected with Dávila’s Teatro eclesiástico is the manuscript of Alonso Enriquez de Almendariz with the title of Relación de lo Espiritual y Temporal del Obispado de Cuba, with the lives and customs of its ecclesiastics. The author, who was Bishop of Cuba from 1610 to 1624, probably composed his work by order of the government for Dávila’s Teatro eclesiástico.
Barcía possessed a copy of this manuscript, and Delmonte purchased one in Madrid in 1846, with a complete list of the Bishops. A kindred work is that of Luis Geronimo Alcozer, Estado de la Isla Española, with a list of the Archbishops down to 1650. This is important, as the Cuban Church formed part of the ecclesiastical province of Santo Domingo until 1788. Unfortunately the manuscript, which is cited by Pinelo, is not known at present.
Further, if it can be found, the little work of Paulo Forlani, L’Isola Spagnola, L’Isola de Cuba (Venice, 1564) may be consulted.
As regards manuscripts of the earliest period, the student will first see what he can find in the Colección de Documentos Inéditos para la Historia de America; then he will naturally turn to the rich collections in Spain in the Archives of the Indies, at Sevilla, and the Biblioteca Nacional and the Real Academia de Historia at Madrid.
Outside of these large collections, manuscripts may be sought for anywhere and everywhere. Those in America are comparatively scarce. Many of the earliest periods found their way to Spain, while of those that remained, a vast number perished by war, revolution, and, above all, dampness and insects.
About the year 1804, several boxes containing books and papers relating to the earliest history of the Church in the West Indies, were taken to Havana where Monseñor de Tres Palacios was then Bishop. They were stored away in one of the lower rooms of the palace. When, later on, Bishop Espada y Landa wished to inspect them, he found them in such a condition that they were completely illegible. Deciding that they were absolutely useless and even detrimental, owing to the multitude of insects they had gathered, he ordered them all destroyed. Thus perished much that might have been of the greatest value for the history of Santo Domingo and of Cuba.
The collections of manuscripts still existing in Cuba must be sought for mainly in the archives of the churches. They consist principally of baptismal and marriage registers, acts of the Bishops, Episcopal visitations, records of congregations, foundations, and so forth. For one who has time and patience to wade through this mass of material, there may be a reward in store in the occasional discovery of some important document.
The most notable of these archives are those of the dioceses of Havana and Santiago, with Camaguey, Matanzas, and Cienfuegos. Others are to be found in all the older parish churches.
Manuscripts may also be sought for in the Archivo Nacional of Havana and among the treasures of the Cuban bibliographer, Señor Carlos Trelles of Matanzas, and of Señor Augusto Escoto, librarian of the public library of Matanzas. The latter possesses in his private collection an immense quantity of manuscripts relating to the ecclesiastical history of Cuba.
As a general rule, however, the manuscripts actually existing, except probably those of Santiago, have little bearing on the early period. Manuscripts and printed works or pamphlets, dealing with particular periods, institutions, or other subjects, must generally be relied on for the period from the middle of the sixteenth to the end of the eighteenth century.
To such works belong the descriptions and impressions of travelers, enactments of the government, acts of synods, pastorals of Bishops, histories of religious orders, convents, hospitals, and other public institutions, sermons and panegyrics, and, especially, biographies.
Some of the works of travel that may be mentioned are from the seventeenth century, as follows: Hugo van Linschoten, Beschryving van Amerika. The French translation (Amsterdam, 1619) is described by Carlos Trelles. The countries treated of are, New France, Florida, the Antilles, the Lucayan islands, Cuba, Jamaica, etc. Attention is devoted to the religion of the different countries. About the same time as van Lindschoten (1614), the Spanish priest, Pedro Ordoñez de Ceballos, gave to the world his Historia y Viaje del Mundo, with an account of his travels in the five quarters of the globe. As he visited the West Indies, he may be consulted with profit.
Thomas Gage, in The English American, his Travail by Sea and Land (London, 1648), may be read for his visit to Havana, as well as the Dominican Friar Gustav von Ledersdorf who published a book on Cuba and the West Indies, now very rare, about 1665. Francisco Coreal (1666-1697), and the Apostolic Missionary, Pedro Cubero y Sebastian (1680), also refer to Cuba in the account of their travels. Edward Melton published in Dutch (1681) his Zeldzame en Gedenkwaardige zee en land Reizen, with an account of Cuba. Reference to Cuba is found also in Nicolas de Fer’s Les iles de l’Amérique.
Travelers of the eighteenth century are Père Labat, Buenaventura Pascual Ferrer in the Viajero Universal, volume 20; Admiral Vernon (papers on his expedition), Melchior Kluber, Reisen im innern von Cuba, etc. We may add José Antonio de Armona, whose Relación relating to the expulsion of the Jesuits was published in the Anales of the Sociedad Económica of Havana in 1859, and the Danish traveler Jens O. Winslow. In the seventh volume of the Spanish translation of the Lettres édifiantes, we find a communication of the Jesuit Taillandier, descriptive of Cuba.
I have said that acts of synods furnish material for the history of the Church in Cuba. The first attempt at holding a synod was made by Bishop Enriquez de Almendariz about 1624, but it was not brought to a successful issue by the Bishop’s promotion to the See of Michoacan, Mexico.
Bishop Gabriel Diaz Vara Calderon in 1676 had also the intention of holding a synod, which was frustrated by his death. The first to succeed was Bishop Juan García de Palacios, who held a synod at Havana in 1680, the acts of which were published at Madrid in 1682. The first edition is very rare. A second edition was published at Havana by Bishop Espada y Landa in 1814, and a third appeared in 1844. Señor Escoto of Matanzas is in possession of all the editions.
Again we find a synod celebrated in Havana in 1777 by Bishop Santiago José de Hechevarria y Elguezua. The acts are contained in a manuscript that must be in the British Museum, as it is found in the second volume of the catalog of Gayangos.
Bishop Hechevarria must have been a remarkable man. A Cuban by birth, he was consecrated in 1768 auxiliary to Bishop Morell de Santa Cruz, who died the same year. Bishop Hechevarria succeeded him in the See of Santiago, with his residence in Havana.
He governed the diocese seventeen years, until he was transferred to Puebla de los Angeles. In the early part of his administration the Society of the Jesuits was suppressed and in their college at Havana was established the seminary of San Carlos, the adjoining Church becoming later the Cathedral of Havana. Bishop Hechevarria has left us the statutes of the Seminary of St Charles in Havana and of St Basil in Santiago.
They are now very rare, but Señor Escoto has them in his collection. We have also of him a large number of pastoral letters, the tides of which may be seen in the bibliographies of Carlos Trelles. In fact, Bishop Hechevarria has left more documents than all the other Cuban Bishops combined.
Bachiller y Morales cites also a pastoral of Bishop Morel y Santa Cruz, predecessor of Hechevarria, that was published long after his death. It was during the administration of Bishop Morell that Havana was captured by the British, and the Bishop himself was taken prisoner by Lord Albemarle and sent to Florida. An account in verse of this imprisonment has been left us by Diego de Campos.
After the transfer of Bishop Hechevarria to Puebla de los Angeles, the diocese of Santiago was divided, and Don Felipe Tres Palacios became the first Bishop of Havana. He was a great reformer, and we have of him several edicts dealing with abuses in regard to holy days, the ringing of bells, funerals, processions, immodesty of dress, and so on.
The “Carta” of the Capuchin Friar Diego de Cadiz, against dances, was probably written by onder of this Bishop. It was printed in Havana. Bishop Tres Palacios also edited the constitutions of the diocese of Havana, that were printed long after his death. His funeral oration, delivered by Felix Veranes, was printed at Havana in 1799.
There is much scattered literature dealing with the religious orders which had houses in Cuba, beginning with Florencia’s history of the Jesuits in Mexico, and a contemporanenus Latin history of the same society published in the seventeenth century. We find a defense of the Jesuits in a work, published in Mexico in 1736, by Ambrosio Melgarejo y Aponte.
José M. Peñalver gives an account of the old convent of La Merced, now occupied by the Lazarists in Havana, and a manuscript of Andrés Menendez dealing with the convent of the Friars Minors in the same city is cited by Hiersemann of Leipzig in one of his catalogs. A considerable amount of information may also be gathered from the volume commemorative of the founding of the Jesuit College in Havana, El Quincuagésimo aniversario de la Fundación del Colegio de Belén. This splendid edifice originally belonged to the Bethlemite Friars.
Before bringing this paper to a close, I wish to draw attention to the fact that biographical dictionaries, like those of Eguiara y Eguren and Beristain y Sousa, may give valuable clues to the student of ecclesiastical history.
Of particular interest for the history of Cuba should be the Diccionario Biográfico Cubano by Francisco Calcagno (1878-1885).
De interés:
- Listado de Archivos Parroquiales de la provincia de Matanzas
- Diócesis y Obispos de Matanzas Mons. Carlos Warren Currier
Bibliografía y notas
- Warren Currier, Charles. “Sources of Cuban Ecclesiastical History to the End of the Eighteenth Century”. En Proceedings of the Nineteenth International Congress of Americanists. Held at Washington, December 27-31, 1915, 516-20. Washington, 1917. https://books.google.ca/books?
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