
Un sábado del mes de Abril del año 1819 llegó a Matanzas la diligencia de La Habana conduciendo, entre los seis pasajeros que la llenaban, al rico matrimonio conformado por Don Carlos Martínez de la Barrera y Doña Susana Quintero de Baeza, emparentados ambos con distinguidas familias matanceras.Don Carlos, alto, nervioso, delgado y de treinta y ocho años, venía con su mujer a residir en una finca cercana a Matanzas, para reponerse de una enfermedad que le había afectado ligeramente los pulmones, según decían él y sus más allegados familiares.Doña Susana, dulce, soñadora, enamorada de Carlos, pronta a todo sacrificio, y bella mujer de poco más de veinte años, sufría calladamente la tortura de los celos absurdos de un marido que, sabiéndose tuberculoso, se creía despreciado secretamente por su mujer.
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