
La crítica senil, la murmuración de oficio y la poca cultura han sido los tres enemigos de la poderosa obra de arte del pintor de Vasconia. Polvorosos catedráticos de casacas rameadas arquearon las cejas ante la factura bizarra y puramente española de Zuloaga; los sectarios de escuela lo acusaron de falsear el nacionalismo representando la España de pandereta y de romería y los fariseos ignorando el purismo del colorido lo saetearon de invectivas cegados por el tratamiento temático de los matices, rompiendo toda idea escolástica en la gama académica, sobreponiendo matices de pastel a los de clave alba, sin que el fuego de los profundos altere la sutileza de los primitivos.
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